Una
sonrisa, la más bonita que creía poder existir, me llevó a
estudiar Óptica y optometría, yo que siempre fui de Letras Puras.
La misma que me empujó a aprender francés, cuando lo mío eran las
declinaciones latinas, ya saben, rosa - ae. Y hasta a viajar
como voluntario a la República de Chad, siendo que lo más lejos de
casa donde había estado era de veraneo en Cambrils. Pero en cuanto
pisé suelo africano, se me cayó la venda de los ojos. Descubrí
unas gentes tan humildes como agradecidas. Y que quieren que les
diga, la sonrisa que te regala un niño al estrenar sus gafas
recicladas sí que es realmente hermosa. Y esa no se olvida jamás.