Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Maravillas otoñales en el Valle de Tena

No seré yo el que venga, a estas alturas, a descubrir las maravillas del pirenaico y aragonés Valle de Tena, pero sí he sido el que ha venido a conocerlas, disfrutarlas y contarlas.

Jueves 20

Como vengo con tiempo, día largo de aproximación para disfrutar de Zaragoza. Más que de Zaragoza, del almuerzo con Virginia y la comida con Dani. Después de comer, y después de entrar a la Basílica de la Virgen del Pilar, nos separamos los que nos habíamos juntado en Soria: Luis para Delicias, yo para el Valle de Tena. Mi campo base en estos días es el Refugio Casa de Piedra, en Baños de Panticosa, un lugar precioso, tanto el refugio en sí como el emplazamiento. Llego casi de noche y medio lloviendo, solo me da tiempo a intuir la grandeza de este paisaje tan vertical, veo varias cascadas a ambos lados.

Viernes 21

Primer día completo. Me levanto y doy un paseo por Baños de Panticosa. Rodeo el ibón y conozco la iglesia y el gran complejo hotelero. Por una pasarela veo decenas de personas con albornoz que van a tomar sus baños termales. Es un fin de semana lluvioso y en temporada baja, así que hay mucha más gente en el balneario que en el refugio montañero.

Después de este breve paseo, me acerco hasta el Parque Faunístico Lacuniacha. Aparco justo al lado de otro coche que tiene el Caballito de Soria pegado detrás. Lo que cundimos… (las patatas fritas del refugio son las Martirelo de Añavieja). Dudo si entrar o no, pero está todo el rato amenazando con llover y desisto. Me he acercado, en parte, porque en el refugio me han recomendado la visita solo por el camino. En este parque hay una quincena de grandes mamíferos europeos en régimen de semilibertad, no es un zoológico en el que el visionado de los animales está garantizado.

Regreso a Piedrafita de Jaca a partir la mañana con un café. En ese momento, el tiempo parece sosegarse, lo que aprovecho para dar una caminata hasta el Hayedo de Betato. Cómo está de bonito, ahora tan otoñal. Si hubiera andado media hora más, habría llegado a mi siguiente destino, Tramacastilla de Tena, pero habría tenido que volver después a por el coche.

Así que me doy la vuelta en el hayedo y, en Piedrafita de nuevo, entro a su Centro de Interpretación de la Brujería en el Alto Gállego, que antes estaba cerrado. La brujería y su persecución durante siglos ha dejado interesantísimas huellas culturales en esta zona. El Centro de Interpretación abrió el año pasado.

Siguiente destino, el avisado: Tramacastilla de Tena, primero para subir hasta el mirador de Santa Marina y después para degustar una espectacular comida en Casa Blasco. Aunque no es temporada alta, toda esta zona es muy turística, con lo que es posible encontrar muchos establecimientos cerrados y algunos otros abiertos.

Eso es lo que ha sucedido en mi siguiente parada, a solo un kilómetro de Tramacastilla: Sandiniés, del que había leído que es uno de los pueblos más bonitos de este Valle de Tena y cuyo bar sí estaba dando servicio. En los pueblos que he ido visitando se conserva el estilo pirenaico y oscuro de todas las construcciones, debido a las pizarras. Pero siempre hay diferencias entre las casas modernas y las antiguas, varias de las cuales se pueden ver en Sandiniés.

Y allí ha terminado mi vida al aire libre por este viernes, por decisión de la lluvia. El embalse de Búbal está al 5% y el de Lanuza al 17%, así que no seré yo el que venga a quejarse por la llegada de las aguas.

Sábado 22

Hoy sábado es, a priori, el único día que no va a llover de mi estancia en el Valle de Tena. Por eso, y aunque a las 8.00 de la mañana sí que llovía, como ha parado pronto he ido hasta Panticosa para conocer sus pasarelas, nueva atracción turística situada en las verticalísimas paredes que bordean el río Caldarés.

Es una excursión con dos protagonistas: la naturaleza y la historia. Lo de la naturaleza no hay que explicarlo mucho, pues las vistas desde todos los puntos, sobre todo desde el mirador de O Calvé, son impresionantes. La historia se manifiesta en dos pequeñas construcciones con un par de oberturas cada una (al menos en la que he entrado) apuntando hacia el norte. ¿Qué son? Nada menos que dos de los cientos de búnkeres y similares, tan desconocidos, construidos a partir del comienzo de los años 40 del siglo pasado, nada más acabar la Guerra Civil. Todas ellas forman la llamada Línea P, la línea defensiva de los Pirineos que apenas tuvo uso militar verdadero. Merece una entrada más extensa otro día.

En Panticosa me he dado un breve paseo para conocer el pueblo antes de dirigirme a la otra gran localidad del valle, Sallent de Gállego, con su icónica postal debajo del Foratata. Allí he intentado en vano contactar con el soriano propietario de una vermutería, al que intentaré visitar cuando se pueda subir a ese Foratata y a otras montañas de la zona.

