Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 287. 17/21-3-2022. Entrar en Serbia a través del atletismo

Una vez más, y ya van incontables, el atletismo ha sido el motor que nos ha sacado de nuestros hogares para visitar un nuevo lugar e incluso un nuevo país: Serbia. En su capital, en Belgrado, se ha celebrado del viernes 18 al domingo 20 el Campeonato del Mundo en Pista Cubierta.

Nuestro viaje ha sido del 17 al 21, con llegada muy tardía el 17 y abandono muy tempranero el 21. Considerando que el programa atlético en estas competiciones internacionales bajo techo es muy apretado, no ha habido mucho espacio para el turismo en estos días, pero sí el suficiente para disfrutar de esta gran ciudad europea, una de las ciudades con más importancia fluvial del continente, pues se encuentra a orillas de dos grandes ríos: el Danubio, que no necesita presentación, y el Sava, un afluente cuya longitud y anchura ya querrían para sí muchos ríos principales. El Sava mide casi 1.000 kilómetros, así que es fácil imaginar el gran caudal de agua que arrastra cuando desemboca en el Danubio, a unos pocos pasos del centro de Belgrado.

Antes de hacer un rápido resumen de estos cinco días, voy a dedicar algunas líneas a Belgrado. Y voy a empezar citando las dos visitas que me habría gustado hacer y que me he visto obligado a posponer. Por un lado, la cercana ciudad-barrio de Zemun. Está a solo diez kilómetros de Belgrado y, en realidad, ahora forma parte de la capital debido al crecimiento experimentado en las últimas décadas por todas las grandes ciudades del mundo. Zemun es una bonita localidad, muy cuidada, con el típico aspecto de tantas y tantas pequeñas villas del centro de Europa.

También me habría gustado haberme dado un largo paseo por las orillas del Danubio y haber entrado en la gran isla que se forma en su confluencia con el Sava. Leo que este lugar es especialmente bonito en verano, con sus abundantes playas, sus numerosas opciones deportivas y sus caminos naturales. Una de las cosas que sorprende de Belgrado es que, tratándose de una ciudad de casi dos millones de habitantes, tiene una gran riqueza forestal, agrícola y ganadera dentro de su propio término.

Y ahora sí, voy a citar los lugares que he tenido la fortuna de conocer en Belgrado. Junto a Alberto, Alex, Félix y Nacho, nos hemos alojado en un caluroso apartamento a cinco minutos a pie de la Plaza de la República y a cinco minutos a pie de la Fortaleza. Quien conozca Belgrado estará pensando en estos momentos: “Buen lugar para alojarse”.

El sábado por la mañana nos dimos un buen paseo por esta Fortaleza, situada justo encima de la desembocadura del Sava en el Danubio. Esta Fortaleza Kamelegdan es un lugar ‘obligado’ en las visitas a Belgrado, por sus vistas sobre el río, su historia, por lo agradable de sus parques y por su cercanía con el centro. Hay varios pequeños atractivos dentro de la Fortaleza, recorrida sobre todo en fin de semana por cientos de vecinos de la ciudad.

El día anterior, la noche del viernes, cenamos en la Plaza de la República nosotros cinco y Begoña, la corresponsal de ‘Marca’. En general, y como hemos hecho todas las comidas y cenas en restaurantes de la ciudad, sobre todo en uno, casi siempre las hemos compartido con los diferentes compañeros de los medios, representantes, aficionados al atletismo desplazados a tierras balcánicas y con los familiares de algunos de los atletas, pues el motivo original del viaje a Belgrado ha sido una vez más el seguimiento en las grandes competiciones internacionales de los deportistas de Soria, en este caso de Marta Pérez.

Con Alberto, Dani, Guillermo y Álvaro, además del viaje de ida, hemos compartido dos veces viandas. La primera, el jueves, nada más llegar, cuando nos hicimos amigos del propietario del restaurante de comida serbia situado debajo de nuestros apartamentos, amistad que duró unos minutos, hasta que se enfadó de verdad porque consideró que la propina que habíamos dejado era insuficiente. He leído que en Serbia es tradición dejar alrededor del 10% de propina. En ese restaurante desayunamos todos los días, por cierto, a lo grande, aunque con otros camareros.

La segunda comida que compartimos con ellos fue la del sábado, en un restaurante situado al lado del estadio, muy grande (el restaurante. Bueno, y el Stark Arena también, pues caben unas 20.000 personas para disfrutar sobre todo del baloncesto). En este restaurante, después de comer, y haciendo tiempo hasta la sesión atlética de tarde, utilizamos la pantalla de un ordenador para ver el final de la Milán-San Remo, pues varios de nuestros compañeros son tan aficionados al ciclismo como al atletismo.

En este mismo restaurante junto al estadio hicimos también la cena del sábado, con la familia de Marta, y la cena del domingo, una mezcla de una quincena de personas entre medios de comunicación y aficionados, esta vez llegados desde Aranda de Duero.

La mañana del domingo fue la única que no dediqué al atletismo sino al conocimiento de Belgrado. Muy cerca de nuestro hogar, a unos diez minutos, se encuentra el considerado barrio bohemio, Skadarlija. Me acerqué a conocerlo. A esas horas, alrededor de las 11.00 de la mañana, había poco ambiente, pero por todos los preparativos que observé tenía pinta de que a mediodía iban a estar a tope de animación todos sus bonitos restaurantes.

