
Murió de nostalgia – dictaminó rotundo el doctor desechando así la idea de un cáncer de estómago o la posibilidad de envenenamiento por arsénico.
¿Está seguro?
No me cabe la menor duda – sentenció el galeno deteniéndose en el plato de estofado del finado donde las hojas de laurel dibujaban una suerte de corona.
Ilustración tomada de Wikipedia
Le petit cabrón como lo llama Arturo Pérez-Reverte en La sombra del águila.
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