Ahora que los chinos ya no son cuentos, son muy verdaderos, pasaremos al cuento español.
Hace tiempo que decidí elaborar las normas de la Casa de los Abuelos de Tardelcuende. Tienen un solo artículo y, en caso de suscitarse dudas, debemos remitirnos a él.
Artículo 1º: En la casa de los abuelos de Tardelcuende se hará siempre lo que los niños quieran.
Samuel y Elba estuvieron totalmente de acuerdo. A la mañana siguiente comienzan las hostilidades. Estos incipientes subversivos ya piden sus derechos. Con cuatro y seis años respectivamente.
Quieren ver los dibujos mientras guarrean el desayuno, no hacer la siesta, comer solo lo que les apetece y por la noche películas tipo ‘Madagascar’.
No quieren desayunar y prefieren ver dibujos en la tele. No quieren lavarse ni cambiarse, dicen que están bien como están.
El abuelo les dice muy serio: “Niños debéis desayunar, y sin protestar que os quedáis sin cromos”.
Elba, una fuerza de la Naturaleza siempre en guardia, salta enseguida: «Pero tú nos has dicho que podemos hacer lo que queramos».
Júa, Júa inocentes, ¿no sabéis que sois españoles?
No habéis leído la letra pequeña del contrato, no sabéis que el que tiene el poder y el dinero hace lo que le da la gana.
Tontitos, que las promesas son para que me queráis, después hago lo que quiero.
Yo si quiero os dejo sin paga, os doy verdura para comer y cenar, agarro el mando de la tele y veis lo que me de la gana, y si os ponéis chulitos os disuelvo y os mando a la car….. perdón a la cama.
Y si me da la gana, pues modifico las normas y os quedáis sin cabezudos, sin disfraces y sin fiestas.
Si me hartáis demasiado os desahucio y os vais a casa de tío Tino o tía Tina.
Ya os estáis lavando sin rechistar.
Samuel refunfuña y dice que no se lava, que yo haga lo que quiera.
Ya tenemos el contestatario, estos niños de ahora creen que pueden hacer lo que les de la gana, que pueden vivir sin trabas, que solo tienen que ser buenas personas y cumplir con sus estudios.
Claro, así llegan a mayores y piensan por su cuenta. Hay que tomar urgentemente cartas en el asunto.
No podemos criar niños en libertad, no podemos criar niños que sepan pensar, no podemos criar niños que tengan sus criterios definidos.
Indeseados gobernantes.
El mismo cariño y comprensión que yo podría esperar de mis niños de actuar así es el que pueden esperar ustedes de nosotros, que más parece quieran ser nuestros amos que nuestros gobernantes.
Atentamente, su humilde servidor que besa su mano.
Firmado. Inocente Borrego Amaestrado.