Blog | Por César Ferrero

Soria recóndita (I): de Huerta a Iruecha, por el GR-86

Soy un fan absoluto del GR-86, el ‘Sendero Ibérico Soriano’ de Gran Recorrido que da la vuelta a la provincia, haciendo más o menos una ‘curva de ballesta’ en sentido contrario a la del Duero, y cruzando la insospechada variedad paisajística de Soria. Marcado con manchas de pintura blanca y roja -como siempre imaginé adornados los mofletes de los sioux-, permite a los que no sabemos mucho de mapas y brújulas adentrarnos en las profundidades del más despoblado de los territorios españoles. Y rompe tópicos, al menos rompió los míos: antes de los cinco años que pasé viviendo en Soria creía que iba a encontrarme un inmenso secarral de espigas permanentemente agostadas; y encontré partes así, claro, pero mucho más, de todo menos mar. De nuevo: qué atrevida es la ignorancia.

 Como siempre me ha dado por eso de caminar, que es la forma más sentida de conocer cualquier sitio, en mi ya lejana época en el ‘Heraldo de Soria’ me lo recorrí de punta a punta para ir dedicándole una página semanal en el periódico. Eran varios cientos de kilómetros de etapas enlazadas, y costó tiempo y ayuda de mucha gente terminarlas todas, pero lo disfruté muchísimo. No sé si alguien más se las habrá recorrido todas aparte de sus ideólogos, que también imagino cargando con los botes de pintura por entre los peñascos: desde aquí mi homenaje eterno. Pero no creo que sean muchos.

 El caso es que cuando concluí aquello, hace más de una década, veía pese a todo que el GR-86 estaba cojo: olvidaba todo el cuarto sureste de la provincia, no sé si por razones presupuestarias (que suelen ser el lastre de todo proyecto) o por otras. Y no debía de ser yo el único, porque años después, cuando la vida me había alejado de Soria, me encontré con la noticia de que habían presentado la ampliación de ‘mi’ querido sendero: un nuevo tramo entre Santa María de Huerta y Alaló, más de 150 kilómetros extra para toparse con el sendero primigenio en la zona de Lumías.DSC_0006

 Esta prolongación abarca las tierras de Medinaceli al sur del río Jalón (o de la A-2 Madrid-Zaragoza, que casi imita el recorrido del río), y después continúa hacia el oeste por los altos de Barahona. La zona en buena parte anónima y muy poco transitada de parameras que enlazan los sistemas montañosos Ibérico y Central.

 Evidentemente, había que hacerlo. Hoy empezamos la ruta, ya veremos cuándo seguimos, en la medida en que se pueda…

 Primera etapa: llegar a la salida

Aunque la nueva guía de la prolongación sureña del GR 86 está explicada en sentido Alaló-Santa María de Huerta, por logística me conviene empezarla exactamente en sentido contrario, igualmente válido. La primera etapa es de 26 kilómetros –ojo, en algunas publicaciones oficiales se cifra erróneamente en 22- entre Santa María de Huerta e Iruecha, quizá el pueblo soriano más trabajoso de alcanzar por carretera, en esa cuña remota de Soria que se introduce entre las provincias de Zaragoza y Guadalajara. “Donde Cristo perdió el mechero”, dijo un amigo sobre este lugar. No entiendo del todo la frase, pero se nota que es muy lejos.

 Cuando no se emprende una senda circular, como esta vez, el senderista se encuentra con un problema: terminas tan lejos como kilómetros hayas recorrido, y a menudo no dan las energías, el tiempo o las ganas (por no repetir trayecto en sentido contrario) para retornar. Eso se soluciona con el viejo truco de los dos coches: ir con ambos directamente a la meta, dejar uno allí, volver en el otro hasta la salida, alcanzar de nuevo la meta a pie y recuperar el primer coche para rescatar el segundo. Pero eso implica al menos dos personas y dos autos, y no es el caso.DSC_0014

 Así que habré de arreglármelas de otra manera: tren hasta Arcos de Jalón y ahí, autostop hasta Santa María, que dista menos de 10 kms. Cuando llegue a Iruecha, retornar a lugares más poblados no me hará falta inmediatamente, en principio. El censo de este pueblo no da ni 20 habitantes, y no hay allí ningún lugar donde pasar la noche. Pero en la mochila viaja mi vieja tienda monoplaza de 980 gramos, inmune a la lluvia y cómoda de transportar, montar y desmontar, aunque poco útil para el frío. Sin embargo, es abril y hace buena temperatura. Mañana, si hay ganas y los pies soportan las botas nuevas, que ésa es otra, seguiré por el GR. Y si no, ya se verá. No hay prisa.

 No sabía que la vieja carretera general se fusiona ¡justo en Arcos! con la A-2, cuando desde Medinaceli lleva un recorrido paralelo pero independiente; así que me tengo que ir a la gasolinera de la salida hacia la autovía a blandir el pulgar, y los conductores no me hacen ni caso durante dos horas y media… Lo de hacer dedo es cada vez menos común, y se nota. De un centenar de vehículos que pasan por la gasolinera o la vía de servicio anexa, ninguno hace amago de parar. Un camionero rumano que trabaja en Soria se apiada de mí, finalmente. Podría haber ido andando por alguna pista entre las parcelas, pero ya voy a caminar bastante por la tarde…

 Santa María de Huerta es una localidad de sobra conocida por su monasterio cisterciense. En el lateral de uno de sus muros está el panel de inicio de esta etapa del GR, con las claves principales del recorrido de hoy. Básicamente llano en su primera mitad, por entre los campos de cultivo; ondulado y con tendencia ascendente en la zona de sabinar que surcaré a continuación.