Pronto, a las 13.30, habíamos quedado allí con otros sorianos, Verónica, Iván y familia, para darnos un bonito homenaje gastronómico en el Casa Marton. Por si éramos pocos de nuestra provincia en un pueblo de la provincia de Huesca (el que dicen que es el que tiene más bares por habitantes de toda España), todavía nos hemos encontrado con otra pareja justo antes de comer.

Después de ese homenaje, lo único que apetecía era dar un paseo por Sallent, para ir a la parte alta a estar un poco más cerca de las montañas, para visitar más rincones de esta bonita localidad y para conocer la curiosa historia del gigante de Sallent, Fermín Arrudi, que también merece entrada propia. Aunque no es temporada alta, el hecho de que sea sábado y la pequeña tregua del tiempo han facilitado que hubiera buen ambiente en Sallent. Entiendo que cuando empiece a nevar estará todo multiplicado por diez para disfrutar de las pistas de esquí de Formigal y Panticosa.

Y nada más. Después del paseo, regreso al refugio Casa de Piedra, para disfrutar una vez más de la revirada carretera a cuyo final se encuentra. Hoy, con menos nubosidad, se veían mejor las abundantes cascadas a los lados y la explosión cromática del otoño. Pronto a cenar y pronto a descansar.

Domingo 23

Termina la semana y mi viaje por la cordillera pirenaica continúa. La jornada de hoy se ha centrado en dos lugares: Biescas y Baños de Panticosa. En Biescas, una de las grandes poblaciones del Pirineo aragonés, se celebraba este fin de semana la Feria de Otoño. El recinto ferial abría a las 10.00 pero no tenía intención de llegar tan pronto.

Por ese motivo, en vez de ir por la carretera principal, he ido por la que sale de Pueyo de Jaca hacia Hoz de Jaca, para cruzar después por la presa de Búbal. La distancia es casi la misma, no así el tiempo, dadas las estrechuras y las curvas necesarias para salvar el puerto de Hoz de Jaca. El pueblo está en lo mismo alto del puerto.

Poco antes de llegar a él, he parado para ver la infraestructura de la gran tirolina montada hace escasos años, entonces conocida como la más larga de Europa aunque ahora ya han debido superarla sin salir del Pirineo de Aragón (Fiscal). La borrasca Beatrice, de cuya existencia me he enterado hoy en la radio, se notaba de sobra en la tirolina, con un viento fortísimo y algo de lluvia. Por supuesto, no estaba operativa.

Le he hecho una breve visita (la tirolina cruza el embalse de Búbal a gran velocidad) y he continuado hacia Biescas. Allí, como ya me habían advertido, se juntarían hoy, quizás, unos pocos miles de personas. A las 11.00 ya había bastantes coches en el aparcamiento habilitado, pero ni una sexta parte de los que me he encontrado a mi regreso un par de horas después o algo más.

Esta Feria de Otoño es, en primer lugar, una feria de ganado, con magníficos ejemplares pirenaicos de ovino, caprino, ovino y bovino. Pero, por lo que he visto, es mucho más, desde maquinaria y coches hasta los elementos habituales de las ferias como artesanía, gastronomía, bares… Esta mañana no faltaban ni los célebres Titiriteros de Binéfar.

Después de comprar algo de pan y queso para comer, he visitado algo de Biescas como sus casas colgantes. Ya con el coche, me he acercado a conocer el Parque Memorial de la trágica desgracia del 7 de agosto de 1996, cuando una impresionante tormenta provocó la muerte de 87 personas que se alojaban en el camping de Las Nieves.

Otra vez con el vehículo, y a muy poca distancia de Biescas, se encuentra Santa Elena. Hay un fuerte y una ermita que no he visitado, además de impresionantes y preciosas montañas como una que me ha llamado mucho la atención, una de las agujas de Lasieso. Todo ello no lo he visitado. Lo que sí he conocido son el dolmen del Neolítico y, de nuevo, unos vestigios de aquella Línea P (Línea Pirineos) para defender España por el norte terrestre. Esta construcción es muy diferente a la que conocí ayer en las Pasarelas de Panticosa, con varios disparaderos al pie de una gran roca.

Tanto me ha gustado el camino de ida que he regresado también por él, esta vez con parada en Hoz de Jaca.

De ahí, otro de los momentos estrellas del viaje: tomar los baños en el Balneario de Panticosa. Las aguas termales de este lugar a 1.630 metros de altitud son conocidas desde hace un par de miles de años y explotadas desde hace más de 300, aunque el gran complejo actual, con sus subidas y bajadas en los gustos sociales, es más reciente, del siglo XIX.

No es necesario estar alojado en él para disfrutar de las ventajas de la piscina al aire libre, los contrastes de agua fría y agua caliente, la llamada piscina de la Tranquilidad, la gran piscina de chorros bajo techo, las piedras calientes, el pediluvio, la sala vaporizada, la sauna o el iglú. En teoría, la duración del circuito es de 75 minutos.

