Blog | Por César Ferrero

Cuatro incursiones en Guara, sin neopreno

‘Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara’. Desde la primera toma de contacto con estas letras ya suena a agreste, y así es. Se puede decir que la de Guara (Huesca) es la sierra prepirenaica por excelencia, y desde que se puso de moda el barranquismo uno de sus estandartes europeos, si no la capital. Un microcosmos de cañones y torrentes de 47.000 hectáreas, más otras 38.000 de zona periférica de protección, poco distinguible de 'intramuros'. Durante décadas mucho más conocido en Francia que en España, pero las tornas han ido cambiando.

Guara es propiamente el nombre de la principal sierra que abarca el espacio natural. Tiene un máximo de 2.077 metros de altura en el Tozal de Guara, y su orientación es este-oeste. Se levanta paralela al Pirineo, que se ve perfectamente desde esas alturas, pues el barrerón nevado se sitúa solo a unas pocas decenas de kilómetros al norte, en el sector de Ordesa y Monte Perdido. Pero en sentido amplio, Guara es también el conjunto de sierras perpendiculares a la principal (Arangol, Balcés, Sevil, etcétera), quebrados ríos sonoros (Flumen, Guatizalema, Isuala, Vero, Formiga o Mascún), centenares de barrancos y capiteles rocosos que los adornan.

Barranco de la Peonera, río Alcanadre Barranco de la Peonera, río Alcanadre

La combinación entre territorios calizos (la mayoría), areniscas y conglomerados ha dado lugar a un sinfín de peculiaridades geológicas en este pequeño universo, poblado también por multitud de rapaces rupícolas –las que construyen el nido en roca- y variedad vegetal, desde las encinas a las hayas, pasando por quejigos y pinos carrascos. Todo depende de qué parte del parque visitemos, y su orientación, pues la vertiente sur es mucho más seca que la norte.

No hay mejor forma de familiarizarse con esta inabarcable sucesión de parajes que atravesar sus barrancos por los mismos cauces. Vestidos con neopreno –el agua está gélida, siempe- y casco, y sobre todo acompañados por un guía de las variadas empresas de barranquismo que han proliferado en la zona. Ellos saben por dónde pasar con seguridad, a veces el rápel es indispensable y además no todos los barrancos son visitables durante todo el año, por cuestiones de caudal de los ríos o la época de reproducción de las aves.

Por el cañón de Mascún Por el cañón de Mascún

Sin embargo, la temporada alta barranquista ha terminado ya: se vienen los fríos y las nieves, las corrientes acuáticas habitualmente más escasas, el tiempo desapacible que no invita al chapuzón. Aún así, el parque no se volatiliza, ofrece infinidad de posibilidades senderísticas (y más). He aquí cuatro ejemplos de la mitad este del parque natural. Son solo paseos, cortos pero asequibles, que se pueden completar en un fin de semana. Perfectamente señalizados y de una belleza absoluta, que bastan para hacerse una idea del valor ambiental de esta comarca. Aptos para todos los públicos… ¿salvo el último?

Paseo 1: pasarelas del río Vero (2 kms.), en Alquézar

Rara vez se concentrará tanto atractivo en una ruta tan mínima, aunque con importante desnivel. Se trata de rodear el castillo-colegiata de la espectacular localidad de Alquézar, en el extremo sureste del parque, situado en un peñasco. Se baja al encajonado río Vero por el norte y se retorna por el sur, dando así la vuelta a la gran roca.

Pasarelas del río Vero,en Alquézar Pasarelas del río Vero,en Alquézar

Partimos de la plaza Mayor del pueblo, hacia la colegiata, y pronto hallaremos indicaciones para iniciar un empinado descenso por el barranco de la Fuente, de enormes paredones a los lados. 7 tramos de pasarelas de madera nos facilitan la tarea, equipadas con malla de alambre sobre las rampas y escalones, para evitar que resbalemos si hay mucha humedad. Porque allí se concentra mucha, tanto que la vegetación parece casi selvática, contrastando con la del entorno. Y en la roca existen plantas endémicas como el ‘trencapiedras’, que se aferra a las grietas de los barrancos.

