Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 186. 14-11-2018. Colombia (4). Cartagena: La ciudad amurallada

Una ciudad única

La mañana de hoy en Cartagena de Indias la he dedicado a lo mismo que ayer, a poca cosa más allá de algunas compras cerca del hostal, lectura, planificación y compras de lo que va quedando del viaje por Colombia...

Había reservado la tarde para conocer el centro histórico, el interior de la ciudad amurallada, aunque el barrio en el que me alojo, Getsemaní, también se encuentra dentro de este gran recinto histórico. Pero como he podido comprobar hoy, nada que ver.

Realmente, estoy muy cerca del puro centro, ni diez minutos a pie. El recinto amurallado de Cartagena lo forman otros tres barrios además de Getsemaní: San Diego, La Matuna y Santa Catalina. En un día tranquilo de mañana y tarde da tiempo a visitar los cuatro y haciendo varias paradas para compras, tomar algo y ver algún museo.

Al fondo, la Catedral

De los tres que no había visitado, el que da merecida fama universal a Cartagena es el de Santa Catalina, llamado con el mismo nombre que la catedral de la ciudad caribeña.

He salido del hostal a las 16.30. Llovía, pero no tenía más opciones y, además, pronto ha parado.

Este centro histórico está abarrotado de turistas y de muchas de las cosas que rodean a un lugar con tanto turismo: cientos de puestos callejeros de cualquier cosa, tiendas de recuerdos, bares y restaurantes, coches de caballos, artistas que te improvisan un rap a cambio de algunas monedas, mucha policía, preciosos edificios coloniales, plazoletas con encanto, iglesias y conventos...

La muralla, la mejor que se conserva en toda América, da sentido al hecho de que Cartagena sea el destino turístico más importante de Colombia, para lo cual también han sido muy importantes el esfuerzo por mantener la seguridad, las playas y la fiesta, la rumba que dicen en Colombia.

Mi paseo vespertino ha durado algo más de dos horas. Me lo he organizado para que la hora del atardecer me alcanzara en el Café del Mar, ubicado en plena muralla. He llegado alrededor de las 17.30.

La Catedral, con la noche caída

Ya sabía que hoy no era el día idóneo para visitarlo. Su fama se debe a que los atardeceres desde allí son espectaculares en días despejados, lo que hoy no era el caso. Al menos, no llovía.

Antes del Café del Mar he intentado entrar a los Museos de la Esmeralda y del Oro, pero solo he podido al primero porque el segundo está cerrado durante algunas semanas.

Y, después del Café del Mar, me he acercado hasta la Catedral, el Convento de San Agustín y me he dirigido hacia el barrio de San Diego. 

Entre que ya había dado demasiadas vueltas y que el plano que me han dado en el hostal era más alegórico que a escala, ha llegado un momento en el que no podía garantizarme el camino de regreso a casa.

Como en los viejos tiempos, me ha tocado preguntar a los viandantes por la calle de la Media Luna. De nuevo, no estaba ni a diez minutos, pero justo hacia el otro lado del que había iniciado el paseo.

Pronto he llegado al hostal, en el que pasaré la última de mis tres noches aquí. 

Hoy más que ayer me he dado cuenta de por qué Cartagena de Indias tiene la fama universal que tiene.