Desde Skadarlija fui, siempre a pie y pasando por el Parlamento y por la esbelta iglesia de San Marcos, hasta el Museo Nikola Tesla, situado justo al lado de la Embajada española. Quizás por el hecho de que me tocó compartir visita guiada con un grupo en serbio, creo que el Museo en sí no responde a las expectativas de uno de los inventores más famosos de la historia, pero no descarto haberme perdido algo porque me resultó demasiado pequeño.

A cambio, a unos diez minutos de este Museo, se encuentra algo muy grande, inmenso, uno de los más mastodónticos templos ortodoxos del mundo, el Templo de San Sava, que todavía no ha cumplido cien años. Es una gran nave de oro y mármol, con abundante iconografía y cientos de serbios ortodoxos entrando y saliendo para hacer una pequeña oración y para encender algunas velas.

Según se entra, a la izquierda, hay unas escaleras que bajan hacia la gran cripta del Templo de San Sava, pero justo este domingo había un evento privado y nos quedamos sin conocerla. Digo ‘quedamos’ porque allí ya me encontré con el resto de compañeros de piso y con Marta, para conocer el templo y para comer en un restaurante, el Madera, en el que los camareros llevaban mascarilla, lo que da una idea del alto copete, siempre dentro de nuestro nivel, de este establecimiento. Desconozco la legislación actual en Serbia, pero en resumidas cuentas nadie lleva mascarilla en ningún sitio.

Del Madera, en transporte público, fuimos de nuevo al Stark Arena para despedirnos del Campeonato del Mundo. Allí vimos vibrar a los miles de serbios con la medalla de oro en longitud de Ivana Spanovic (ahora Vuleta) y vibramos también nosotros con la medalla de plata del 4x400 (Hortelano, Cañal, Guijarro, Erta).

El gran momento del atletismo español había llegado la tarde del día anterior, del sábado, cuando Mariano García se proclamó campeón del mundo de 800. En 18 ediciones de Mundiales bajo techo, es el segundo oro para España, después del de Manuel Martínez en peso en 2003. Es curioso que, de 36 medallas, solo dos hayan sido de oro, frente a las 19 de plata y las 15 de bronce. En este listado no se cuentan las medallas de la competición matriz, los Juegos Mundiales de 1985 en París, cuando Colomán Trabado ganó el oro en 800, igual que Mariano.

Por lo que se refiere a Marta Pérez, creo que no hubo más atletas en este Mundial de Belgrado que hicieran lo que hizo ella: competir en dos pruebas (sin contar a los relevistas, y a falta de comprobación). Como una especie de reto, prueba y premio, se inscribió en los 1.500 metros y en el 3.000 (comprobación realizada, fue la única, tanto en hombres como en mujeres).

Por la mañana del viernes corrió la tercera semifinal del 1.500 y, por tiempos, logró clasificarse para la final. Por la tarde de ese mismo día, en un 3.000 de altísimo nivel, fue decimosexta. Completó su presencia en Belgrado con la final del 1.500 del sábado por la tarde, donde fue décima. En total, 30 giros al anillo serbio en dos días, y 30 veces por tanto que escuchamos los gritos de “¡¡Vamos Marti!!”, entre otros que ahora no recuerdo.

Sí, la última frase es una especie de broma privada para el grupo nuclear de este viaje, ese mismo grupo con el que tantas ciudades hemos visitado ya gracias al rey de los deportes.

La crónica del viaje quedaría incompleta sin una mención a la ciudad suiza de Ginebra, donde hicimos escala tanto a la ida como a la vuelta. Estas escalas duraron respectivamente seis y siete horas. A la ida, el jueves 17, algunos nos quedamos en el aeropuerto por cuestiones de trabajo.

El lunes 21, sin embargo, salimos todos a recorrer esta ciudad situada cerca de los Alpes y a orillas del Lago Leman. El grupo de Aranda de Duero fue a conocer la sede de las Naciones Unidas y la gran silla, uno de los símbolos de Ginebra y que les había quedado pendiente en la escala de ida.

Nosotros fuimos a conocer otro de esos símbolos, el gran chorro del Leman, y después preferimos dar un largo paseo hasta la vecina villa de Carouge. Éramos los del piso, sin Félix, junto a los ya citados Álvaro y Guillermo, además de nuestros fotógrafos Adrián y Sergio. De camino, nos tocó ayudarle a un argentino recién llegado a Suiza a montar su recién estrenado slackline entre dos árboles de un parque.

Situada al lado de Ginebra, Carouge es una pequeña localidad muy agradable, sobre todo cuando un 21 de marzo a mediodía apenas se ve una nube, no corre nada de aire y la temperatura ronda o supera los 15 grados.

Comimos al aire libre, en la gloria, antes de coger el autobús que nos devolviera al aeropuerto. Al centro habíamos ido en tren, pero tampoco es una locura ir caminando entre el lago y el aeropuerto, como hicieron algunos en la escala de ida.

Ya en el madrileño aeropuerto de Barajas, donde nos esperaban mis padres, llegó la definitiva despedida antes de marchar cada uno de nosotros a nuestros respectivos hogares.

Belgrado:

Ginebra: