Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 305. 19/22-5-2023

Viaje de reconocimiento de unos sorianos a Kosovo

Brezovica
photo_camera Brezovica

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Abandonada Macedonia del Norte, los mismos seis aventureros al bordo de su misma nave alquilada se dirigen (nos dirigimos) a un nuevo país: Kosovo. Asociado todavía su nombre a realidades demasiado diferentes del turismo, Kosovo es un país a medias, en el sentido de que lo reconocen alrededor de la mitad de los países que conforman las Naciones Unidas. Curiosamente, y a pesar de que el resto de los miembros de la Unión Europea sí consideran a Kosovo un país de pleno derecho, España no lo ve así, sino todavía una provincia de Serbia.

Viernes 19 de mayo

Cruzamos sin ningún problema y sin más desembolsos la frontera entre Macedonia y Kosovo. Al poco tiempo de cambiar de país, nuestro coche nos pide combustible. Paramos en una gasolinera. Ya no tenemos que hacer cálculos mentales para conocer el precio de los productos y servicios porque la moneda de Kosovo es el euro. Es fácil ver en bares o supermercados una moneda diferente. Son todavía dinares de Serbia.

En estos días en Kosovo, un país de unos dos millones de habitantes en menos de 11.000 kilómetros cuadrados (casi la misma superficie que tiene Soria), nos vamos a mover siempre por su zona sur. Lo primero que nos sorprende son los inmensos y larguísimos viaductos de las autopistas construidas o en construcción, necesarias para hacer más amables los desplazamientos en esta zona del país, muy montañosa.

De hecho, y siguiendo nuestro plan habitual, en esta estancia en Kosovo alternaremos ciudad y montaña, porque mar es imposible. El primer destino es Brezovica, una estación de esquí que, al igual que nos sucedió en la macedonia Mavrovo, se halla en plena temporada baja.

A la par que comemos en uno de los pocos restaurantes abiertos, buscamos para alojarnos un apartamento con televisión para ver la semifinal de la Euroliga de baloncesto, Barcelona-Real Madrid. Nos cuesta poco, tanto económicamente como en tiempo.

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Dejamos las cosas en el apartamento con varias horas de luz todavía por delante. De nuevo motorizados, subimos por la misma carretera hasta su final, situado a 1.750 metros sobre el nivel del mar y donde comienzan los telesillas que suben a los esquiadores que hasta aquí acuden en temporada invernal. Somos el único coche.

Apenas hay nubes, apenas hay viento. Hace una temperatura espectacular. Muchas de las montañas de este Parque Nacional Sarr en el que estamos, muy superiores a los 2.000 metros de altitud, aguantan todavía bastante nieve en ellas. Todo está verde y húmedo.

Brezovica
Brezovica

Desde esta misma estación de esquí parte un camino paralelo a las líneas de desnivel, que es el que tomamos para dar un paseo. Nos hacemos una foto en un lugar habilitado para ese fin y, tras un recodo, descubrimos una mancha de nieve ideal para deslizarnos sobre ella. Lo hacemos para darle un toque invernal al viaje y volvemos al coche.

Con él, bajamos hacia la carretera principal, a unos diez kilómetros, para tomar algo en Strpce (cinco consonantes consecutivas y una vocal) y para comprar unas pizzas, que degustamos mientras vemos el partido de baloncesto. Sobremesa y cama.

Sábado 20 de mayo

Despertamos en el mismo lugar donde nos acostamos, algo que siempre es de agradecer. Sin desayunar, nos dirigimos de nuevo hacia el final de la carretera. El objetivo era hacer una ruta de montaña para unos y almorzar para otros. Según abrimos la puerta del coche arriba, el viento era más fuerte y la temperatura algo más baja, así que cancelamos en diez segundos la excursión montañera y nos dirigimos a la capital de Kosovo, Pristina, primero por carreteras ‘comarcales’ y luego por una gran autovía.

Nada más aparcar frente a nuestro hotel, le preguntamos a la chica de la lavandería a la que acudimos qué podemos visitar durante nuestra estancia de esas horas en Pristina. Nos responde que Prizren, es decir, otra ciudad diferente, dando a entender que la capital del país carece de encantos especiales.

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Desoyéndola, iniciamos nuestro paseo por la ciudad. A los dos minutos de comenzarlo llegamos a una gran avenida y giramos a la derecha. Cada paso que avanzamos nos damos cuenta de que la zona es cada vez menos monumental, y pensamos que la chica de la lavandería acaso lleva razón.

Por suerte, después de bastante callejeo, vemos una señal que indica hacia el centro de ciudad y la seguimos. Al poco, nos encontramos con el Museo de Kosovo, gratuito, en el que pasamos unos breves minutos. Y poco después, nos topamos casualmente con la calle Fehmi Agani, donde ya sí vemos numerosos locales de muy buen gusto para comer o tomar algo. Nos detenemos en uno de ellos, en el que investigamos gracias a internet qué podemos hacer a partir de es momento.

Estamos muy cerca de uno de los lugares más icónicos de Pristina: las grandes letras de ‘New Born’, inauguradas el 17 de febrero de 2008, fecha de independencia del país. Cada 17 de febrero, estas letras se alteran o bien con nuevas pinturas o bien en su orden. Ahora, en vez de ‘New Born’ (recién nacido en inglés, en referencia al país recién nacido), se puede leer ‘No New BR’ (No -una- nueva república rota). Justo al lado de estas letras está el gran estadio de Kosovo, donde se juega un partido de Liga de la máxima categoría, creemos, con tres centenares de espectadores si llega. Es la última jornada del campeonato.

Biblioteca Nacional de Kosovo
Biblioteca Nacional de Kosovo

Desde allí, ahora sí, vamos al puro centro de Pristina, un lugar muy recomendable y lleno de ambiente. En una gran plaza, lo primero que vemos es una especie de exhibición de las fuerzas alemanas de la OTAN desplazadas en Kosovo, donde todavía operan unos 4.000 soldados de varios países de la OTAN en diferentes emplazamientos.

Esta plaza es uno de los extremos del gran Boulevard de la Madre Teresa. No entramos en ninguno de los restaurantes del Boulevard en sí, sino en uno de una callejuela, donde nos damos el enésimo homenaje gastronómico del viaje. Como no hay trilece de postre, nos vamos a tomarlo donde nos recomiendan, desandando el camino.

La pastelería Missini está muy cerca de otros dos de los monumentos principales de Pristina. El primero es la Catedral de la Madre Teresa, el mayor templo cristiano de la ciudad, lejos de la magnificencia de las catedrales que todos hemos visto en otros países de Europa. Mucho más interesante es el segundo edificio, la Biblioteca Nacional Kosovar, una construcción literalmente indefinible e inclasificable, aunque en muchos sitios se la adscribe al brutalismo. También es fácil encontrarlo en las listas de edificios más feos del mundo, pero para mí tiene algo que no me permite estar de acuerdo con esa inclusión. Son decenas de domos como encerrados en una inmensa malla.

Siguen nuestros pasos hacia el alojamiento, situado al lado de un gran parque. Después de la siesta, volvemos al Boulevard. Corregimos el fallo matutino: al llegar a la avenida principal, seguimos de frente. En realidad, estamos al lado de todo el jaleo. Tomamos algo sin ninguna prisa (a partir de la ocho solo sirven bebidas alcohólicas o agua, algo inaudito para los seis), cenamos demasiado tardíos y, cuando queremos volver a otros bares, nos encontramos que no nos sirven porque están a punto de cerrar, a la una de la mañana. Solo queda una discoteca abierta. Como pasamos cerca de ella, nos da lugar para comprobar que no está concebida para nuestros planes de este sábado. Alargamos la jornada en recepción y a dormir.

Domingo 21 de mayo

Pristina está más que vista. Nos vamos reuniendo poco a poco en recepción y, cuando estamos los seis, nos montamos en el coche. Paramos en un bar de carretera para cafetear y para degustar unas nuevas porciones de nuestro postre fetiche, el ya citado trilece (el tres leches centroamericano). Lo descubrimos en nuestro viaje del año pasado por estos países (Albania y Montenegro entonces) y ha conseguido incluso convertirse en la imagen de nuestro grupo de wasap. Es una maravilla, y aquí en Kosovo está conseguidísimo en todos los sitios.

Como bien nos dijo la chica de la lavandería, y como ya teníamos planificado, la última noche del viaje la vamos a pasar en Prizren. Además, conseguimos encontrar un impresionante hotel a muy bajo precio, en el que optamos por darnos un modesto capricho. No habíamos reservado, así que solo estaba preparada una de las dos habitaciones triples que necesitábamos. Mejor, así comenzamos antes nuestro paseo por Prizren.

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Hay tantas ciudades bonitas en el mundo de las que desconocemos su existencia… Eso es lo que nos sucedía a nosotros hasta hace unas semanas, cuando elegimos Kosovo como destino. Prizren es su ciudad más atractiva. Más allá de la conjunción de antiguos templos musulmanes y cristianos, el encanto de Prizren reside en el río que la divide, en los puentes que lo cruzan, el castillo, las montañas cercanas, y ese precioso centro antiguo lleno de tiendas y bares como el 95% de los lugares turísticos del mundo.

Suponemos que el ambientazo que vemos se debe a que llegamos en domingo. A mediodía, casi todos los restaurantes están llenos. Acudimos al que nos recomendaron alrededor de las tres y media y, después de una negativa por no haber sitio, conseguimos que nos hagan un hueco.

Qué bonita es Prizren
Qué bonita es Prizren

Después de la comida, salvamos el desnivel para subir hasta el castillo, desde el que hay unas espectaculares vistas de la ciudad, la segunda más grande del país, y con no muchos menos habitantes que Pristina, algo menos de 200.000. Del castillo bajamos hacia una pastelería de la misma cadena que el día anterior en la capital, y de ahí al hotel. Nos sorprende que la habitación 222 esté en la tercera planta…

Queríamos aprovechar las instalaciones que habíamos contratado. Hay gimnasio, una gran piscina, spa, sauna, baño de vapor… Pasamos en el recinto casi dos horas, mientras vemos el histórico mandarinazo de Sergio Llull que le da al Real Madrid su undécima Euroliga de baloncesto, ante Olimpiakos.

Poco más: ducha, nuevo paseo de unos 15 minutos hasta el centro, regreso al bar de la mañana cuyo dueño recordaba nuestras consumiciones (un profesional), cena en un restaurante turco y regreso a nuestro hotel.

Lunes 22 de mayo

Día final del viaje. Desayunamos con alegría en el hotel y partimos. Por suerte, no puedo contar nada especial del último paso de frontera de este viaje, la existente entre Kosovo y Albania. Nos da tiempo a visitar una playa cerca de Lekhe. Los más amigos del agua se dan un baño en el Adriático.

Salimos de la playa pasadas las dos de la tarde y estamos a una hora del aeropuerto de Tirana. El vuelo está programado a las 17.40. Hay bastante tráfico, pero no el suficiente como pasar apuros, hasta el punto de que estas líneas se escriben desde ese mismo vuelo que reservamos hace algunas semanas, cuando concretamos nuestra segunda escapada consecutiva a los Balcanes. Muy bien muy bien.

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