El ocupante de la habitación 321 es conocido por ser el paciente más paciente de todo el hospital. Espera sin rechistar a que le cambien el gotero o le sirvan la comida. Siempre tiene una palabra amable cuando el médico o la enfermera se disculpan por la tardanza. Irradia serenidad a pesar de que aguarda desde hace tiempo a que le sea trasplantado un nuevo hígado.
No se preocupe por mí. Atienda antes a los otros enfermos. Yo no tengo prisa – repite cada vez que asoma por la puerta La Muerte para llevárselo consigo.
Ilustración: Lola Gómez Redondo
Ay, la paciencia…esa gran virtud que escasea tanto en esta vida moderna…
Como era aquello? Dios mio dame paciencia que como me des fuerza lo mato? Je je.
Pero la paciencia no era una pasta redonda y dura?
Anda que no habré comido paciencias en casa de mis abuelos. Muy apropiado el nombre. Hay que ser pacientes y esperar que la saliva las reblandezca. De lo contrario igual te dejas un diente.
Y ese hígado que ni está, ni se le espera. Un toque de humor negro, me encanta. Beso!