Hay dos grandes modalidades de viajes en barco: los cruceros circulares y los trayectos lineales. Con la competencia de tiempo y precio que suponen los aviones, los barcos cuentan con dos grandes atractivos.
El primero es el propio vehículo y las relaciones que en él se facilitan, la vida a bordo. Los grandes barcos de recreo cuentan con más oferta de ocio que el 99% de las ciudades del mundo. Yo crearía directamente una ciudad flotante, en la que las generaciones fueran sucediéndose.
El segundo gran atractivo es el medio, ya sea el río (en sus orillas es donde mejor se percibe la vida), ya sea el mar (el mar no tiene competencia, asomarse en un día de calma desde la cubierta, durante horas, o sentirse ínfimo en un día de tormenta).

Por eso, y aunque me encantaría participar también en uno de esos cruceros en los que no te da tiempo a nada cuando llegas a los puertos, tengo más ganas de hacer un gran viaje lineal.
Mi sueño sería atravesar el Pacífico. Si los mapas del mundo no fueran eurocentristas como lo son, nos daríamos cuenta de la total grandeza del gran océano.
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Considero que de momento solo he utilizado el barco como medio de transporte viajero un par de veces. Una, entre Tenerife y El Hierro, en 2011. La otra, entre el Cabo Norte y Narvik, en 2009. Ojalá una de las siguientes sea entre Panamá y Yokohama.