Enseguida estamos en el río Vero, en el último tramo de su cañón; el anterior sector, muy divertido, es uno de los grandes destinos de los barranquistas principiantes. Previa visita a la oquedad llamada cueva de Picamartillo, que con ese nombre hace como que la excavaron humanos, lo mejor del recorrido está hacia la derecha, donde unas pasarelas metálicas pegadas a la pared natural nos permiten seguir el río sin mojarnos. Aunque, si hace bueno, ¡ganas nos darán! Tras pasar la antigua central hidroeléctrica volvemos a subir, con buena pendiente y entre olivares, hasta el casco urbano.

Paseo 2: Fuente de la Tamara (9 kms.), en Bierge

Barranqueras y, al fondo, el 'Huevo' Barranqueras y, al fondo, el 'Huevo'

Si hemos ido a Alquézar en coche desde Huesca capital, que es lo más normal, primero hemos tenido que pasar por Bierge, más al oeste. Desde aquí tomamos desvío a Aguas y el ‘Salto de Bierge’, y en un par de kilómetros por la carretera, antes del puente sobre el río Alcanadre, encontramos un aparcamiento a nuestra derecha, que sube: ahí dejamos el vehículo. Salimos del parking y hacia la izquierda enseguida nos guían las indicaciones de esta ruta sin pérdida, denominada S-1.

Y es preciosa. Coincide en su recorrido con el último tramo del más largo Camino Natural del Somontano de Barbastro, que enlaza aquí con el de la Hoya de Huesca. Así que no nos asuste, la duplicidad de señales. Seguiremos los postes con kilómetros regresivos desde el 51 hasta el 47. Pero rápidamente, y es lo más fascinante, nos perderemos de la civilización.

Estrecho de Fornazos (Foto: pirineosymass.blogspot.com.es) Estrecho de Fornazos (Foto: pirineosymass.blogspot.com.es)

 Primero caminaremos por una pista más o menos amplia, finalmente por un sendero que sube y baja varias veces siguiendo una de las laderas del barranco de la Peonera que excava el propio río Alcanadre, formador de meandros. Es otro de los cursos fluviales más frecuentados por los barranquistas, pues aquí no hace falta ni rapelar, y lo remontamos entre encinares, algún madroño y muchos pinares al fondo. También la formación rocosa que será nuestra referencia, el Huevo de Morrano. 

Tras varios amagos de sube y baja pronunciado, y nada más cruzar el Alcanadre por unas piedras colocadas al efecto (“Los puentes”, significa en árabe, aunque ya quedan pocos), concluye la ruta en el impresionante estrechamiento de Os Fornazos, tan radical que parece de pronto otro río. A su salida mana la fuente, en una poza turquesa a la que es difícil resistirse, a poco calor que haga. Y nadando un poco aguas arriba, aguantando una temperatura que espabila al más perezoso, se puede uno internar brevemente entre los paredones y alucinar. Mis compañeros y yo nos conjuramos para retornar el año que viene… vestidos de negro y por el lecho del río. Por ahora, solo queda desandar lo andado.

Paseo 3: Barranco de Mascún y despoblado de Otín (12 kms.), en Rodellar

Dolmen de Losa Mora, cerca de Otín Dolmen de Losa Mora, cerca de Otín

Esta ruta circular es la más completa y larga de estas propuestas, pues incluye dos barrancos, un dolmen neolítico y un tranquilo despoblado, de esos que combinan solemnidad y cierta tristeza. Y, en general, unos paisajes tremendos.

