Blog | Por César Ferrero

El valle de las aves gigantes

El mundo perdido y el embalse del Burguillo, desde el puerto de Casillas El mundo perdido y el embalse del Burguillo, desde el puerto de Casillas

Lo bueno de algunos espacios protegidos es que son santuarios para especies que fuera de ellos han sido masacradas; lo malo de esos mismos lugares es que, por lo tanto, no te dejan hacer casi nada dentro, ni salirte de áreas muy concretas. Es el precio que hay que pagar para la conservación, y no hay mucho que objetar. ¡Quién tuviera el salvoconducto del Gran Khan para poder entrar en ellos! Un ejemplo de esos reductos es la Reserva Natural del Valle de Iruelas, en Ávila, extremo este de la Sierra de Gredos. Espectacular y serrano santuario botánico y faunístico de 8.828 hectáreas. Tan magnífico como solitario.

La realidad es que la mayor parte de su extensión es zona de uso restringido. En su interior hay un camping al que se llega por una carretera revirada, vía que acompaña al riachuelo que da nombre a la reserva y une el embalse del Burguillo, en la zona baja, y el puerto de Casillas, en la superior. ¡Pero ojo!, aunque en muchos mapas figure todo esto como una carretera completa, mienten. Unos 4 kms. aguas arriba de la zona de acampada, de pronto el asfalto se descarna y se convierte en malísima pista forestal hasta el alto, poco recomendable sin un buen 4x4. Desde el camping se pueden realizar dos pequeñas rutas marcadas a pie. Y desde el puerto otras dos. La carretera también es transitable, y hay un Sendero de Gran Recorrido, el GR-10 de Gredos, que pasa por el borde norte, pegado al embalse pero sin profundizar. Nada más. El resto… para la madre naturaleza.

¿Qué hay en Iruelas, como para tanta protección? Pues nada menos que la mayor colonia de buitre negro de Castilla y León. Es otra de las perlas de la fauna ibérica, el ave más grande de Europa, si nos atenemos a su envergadura alar: hasta tres metros puede medir, de punta a punta, y llega a pesar 8 kilos. En este valle secreto conviven más de 80 parejas del enorme y gregario carroñero de color chocolate puro, que hace sus nidos en los árboles, aquí en algunos de los altos y abundantísimos pinos pinaster que crecen en las faldas.

Buitre negro, estrella de Iruelas (FOTO: www.online-utility.org) Buitre negro, estrella de Iruelas (FOTO: www.online-utility.org)

Su majestuoso vuelo estuvo a punto de desaparecer de los cielos españoles hace pocas décadas, cuando en los años ’70 su población no pasaba de 200 parejas, víctima de la destrucción del hábitat y el veneno, problema que persiste. Rapaz característica del bosque mediterráneo, llegó a poblar prácticamente toda la Península Ibérica, Soria incluida: de esta provincia desapareció a mediados del siglo XX. Y aunque ahora vaya a más gracias a su protección estricta, lo que no ha cambiado tanto es su distribución, más restringida que antaño: se limita al cuadrante suroeste peninsular y Mallorca.

El censo nacional de 2006 da entre 1.845 y 2.440 parejas en España, y se estima toda la población planetaria en unas 10.000: vive desde aquí hasta la China, literalmente, pero como se ve, una vez más España es su gran baluarte, al menos en Europa. Y en Castilla y León, se limita a la montañosa frontera sur, Salamanca-Ávila-Segovia. El 30% de la población autonómica se concentra en este valle de Iruelas. No conviene despistarse con su cuidado, ni molestarle, menos aún en época reproductiva. Dejémosle al súper necrófago este pequeño principado. En cualquier caso, recorriendo lo que se puede de la Reserva nos deleitará con unos planeos. Garantizado.

