Había preparado la entrevista con todo detalle, me había afeitado a fondo, la ducha había sido más larga de lo habitual, crema para la cara, para los pies, desodorante, lima de uñas, bras bras a fondo.
Aquí estoy examinándome para el trabajo.
Una plaza de camarero en la Zarzuela.
He enviado anteriormente un currículo, certificado negativo de penales, acta de bautismo y otra serie de requisitos, todos ellos imprescindibles para optar al puesto.
Allí me proporcionan un traje a mi medida, pajarita, guantes protocolarios, paño en el brazo izquierdo.
Me ordenan servir el vino, poner el pan, después emplato una 'vichisuá' y a continuación una lubina que preparo con destreza.
Finalizo con un cóctel de limón y me retiro.
El mayordomo me dice al oído, “enhorabuena, el puesto es suyo”, solo una cuestión: ¿No será político?
No, que va en mi familia somos anarquistas de toda la vida.
Y lo dije muy ufano.