Aquí, en Baños de Panticosa, está este inmenso balneario, con algunos centenares de plazas, y este refugio Casa de Piedra en el que me alojo, con 68. Además de instalaciones para deportes de invierno, ahora cerradas a la espera de que nieve, hay al menos dos grandes edificaciones que se empezaron a construir y nunca se pusieron en funcionamiento: una especie de urbanización y un Centro de Alto Rendimiento para aprovechar la altura. Por aquí se ven ambas ruinas, encajadas entre grandes montañas. También hay una gran embotelladora de agua que cerró hace alrededor de una década al dejar de ser rentable.

Lunes 24

Después de unos días sin abandonar este Valle de Tena en el que me alojo, hoy sí que he salido de él, de Aragón y de España. Desde aquí, ello no reviste ninguna dificultad, pues el Alto Gállego limita al norte con Francia, con el Bearn, y tres de sus lugares son los que he visitado este lunes, además de los preciosos caminos asfaltados que los unen, llenos de ganado, quesos, verdes laderas, cascadas, pueblitos, presas…

Nada más desayunar en mi hogar de la Casa de Piedra, he partido hacia el Norte. En algo más de una hora he llegado a Laruns, lugar elegido para mi primera estirada de piernas. Los forofos del ciclismo seguramente están diciendo “Laruns, el lugar donde empieza el Aubisque…”. Y dicen bien, pues en esta zona se encuentran algunos de los colosos puertos pirenaicos del Tour como este Aubisque, el Soulor o la Marie Blanque. En mi próxima visita al lugar subiré a alguno de ellos, ya veré cómo, pero muy probablemente en coche.

De Laruns, el siguiente destino ha sido la ciudad de Pau, capital de los Pirineos Atlánticos. Allí, a mitad de camino de ambos, he quedado con Vanessa para esta excursión por tierras francesas. Pau, bañada por el Gave de Pau, se encuentra a menos de 200 metros sobre el nivel del mar. Ello, y el cambio de tiempo respecto a los últimos días, ha elevado las temperaturas hasta cerca de los 25 grados. Manga corta para no sufrir.

Aunque el día no estaba del todo despejado, sí había muchas menos nubes que en los anteriores, así que hemos comprendido con claridad por qué el gran bulevar que cierra Pau por el Sur se llama el Bulevar de los Pirineos. La parte peatonal y el casco histórico se visitan en un paseo no muy largo, así que hemos aprovechado para conocer el Castillo, el Palacio Beaumont y para bajar, en ascensor, a la parte inferior de la ciudad. Para subir hemos utilizado el funicular, una instalación de más de un siglo de antigüedad, que sale cada tres minutos y que es gratuita.

Hemos comido en Pau pero hemos perdonado el café para tomárnoslo en el tercer destino de la jornada: Oloron-Sainte-Marie. Es una localidad muy bonita, condición que comparte con otros cuantos cientos de pueblos de toda Francia. No es por ello solo, por tanto, por lo que acuden tantos visitantes a Oloron.

Allí se encuentra también una de las fábricas de la célebre marca suiza de chocolates Lindt, así como una gran tienda. Pierde uno la noción de los cientos de kilos de chocolate que puede haber allí, tanto a granel como en cajas bien preparadas. Esa fábrica ha sido la motivadora de nuestra escapada a Oloron, además del café…

Tras la despedida, regreso hacia Baños de Panticosa, para quedarme de nuevo con la boca abierto con los mismos paisajes de la ida, los del Valle de Ossau. De hecho, en este camino de vuelta se veía con claridad la imponente silueta del Midi d’Ossau, una de las montañas más famosas de los Pirineos, y quizás la más famosa de las que no alcanzan los 3.000 metros. En Portalet, a casi 1.800 metros y donde Francia y España se unen, he hecho otra parada para comprobar que no era posible estar en manga corta alegremente, pero que no hacía el frío de los días anteriores. Aún me ha dado a anotar mentalmente alguna otra montaña, algún otro no-tresmil, para incursiones posteriores en la comarca.

Martes 25

Despedida de este miniviaje o maxiviaje pirenaico de seis días. Ha sido, por tanto, la última noche en el Refugio Casa de Piedra de Baños de Panticosa, al que habré de regresar con ropa de montaña. Pronto he salido hacia Soria, con una sola parada en mente, la del desconocido para mí castillo de Loarre.

He llegado a él a la vez que un autobús con turistas. Había otro autobús aparcado y varios coches, no está mal para ser un martes de finales de octubre. Se comprende cuando se ve la grandeza de esta edificación, tan bien construida, ubicada y conservada.

Como ya tenía focalizado llegar a comer a Valdeavellano de Tera, solo he paseado por fuera y he entrado a dar un vistazo al centro de recepción. Otro día, quizás, con más tiempo, regresaré para visitar este castillo y los aguarales de Valpalmas, cuya existencia ignoraba y por los que también he pasado hoy cerca en este viaje por estrechas carreteras. Solo he parado en Valareña, poco después de Ejea de los Caballeros, igual que en 2018.