
En cuanto retiraron el panel, nos fundimos en un emotivo abrazo, incapaces de contener las lágrimas entre los entregados aplausos del público. Aquella no era la novia de mi adolescencia a la que hacia décadas que no veía. Estaba completamente seguro porque no existía. La inventé en la carta que escribí a aquel programa de televisión. De ahí mi cara de asombro cuando descubrí que había alguien al otro lado, alguien tan solo como yo.