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Relato enviado por Ana Jiménez sobre su reciente ascensión al Kilimanjaro, la montaña más alta de África, situada en Tanzania:
"Para todos aquellos que se quieran embarcar en la subida al monte Kilimanjaro, con sus 5891.8 metros de altura y poder lucir la medalla de la montaña más alta de África y además la más alta en la categoría de free-standing mountain... Sus tres conos delatan su origen volcánico; de los cuales dos de ellos están inactivos mientras que el tercero, el Kibo, se considera un volcán durmiente, que aún exhala gases y podría entrar en erupción en cualquier momento.
La aventura se inicia en el aeropuerto de Kilimanjaro, el segundo más grande y a la vez el más pequeño de Tanzania. Normalmente el avión realiza una parada y continúa hacia su destino final; Dar es Salaam.
Pese a su altura, cada año más de 40.000 personas desafían el mal de altura y los bruscos cambios de temperatura para intentar llegar al Stella Point (5.756 metros) y si hay suerte una hora más tarde coronar el Uhuru Peak.
Numerosas rutas, las más fáciles y asequibles desde las 'gate' localizadas al sur y al oeste de la gran 'montaña blanca' (nombre poco acertado pues en su cima no se pueden apreciar nieves perpetuas, algo a lo que estamos acostumbrados en Europa en los picos de mayor altitud; efectos colaterales del calentamiento global que desde principios de los años 90 ha hecho que la masa glaciar haya disminuido en más del 80%) reservando las rutas de la zona norte para los más experimentados y que en su totalidad permiten ascender esos 4.900 metros que separan la meseta del pico.
Las expediciones suelen durar entre 5 y 7 días, lo cual permite al resto de los mortales no tanzanos aclimatarse a esa falta de oxígeno y aumentar las probabilidades de coronar la cumbre.
Las entradas al parque están muy controladas y es obligatorio subir acompañado de Guías Nacionales, los cuales han sido formados en una Universidad especial en la que además de estudiar inglés tienen que demostrar ser capaces de llegar a la cima en un tiempo determinado para conseguir el título.
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Aproximadamente por cada turista que se embarca hay cinco tanzanos que lo apoyan, entre guías, porteadores y chefs que garantizan todo el material necesario para sobrevivir y que te acompañarán con paso ligero en todo el ascenso a ritmo “POLE POLE” . Obviamente como todo en la vida la comodidad es relativa y depende del número de ceros a la derecha. En nuestro ascenso un turista iba acompañado de un grupo de 29 personas, pues este no quería renunciar a una ducha y baño portables, una tienda de campaña doble para evitar el frio nocturno e incluso un colchón.
Desde Moshi salen la mayoría de las rutas principales, localizada a los pies de la montaña. La ruta, para nada difícil a nivel técnico, está diseñada para garantizar un éxito máximo de ascensos, si bien éste no supera al 50%.
Con un desnivel progresivo por el que se van pasando por los distintos niveles de vegetación: 'rainforest' con monos capuchinos al principio, desierto alpino y afroalpino un poco más arriba, y que poco a poco se van difuminando hasta dibujar únicamente un completo desierto decorado con un cráter en la cima.
A paso de guía se van alcanzando los campos bases que a medida que van pasando los días se van uniendo con otras rutas y pueden recordar a campamentos de batallas de cruzadas con hasta 1.000 personas por cada campo. Me abstengo de definir el estado de los baños.
Llegados los 4.300 metros, los guías comienzan a chequear por las noches la saturación y el pulso de los transeúntes como medida de seguridad, en caso de que los niveles de saturación sean demasiado bajos se recomienda el descenso.
Entre “Hakuna Matata” y las pocas palabras en swajili que tu cerebro pueda procesar esos días todo se convierte en una procesión de paisajes increíbles, mantos de nubes a tus pies, el monte Meru desafiante al oeste pero más desafiante aún el pico que queda delante y que se comienza a atacar de madrugada
EL DÍA
Sintiéndote parte de la portada del National Geographic y con más frío que ganas, la caminata nocturna comienza mientras te preguntas cuántas estrellas pueden caber en el cielo y te reafirmas en que sí, que la Vía Láctea existe. Es a la par bonito y triste pues a medida que vas subiendo son numerosas las personas con náuseas, dificultad para respirar o que únicamente no aguantan la altura y deben descender.
Sinceramente una lotería, pues la aclimatación es completamente independiente del estado físico y los beneficios de la acetazolamida, que es el diurético recomendado para evitar la 'altitude sickness', a muchos lo único que les proporciona es más 'PIPI STOP'. Y no, aquí no hay coca y el placebo se llama té de jengibre.
Volvamos a la gran noche como diría Raphael. A buen ritmo se alcanza el 'Stella Point' mientras el cielo se empieza a iluminar y poco a poco el sol va pintando tímido el horizonte. A una hora de camino lento (todo lo que el oxígeno en sangre te permite) y pasando por paisajes volcánicos tan impresionantes que te hacen creer en Dune, se alcanza el Uhuru Peak.
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Si no fuera por los 20 grados bajo cero que suele haber ahí arriba seguramente más de uno descorcharía una botella de champán.
No es para menos, todo tipo de morfotipos y edades, fijaciones externas, prótesis de piernas, edades que se acercan a la centena y seguramente muchas promesas escondidas, celebran el éxito con ojos empañados y abrazos mientras se hace la cola para la foto de rigor. De ahí solo queda bajar prestando un poco de atención a las rodillas y soñar con una ducha que ha estado ausente en todo el viaje. Seguramente muchos hayan batido récord de altura y de días sin ducharse en este viaje.
Sinceramente una experiencia increíble. Suena a tópico pero conectar con la naturaleza, acostumbrarte al verde, saborear la comida con hambre, poder ver las estrellas y tener la vista fijada en un paisaje que está a más de 15 centímetros de tus ojos no tiene precio. El chapurreo se convierte en el esperanto de la montaña y todos a una saludan alegremente: “JAMBO”.
Pero si hay algo más increíble es la fortaleza de los porteadores que a sus espaldas e incluso en sus cabezas (a veces sin ningún apoyo más) llevan kilos y kilos de todo el material necesario para todos esos días.
Mientras nosotros nos compramos ropa técnica, lana merina, marcas italianas o que patrocinan a trail runners, ellos suben dibujando caminos inexistentes en las rocas con zapatillas de lona ¿Vans? ¿Converse? Lo que sea. Y todo ello da para dilema moral: ¿Sería en Europa ético que porteadores llevaran los enseres de los turistas? Sin embargo ellos no tienen ninguna duda, con el Covid el turismo se paró, no había trabajo y pasaron muy malos momentos. El trekking del Kilimanjaro es la inyección económica más importante de la zona y están deseosos de que su popularidad continúe.
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