Hay que tener cuidado en Huerta porque por ahí pasa también el Camino del Cid o GR-160. que puede dar lugar a equívocos, como me sucede a mí; mejor preguntar a algún paisano por el camino de siempre a Montuenga de Soria, una pista sin asfaltar que siguen las marcas blanquirrojas (tanto del GR-86 como del GR-160, en recorrido compartido hasta la localidad vecina). Una vez encontrado por donde salir está todo perfectamente marcado hasta Iruecha. Son unas seis horas y media de caminata marcada como de dificultad ‘alta’ pese a que las pendientes no son muchas.DSC_0029

 Del cereal al sabinar

Ondulados campos de cultivo conducen nuestros pasos en busca de Montuenga, a poco más de 5 kilómetros en línea recta. Nuestro destino inicial se ve perfectamente por su singular y dominante castillo, que parece una muela gigante en medio de la llanura, tan desgastado por el tiempo que se confunde en aspecto con la roca donde se asienta. Está declarado Bien de Interés Cultural, y formaba parte de la línea de fortalezas de la frontera entre Castilla y Aragón que fue cambiando de manos árabes a cristianas; se supone que su origen es moro, después reformado por los nuevos dueños...

 El GR entra en el pueblo dejando el castillo a la izquierda y buscando el cementerio, en la otra punta. Disfrutemos de las edificaciones y los posibles vecinos, porque no hay más civilización hasta Iruecha, dentro de 21 kms. La ruta sigue inicialmente por los campos de cereal y cerca de los cerros pelados, a la vez llenos de la vida que le dan las calandrias y otros pájaros de la llanura como. Unos kilómetros más en los que el paisaje va cambiando: los sembrados nunca llegarán a desaparecer, pero los bosquetes son cada vez más comunes y enseguida el entorno se hará básicamente forestal. No en vano surcamos aquí el LIC (Lugar de Interés Comunitario de la UE) ‘Sabinares del Jalón’, de 19.000 hectáreas, que incluye también pequeños cañones y encinares, pero se basa en la presencia de la sabina albar, árbol poco común en general y que en esta zona tiene una de sus máximas densidades europeas, por más que en esta misma provincia, en las zonas de Calatañazor y Abejar, crezca otra buena representación.DSC_0049

 Un desvío de 90 grados nos saca del camino que llevábamos para dirigirnos, por la derecha, a un pequeño túnel que pasa bajo la vía del AVE Madrid-Zaragoza, convoy antecedido siempre por un extraño y potente trueno que rompe el silencio del paraje. Y de ahí, a 14 kilómetros de Iruecha, nuestras botas notarán que hay más sube-baja que antes: todo lo cultivable está entregado al cereal, verde por estas fechas, pero gran parte del terreno son laderas o elevaciones impracticables tomadas por las oscuras sabinas y carrascas, por donde las señales nos guían hábilmente. Tras una breve y empinada cuesta abajo pasaremos también por mitad de un pequeño y agradable cañón.

 La Soria recóndita parece no tener fin. En mi recorrido, el pasado jueves, no hallé un solo humano entre Montuenga e Iruecha, salvo un lejano tractor en marcha, digo yo que pilotado por alguien… En cambio, grupos de corzos a la fuga surgían a la vuelta de cualquier recodo. Desde el aire vigiló un rato, quieta en el cielo, el águila culebrera; no es un día soleado de esos que activan a los reptiles, pero ha de buscarse el sustento.DSC_0068

 Iruecha y una noche fría

Por fin, desde un altozano, se divisa Iruecha, más grande de lo que haría pensar su censo, con muchas casas cerradas a diario a la espera de los visitantes de fin de semana. Salta a la fama provincial cada 20 de agosto, en su peculiar fiesta de moros y cristianos a caballo de la Soldadesca, y después parece quedar en el olvido aquí, apartada de todo. Cuando llego está oscureciendo y contemplo desde la lejanía cómo se enciende el alumbrado municipal.

 Monto la tienda en una de las eras pegadas al pueblo. Se me ha echado la noche encima y no puedo elegir bien el lugar, aunque el suelo es medianamente cómodo y blando. Durante todo el día me ha chispeado a ratos, nada preocupante, y poco después de plantar mi pequeña casa llueve con ganas, intermitentemente. Todo bien porque mi hogar portátil está especializado en eso.DSC_0082

 Hasta que, de madrugada, me sorprende un sonido similar a la lluvia pero más pausado, más disperso. No me esperaba esto: está nevando… y no deja de hacerlo hasta el amanecer. Tengo que patear el techo de la tienda de vez en cuando, pues se abomba por la acumulación de manto blanco… El frío se nota, complicando el descanso: en mi cabeza el invierno ya quedó atrás ahora que abril está en marcha… Por la mañana el paisaje ha cambiado por entero, es absolutamente blanco, y parece mentira que mi habitáculo haya aguantado.

 Los 10 centímetros de nieve que taparán algunas marcas y los pies machacado por el calzado nuevo, algo que sabía que iba a suceder pero me negaba a asumir, me convencen de que por hoy deje mi reencuentro con el GR-86. Los pies y el pulgar me devuelven a Arcos. Por cierto que me cruzo con una decena coches en toda la mañana, y solo para el primero, conducido por Mohamed, un pastor marroquí de la zona que me ahorra casi la mitad del trayecto. Un rumano y un marroquí han respondido a la petición de ayuda del pulgar. De los patrios, ninguno. No creo que sea casualidad…DSC_0086