El acercamiento en coche pasa por Bierge, como en el anterior paseo, pero allí seguimos carretera hasta Rodellar, en 14 kilómetros de coche que se nos harán más largos por tanta curva y contracurva. Antes de entrar al pueblo, a la izquierda, está el parking. Y desde el extremo más cercano al pueblo, empieza la senda (S-3), que nos conduce al pequeño casco empedrado y al vecino barrio de Cheto. Enseguida nos adentramos en el barranco del río Mascún, mítico para los escaladores, como comprobaremos mirando a cualquier pared o arco pétreo.

Despoblado de Otín Despoblado de Otín

Tendremos que cruzar el río varias veces, con más o menos humedad en las botas dependiendo de la época. Poco después de una amplia curva a la derecha, poco después de habernos encontrado con la fuente de Mascún (manantial que sale del pie del cañón como por encanto, alimentando al río), nos desviamos a la izquierda por un barranco perpendicular, el de Andrebod. Lo que era agradable paseo se convierte en cuesta arriba durante un par de kilómetros, e iremos trazando progresivamente una curva hacia la derecha, hasta que llegamos a una loma por la que seguir hacia Otín.

Entre colinas arbustivas, repletas de boj, hallaremos primero el dolmen de Losa Mora. Dice la leyenda que un rey moro lo habría construido para enterrar allí a su amada cristiana, asesinada a flechazos por la intolerancia religiosa… Dice la ciencia que lo construyeron mucho antes, los pastores neolíticos de hace cinco milenios, para sepultar a sus muertos.

Universo geológico, de vuelta hacia Mascún Universo geológico, de vuelta hacia Mascún

Al rato, tras una pequeña vaguada, damos con el despoblado de Otín, que se quedó sin gente en los años 60 y que conserva casas en buen estado y representa un lugar ideal para el bocadillo. El paisaje, medianamente desolado, ofrece la perla –si las nubes lo permiten- del Monte Perdido, allí atrás. Viramos después hacia el sur, acercándonos de nuevo a los abismos, por entre viejos bosques de quejigos, algunos de ellos centenarios; y entramos de nuevo en el barranco de Mascún desde las alturas, en medio de una brutal lección de geología (cavidades, ventanas naturales, ‘dedos’ rocosos y todo lo que busquemos en el manual). El pronunciado descenso nos deja en el mismo río, y avanzando un rato arribamos donde el desvío a Andrebod. Resta solo volver a Rodellar.

Reto 4: vía ferrata del Espolón de la Virgen

Subiendo la vía ferrata del Espolón de la Virgen Subiendo la vía ferrata del Espolón de la Virgen

Sí, hemos cambiado de ‘paseo’ a ‘reto’. En ese mismo punto del cañón de Mascún que citamos al final del párrafo anterior, donde a la izquierda se abre el barranco de Andrebod, podemos fijarnos en cambio en el paredón de la derecha. Con algo de atención comprobaremos que unos rudimentarios escalones de metal ascienden por allí, como grapas gigantes insertadas a medias en la roca. Si nos alejamos y adquirimos un poco más de ángulo, comprobaremos que dichas grapas, no sin algunas sorprendentes curvas, llegan hasta una modesta ermita, la de la Virgen del Castillo. Poca cosa para grandes expertos, fenomenal para principiantes.

Esta vía ferrata, ideal para todas las épocas del año, está muy bien equipada (también con partes de cadenas de apoyo y pasamanos) y a ratos se asoma sin tapujos al abismo, remontando por la roca en vertical unos 120 metros de desnivel. Se tarda en torno a una hora en completarla, quizá menos, y desde arriba hay camino para volver a Rodellar. No hay más que subir como si fuera una escalera de mano, siempre acompañados por un experto y asegurándonos cada paso con los mosquetones. Pero quien se anime, que eche un vistazo panorámico, también bajo sus pies y compruebe lo mucho que ofrece Guara... sin neopreno, por ahora.

Vía ferrata del Espolón de la Virgen: por el retrovisor... Vía ferrata del Espolón de la Virgen: por el retrovisor...