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La Puerta del Carmen

LA PUERTA DEL CARMENSolía sentarse en una de las mesas del Café y contemplarla a través del cristal durante horas. La recorría una y otra vez con la mirada deteniéndose en aquellas cicatrices causadas por la artillería enemiga siglos atrás. Los vehículos circulaban sin cesar en torno suyo sin ver en ella más que otra glorieta de la ciudad. Una puerta por la que nadie entra –pensó. Y movido por esta idea, abandonó el establecimiento, sorteó no sin fortuna el aluvión de coches y una vez ante el monumento, avanzó decidido. El ir y venir de gente era constante al otro lado. Sin dudarlo se sumó a las tareas de defensa de la ciudad. El Francés no tardaría en atacar de nuevo.