Blog

La Pegatina

Corría el año 2003 cuando Rubén Sierra (guitarra y voz), harto de ver pasar las horas sin más en su Moncada natal, cogió su guitarra y se echó a la calle arropado por un nombre y unos cuantos acordes. El nombre, "La Pegatina Sound System"; los acordes, pues... yo qué sé... La menor, Sol, Fa y Mi, seguramente. El caso es que un día pas(e)aba por la calle Adrià Salas (voz) cuando vio el espectáculo que estaba dando Rubén ahí sentado en plan perroflauta (con amor) y se quedó un poco emboboado, ahí quieto y con cara de pasmao.

-Pero cántate unas cancioncitas! - Dijo rubén.

Y así nació La Pegatina.

La Pegatina son un grupo de rumba / ska / reggae / folk / pop / tropical / punk / surf / boleros / (inserte género aquí) cuyo oficio es liarla parda en directo. Empezaron haciendo rumba urbana catalana (todas las mañanas en la cama de tu hermana. ¡Yeeeeah, rimas fáciles!) y han ido digievolucionando hasta convertirse en el equivalente a una verbena de pueblo hasta las cejas de Monster. Ante la dificultad de los críticos para encontrarles género fijo, ellos mismos han cogido el camino de en medio y se han autodenominado los pioneros de la Rumba Rave. Ole vosotros y la madre que os parió.

Su primer disco serio, "Al Carrer!" (2007), fue una maravilla autoproducida por la banda. En aquella época solo eran tres: Rubén, Adriá y Ovidi "Movidito" Díaz (percusión. El único hombre que se come sus baquetas en directo), pero pronto se les unió Ferran Ibáñez a las cuatro cuerdas para llenar los huecos sonoros por debajo de los 100 Hz. Resulta que el chaval estaba un día dando clase de  bajo (no, debajo de nadie malpensados de ba-jo, el instrumento, el de las cuerdas gordas) cuando le dijo el profe:

-Oye, ¿a ti no te interesará tocar en un grupo así como de rumbas? Es que me lo han ofrecido y a mí no me va mucho el rollo, pero tú...

Yo creo que a día de hoy, visto lo visto, el profe se está dando de cabezazos contra alguna cosa puntiaguda.

Pues bueno, ahí estaban los chavales, con una formación un tanto atípica de percusión, guitarra, bajo y voz. Lo más gracioso (y lo más inteligente) es el set de percusión que llevaba Ovidi, un híbrido bastardo entre batería y cajón flamenco con bombo y charles (y un mono auxiliar para ayudarle con las baquetas, me imagino) que le daba ese sonido tan característico a la base rítmica en los primeros discos de cajón con bombo a negras. Ahora ya no, pero tiempo al tiempo que ya llegaremos.

Fiestas Erasmus: Pues claro que sí, joder.

¿Qué tienen los estudiantes que es maravilloso, aparte de la juventud (algunos) y la manutención parental (otros algunos), y que se va a ir al carajo por culpa de la crisis? ¡El Erasmus! Pues en una fiesta de esos estaban los pegatineros fundadores cuando se encontraron con dos locos franceses de La Bretaña (Loeu Bggeetaoaoaoañeuo. Se pronuncia así, ¿no?), Romain Renard y Axel Magnani que tocaban la trompeta y el acordeón, respectivamente. Las mejores (y las peores) ideas se te ocurren borracho a las 3 de la mañana (¡joder! Vámonos a Valencia a desayunar paella! No hay huevos...), y a veces los acontecimientos llevan a despertarse con un extraño compartiendo cama contigo. En este caso los extraños aparecieron en el ensayo al día siguiente (aquí la frase tuvo que ser algo así como "tútútútútú Rubén, qué guapo quedaría meter trompeta y acordeón, ¿que no?"), y el resultado debió de molar, porque los bretones al final se quedaron en España pegatineando.

Hay momentos en la vida en los que uno se encuentra con una banda de músicos que ya la quisiera Manu Chao para sí mismo, por lo ecléctica y por lo internacional. En esos momentos uno tiene la responsabilidad de hacer mucha y muy buena música sin parar.