Yo no sabía ni que existía este olvidado espacio abulense, hasta que, en una época de mi vida en que buscaba cascadas naturales para un libro, me lo descubrió una mirada distraída a una tele donde emitían el programa de caza y pesca Jara y sedal. Mostraba a unos pescadores metidos casi hasta la cintura en un riachuelo potente, a los pies de un pequeño pero precioso salto de agua. Los títulos de crédito me dijeron dónde era. Desde entonces, nunca pasa más de año y pico sin que me acerque a Iruelas. Aunque el cuerpo me pida patear mucho más de lo autorizado, con sus pequeñas excursiones basta para que la vida te salte a los ojos. Esta semana he repetido.

Sur: del camping al mirador

Teniendo claras las restricciones antes comentadas, señalemos que hay dos accesos para la Reserva: el del norte, la parte más baja altitudinalmente; y el del sur, justo al contrario, por la barrera de cumbres que cierra el valle. En ambos extremos se sitúan las cuatro rutas marcadas, dos por acceso. Cerca de la entrada del norte podremos disfrutar de las rutas circulares: la pequeña Senda Botánica y la del Mirador de la Lancha de las Víboras. Y desde el extremo sur, desde el puerto de Casillas, parten otras dos sendas, lineales: la subida al Cerro de la Escusa, el pico más alto del entorno (1.959 metros); y el colladeo-bajada hasta el área recreativa de Las Barrancas, pasando por el curioso Pozo de Nieve.

Puede llegar a casi tres metros, de punta a punta de las alas (FOTO: Kersti Nebelsiek/www.online-utility.org) Puede llegar a casi tres metros, de punta a punta de las alas (FOTO: Kersti Nebelsiek/www.online-utility.org)

Empezando por el norte, para llegar allí en coche habría que seguir la general Soria-Segovia-Ávila, y desde la capital de las murallas tomar la N-403 hacia El Barraco y El Tiemblo. Poco antes de esta última localidad, la segunda vez que la carretera pasa sobre el embalse del Burguillo –primero del fantástico río Alberche, donde van las aguas del río Iruelas-, encontraremos bien marcado el desvío a la derecha, hacia la Reserva y luego hacia el poblado de Las Cruceras. En poco más de 5 kilómetros desde el dique del embalse, dejamos atrás el centro de visitantes (abierto solo los fines de semana) y el desvío hacia el camping, que está a un kilometrillo de la vía principal.

Aparquemos ahí, porque desde el mismo parking parten las dos rutas norteñas. La primera, por sus inmediaciones, es una sencillísima Senda Botánica (menos de 2 kms.) que da a conocer algunas de las especies de plantas más características de Iruelas. Hay hasta 700 variedades vegetales descritas en este pequeño espacio.

Nada más la terminemos, podemos emprender la subida al Mirador de la Lancha de las Víboras, cuyo inicio casi se toca con el de la Senda. Apenas se trata de 3,4 kilómetros de recorrido circular, subida y bajada hasta dar de nuevo con el camping. La dificultad es escasa, aunque el primer tramo es de 20 ó 25 minutos de zigzagueo ascendente entre el pinar. Pero nos sorprenderá la absoluta belleza y soledad del imponente bosque de coníferas, y su capa arbustiva de zarzas, rosales silvestres y otros. Pasaremos también entre los grandes bloques graníticos donde se asienta la pequeña caseta del mirador hacia otra de las gargantillas secundarias. Caseta hoy bastante machacada por los vándalos.

Los buitres negros, probablemente, nos sobrevuelen desde los primeros minutos. Pero también otros personajes forestales como el arrendajo, el azor o el águila imperial, la madre de todas las joyas: al menos una pareja tiene aquí su nido.

El rincón de los duendes

Cascada encantadora del río Iruelas Cascada encantadora del río Iruelas

Quedan las dos rutas de Iruelas-sur, las de las cumbres, con impresionantes vistas de todo el valle. Y como adelantamos, de no mediar todoterreno que nos permita tirar directo carretera/pista arriba hasta el puerto de Casillas, vamos a tener que dar un poco de vuelta en coche para alcanzar éste, desde su otra vertiente. Pero antes de echar a rodar, una sugerencia, y si es posible a pie. Sigamos con las botas y los prismáticos, volvamos desde el camping al cercano cruce con esa carretera principal –aún asfaltada, aquí- y subamos por ella un kilómetro aproximadamente. Allí, a la derecha, hay una pequeña explanada donde entran un par de autos, y unos bloques de piedra se han colocado precisamente para que no quepan más. Es el lugar.

