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Vintage... ¿montaje?

El otro día aproveché una charla con otros músicos para departir largo y tendido sobre instrumentos; los del gremio nos tenemos que dar réplica en estos temas entre nosotros, porque para los ajenos al mundillo es un tostón insufrible. Cuando más catártico se puso el asunto fue cuando llegamos al apartado vintage. “De época” y “clásico” son dos traducciones al español perfectamente válidas para ese concepto, que no es nuevo, y que denomina a todos aquellos objetos del año de Maricastaña que nos traen recuerdos y añoranzas o que resultan piezas de valor incalculable porque ya no se han vuelto a fabricar (o sí, pero con peor calidad). También se le llama así a la tendencia estética que imita los estilos y maneras del pasado, que pueden ser los años 40 o el 2005, porque nos encanta pasar las cosas a ese saco.

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Yo le explicaba a mis amigos mi perplejidad y desorientación acerca de qué años eran los buenos en una marca concreta y en cuales la producción fue desastrosa, porque al igual que en la novela de George Orwel 1984, “el pasado es alterable”, y si hace 5 años los “entendidos” decían que la casa en cuestión hizo porquerías indecentes durante los 70’s, ahora resulta que dicha década fue una época estupenda y esos instrumentos son el recopetín... Quizá debería aclarar que dichos “doctores en la materia” suelen ser gente que compra y vende instrumentos, bien profesionales o simples amantes del género, y claro... la oferta y la demanda marcarán qué es bueno y qué es malo, a quién amo y a quién odio.

Creo que es bastante evidente que a la sociedad de consumo se nos ha ido la flapa muchísimo con el asunto vintage y hay tal pajillerismo que en el mercado de segunda mano se están forrando con las antiguallas que les estorbaban en el trastero. En la empresa privada, que no son tontos y a fin de cuentas están para vender, están sabiendo exprimir muy bien la naranja: las reediciones de objetos de culto valen casi tanto como si fuesen originales, y en muchos casos lo único que tienen igual es el color o una pegatina.

STAGG+ETUI+TWEED+RECT

No voy a rebatir que, hablando de productos concretos y de marcas determinadas, hubo épocas en las que hilaron más fino que en otras. Ahora bien, que alguien pague 3000 o 6000€ por una guitarra (por seguir con el ejemplo), por muy de la “Edad de Oro” que sea, cuando su equivalente a día de hoy no llega ni a la mitad, me parece que deja en entredicho, con todos los respetos, la escala de valores e incluso la inteligencia del comprador. Puede que suene algo mejor que una actual (no necesariamente), pero esa calidad difícilmente será 5 ni 10 veces la de una de 600 u 800€ como para justificar esa cifra, y SE TOCA IGUAL y SIRVE PARA LO MISMO. Sumado a todo lo anterior, es más que probable que con tantos años a las espaldas haya piezas oxidadas, deformadas, rotas o directamente caducadas, y teóricamente al músico le debería importar el valor del instrumento como herramienta para hacer música y no como objeto de coleccionismo onanista, que sirve para poco más que especular.

¿O es que acaso meterías ese prohibitivo tesoro en una furgo trotona donde va a ir dándose coscorrones durante 700 kilómetros para luego tocarlo en un escenario cutre lleno de mierda donde el cantante igual te lo tira al suelo al pasar? NO, claro que no, y por una sencilla razón: los 17 borrachos que te están viendo no tienen ni idea de qué marca es tu guitarra, cuantísimo vale ni lo afortunados que sois los poquitos que la tenéis, y les da lo mismo que toques esa que una taiwanesa de 60 euros... Tan ignorante audiencia no merece estar en presencia de esa reliquia tuya que cuesta más que todas sus almas juntas, así que prueba con esa baratija que acabo de mencionar, ya que igual un día te haces famoso y te sucede lo que a aquel paupérrimo y aún desconocido Paul McCartney, que se compró un modestísimo bajo Höfner con forma de violín, y con los años dicho trasto ha terminado siendo el no-va-más y vale un Potosí.

Eddie Miller Leo Fenderlo

El motivo principal, por encima de la nostalgia y del coleccionismo, para gastarte esas burradas (proporcionalmente hablando en cada campo) en un objeto vintage es la EXCLUSIVIDAD: ya apenas existen porque no los fabrican desde hace siglos y el desgaste ha mermado la población. ¡Toma ya! De repente aquello que escasea se torna automáticamente en codiciado, ergo la calidad estará determinada por la cantidad: cualquier cachivache de hace 40 años, así fuese una bazofia recién salido de fábrica, es canela fina hoy día. Si un día se extinguen las vacas pagaremos millonadas por sus boñigas, y si no al tiempo...