"Vía Mandarina", el segundo disco de la banda, salió a principios de 2009. Exactamente igual que su primer trabajo, La Pegatina lo puso a disposición del público por descarga directa y por la puta cara en su página de internet. ¿Y sabéis qué pasó? 1000000 de descargas de sus dos trabajos. Sí señores, un millonaco, con sus seis ceros. Con semejante bombazo se vieron un poco obligados a hacer una gira que estuviese a la altura y entre pitos y flautas se tiraron casi dos años dando vueltas por este nuestro amado país. En aquella época, ser fan de La Pegatina suponía caché para el perroflauta medio y no era raro ver a gente en los festivales gritándote "eeeeh locooo! La Pegatinaaa!" cuando te veía paseando con tu camisetita oficial (muy monas ellas, por cierto).

Resultó que en uno de esos conciertos estaban ahí tocando en la playita cuando al terminar se puso a hablar con ellos un tipo, un batería concretamente. Estuvieron un rato comentando la jugada y lo bien que les sentaría tener un batería de verdad aparte de las percusiones. Dicho y hecho: Sergi a las baquetas. Vamos a hacer recuento, que si no me pierdo:

Rumbén (el mote es mío; demasiado malo para ser de otro): Guitarra y voz.

Adrià: Voz y guitarra.

Ovidi: Percusión.

Ferran: Bajo.

Axel: Trompeta.

Romain: Acordeón.

Sergi: Batería.

¿Cómo una banda de rumba urbana se convierte en semejante circo casi de la noche a la mañana?

Dan ganicas, eh?

Con Sergi entre sus filas, las posibilidades sónicas se multiplicaron todavía más y sus directos dieron otro giro inesperado (más). El final de la gira del "Vía Mandarina" fue una fiesta constante, llena de temazos, confetti y versiones irreconocibles de sus viejas canciones. La capacidad de adaptación de los de Moncada es espectacular y la producción de sus directos, mejor todavía. Recuerdo ir a verlos y tener que comprarme una camiseta al terminar para no morir congelado de lo sudada que estaba la mía. Eso, señores, es una buena estrategia de ventas. Eso y el buen rollo que desprenden. Tengo varios ejemplos de familiares, amigos y conocidos, los cuales, tras ser arrastrados por mí a uno de dichos conciertos sin conocer ni una sola canción, terminaban partiendo la pana más que yo. El mejor fue mi padre, que vino así como de medio lao, cansado y tal; de esto que no estás para muchas fiestas porque "la vida". Empezó el concierto muy discretito, un par de filas por detrás de mí y como a la quinta canción noté cómo se me tiraban encima. Me giré indignado al grito de "¿quién es este capullo?" justo a tiempo para descubrir a mi progenitor rejuveneciendo veinte años de golpe y dando saltos. Épico.

Después de aquello yo ya estaba casi nervioso ante la noticia de otro disco. De esto que te pones insoportable y te muerdes los codos para picar entre horas porque ya no sabes qué parte del mobiliario morder sin que te abronque tu madre y sin joderte los molares. La sola idea de todos esos instrumentos así juntos y bien colocados, con la inventiva de los pegatineros bien afilada y su buen rollo de fábrica me estaba dando una erección intelectual muy fuerte. Afortunadamente, la paja mental no se hizo eterna y pocos meses después salió su tercer disco: el Xapomelön. Gratis por descarga directa, como los dos anteriores, este trabajo ya empezaba a ser algo serio. Seguía siendo un cachondeo, pero se veía el curro de por medio; se veían las ganas encontrándose con el talento, teniendo un sexo muy fuerte y dando a luz a un trabajo brillante y redondo.

Esto fue en 2011. A partir de ahí la banda se consolidó como una de las grandes, una de esas que hay que ver si te pilla en un festival y puedes pasarte. Después recorrieron el mundo de gira y sacaron otro disco, pero no tiene tanta gracia contarlo escrito como vivirlo entre el público de cualquier concierto.

Es gracioso que algo que empezó con Rumbén (sic) tocando en la calle haya terminado siendo una coctelera de culturas y estilos musicales capaz de poner a bailar a miles de personas a la vez. Es gracioso porque si todas las bandas que llegan a lo alto fuesen así yo todavía tendría fe en que los músicos podríamos ganarnos la vida y el respeto del público a base de talento, ganas, energía, buenas ideas e inventiva. Es gracioso y es grandioso que ellos hayan podido y lo estén disfrutando.

Gracias por todo chavales.