Metámonos en este punto hacia la derecha, entre los robles melojos, y en unos metros de bajada daremos con el estrecho río Iruelas. Los últimos pasos ya son guiados por el propio estruendo, aguas abajo, donde se esconde aquella cascada de Jara y sedal: apenas un escalón pétreo de 4 metros cuadrados por donde brinca el líquido elemento, pero extremadamente encantador, mágico.  Si tenemos la suerte de que no haya nadie más, que será el 99,9% de las veces, el contexto será perfecto para deleitarnos junto a su poza. Cualquier duendecillo escogería este rincón para vivir. El martes había uno especial: el mirlo acuático, el increíble pájaro buceador. Tan inactivo y contemplativo como yo, tomando el sol sobre una roca de la orilla.

Norte: y del puerto a la cumbre

Para alcanzar el acceso meridional, hay que rodear toda la Reserva, dando una vuelta motorizada de unos 40 kms. Volvamos a la carretera N-403 y sigamos alejándonos de Ávila capital. Una decena de kilómetros después, un atajo a la derecha –bien señalizado hacia los Toros de Guisando, monumento histórico- nos comunica con la carretera 501 hacia Plasencia. Otros 13 kms. después, desvío breve y subida al pueblo de Casillas.  Lo cruzamos entero según venimos, siguiendo las flechas de tráfico por entre callejas imposibles, y a la salida nos toparemos con un desvío hacia la piscina ‘La Manotera’.

El Pozo de la Nieve, desde fuera El Pozo de la Nieve, desde fuera

Por ahí se sube al puerto de Casillas, son unos 4 kilómetros y los cruces están señalizados. ¡Cuidado!, aquí también están sin asfaltar los últimos 2 kilómetros aproximadamente. Yendo despacio no tiene que haber problema para cualquier turismo; pero si le tenemos mucho aprecio al auto, mejor dejarlo abajo y caminar un poco más.

Desde el puerto en sí, donde hay un refugio cerrado, obtendremos una sensacional panorámica del valle de Iruelas y el embalse del Burguillo. Ahora decidamos: cresteando hacia la izquierda o el oeste, en 6 kilómetros de PR-AV 22 para superar 500 metros de desnivel, alcanzaremos el vértice geodésico del Cerro de la Escusa, cúspide de la Reserva (1.959 metros). Las vistas también hacia más al sur, hacia el valle del Tiétar, memorables.

En cambio, si decidimos ir hacia la derecha (PR-AV 21), 3,7 kilómetros de senda más tranquila y sin perder altura, entre pinos sylvestris, piornos y pedruscos graníticos, dan con una construcción de tejado rojizo, el Pozo de la Nieve. Y podemos prolongar la caminata otros 2,7 kilómetros más hacia el este, hasta el área recreativa de Las Barrancas.

Almacén helado

El Pozo de la Nieve y su acceso El Pozo de la Nieve y su acceso

En este PR-AV 21, es obligatorio entrar en el Pozo de la Nieve, reconstruido en 1998 y que funcionó como tal hasta inicios de ese mismo siglo XX. Era un almacén de frío en los decenios anteriores al frigorífico. Por dentro –la puerta está abierta- es un pozo circular de 6 metros de profundidad y 50 metros cúbicos de capacidad, donde se guardaba la nieve compactada en invierno, bien tapada con hojas, para ir bajándola en los tórridos veranos a las posadas y tabernas de los pueblos comarcales.

Desde ambas rutas nos deleitaremos de nuevo con esplendorosos paisajes a nuestros pies, y con el vuelo de los buitres negros; sus parientes ‘menores’ –aunque son también enormes- los leonados, mucho más abundantes; la clarísima águila culebrera, en primavera-verano; las ciervas a la carrera; el escándalo del lagarto ocelado entre los matojos; o el tranquilo rumiar de los caballos. ¡Compañía no falta! Es todo lo explorable del valle de Iruelas. Disfrutémoslo.