A su vez, razones para buscar la exclusividad hay dos, a saber: la envidia y las ganas de ser envidiado, y los objetos vintage son ideales para esto. Como con todo, si mi vecino tiene tal chisme y yo no se me puede chulear, por lo tanto mejor me compro uno igual y montamos un club de guays afortunados. El día que todo el barrio lo tenga dejará de importarnos un carajo la marca, las manos que lo hicieron, el año, la serie y el cura que los bautizó a todos, porque ya no supondrá ninguna diferencia y posiblemente vuelva a ser visto como un trasto mundano y viejo.

Por otra parte, a cada era su tecnología punta. En décadas pasadas tal inventor o ingeniero y sus trabajadores serían perfectamente hábiles, y posiblemente los materiales y los acabados en ciertos productos fueran más selectos (también el resultado era bastante más caro en proporción; acuérdense de cuántos sueldos valían las primeras teles), pero en algo habrán beneficiado al producto final de la industria los avances de los últimos 30, 45, 60 años… Basta con preguntarle a un agricultor o a una lavandera, a ver si te cambian sus actuales herramientas de trabajo por unas de época o te mandan directamente a ese sitio… Retomando una vez más las dichosas guitarras, me troncho de risa cuando me encuentro al que se compra una réplica del modelo Tal que la marca Cual sacó en 1959 y la quiere también con la tara de serie en el clavijero que las hacía desafinarse constantemente y con el acabado en nitrocelulosa que fue retirado del mercado por tóxico. ¡Claro que sí, hombre! Oye, ya que estamos ¿por qué no reconstruimos la central de Chernobyl con los mismos tejados de uralita y la volvemos a volar por los aires, que es lo auténtico?

antigua-fabrica-macosa

A eso hay que añadirle nuestra tendencia a idealizar las cosas con el devenir de los años y a amueblar nuestros recuerdos como nos conviene... En tu juventud maldices a la radiofórmula porque sólo pincha las porquerías de moda y celebras cada avance en la tecnología digital que te va abaratando la música y ahorrando espacio; al cabo de unos años te gastas un dineral en un álbum de aquellos “porque ya no hacen música como la de entonces” y además en vinilo “porque tenía otro sabor”...

En resumen, que si llevamos más de medio siglo haciendo las cosas mal y yendo hacia atrás, invirtamos en I+D+i para inventar de una vez por todas una máquina del tiempo y larguémonos a vivir al pasado, que parece ser que siempre fue mejor y todo lo del pasado molaba más.

Yo, sin ir más lejos, si un día tengo la desgracia de padecer cáncer me someteré a un tratamiento vintage, probablemente inyecciones de quimio del ‘64 o ‘65', ya que aquella fue la época dorada de la empresa farmacéutica, y me ingresaré en una clínica donde el médico entre fumando en las habitaciones y las enfermeras lleven liguero y cofia, que queda muy auténtico, y que me trasladen en una ambulancia tamaño ranchera con una genuina amortiguación del año que reinó Carolo y una velocidad punta de 90 por hora por si acaso hay una urgencia. Para solazarme durante la convalecencia me compraré una radio de transistores que funcione a 125 voltios (que ya se sabe que estos aparatos se mean en el hi-fi de hoy día), una tele en blanco y negro de 14’’ de las que abrasan los ojos (cómo me van a envidiar las visitas) y hasta un ordenador de esos que ocupaban como una habitación entera porque aquello sí que eran ordenadores buenos de verdad, hechos en USA, y no las mierdas orientales que fabrican ahora...

ENFERMERAROBERTO RUIZ

Disculpen ustedes todo este patetismo exagerado y toda esta demagogia; son intencionados y su pretensión no es la de sonar convincentes, sino ridículos. Es la misma sensación que yo experimento cuando veo un amplificador de 50 años que cuesta más que un coche nuevo o me topo con un reality de subastas o casas de empeño, tan habituales ahora, y compruebo los disparates que paga la gente por un juguete roñoso con cero valor sentimental porque no fue suyo o por unos pantalones usados de antes de que ellos naciesen.

Pero recuerden no tiene tanto delito el caradura que pide esa cifra como quien entra al trapo y la paga.