Esta nueva entrada surge a partir del estupendo capítulo con el que ‘Salvados’ comenzó ayer su nueva temporada, titulado: ‘Machismo mata’. En él, Jordi Évole analiza la violencia de género desde diversas perspectivas: desde la judicial, pasando por la psicológica hasta llegar al testimonio de los que la han vivido en primera persona. Y, si algo parece claro después de ver dicho programa, es que la violencia de género no es algo puntual, algo protagonizado por maltratadores enfermos y maltratadas indefensas. Nada más lejos de la realidad: ni víctimas ni verdugos tienen un perfil específico porque cuando hablamos de violencia de género hablamos de un problema endémico y estructural, soportado sobre una estructura social de desigualdad, que debe de ser atajado de raíz. Y para ello contamos con una poderosa herramienta: la educación.
Ya hemos hablado en este blog de los estereotipos de género durante la infancia, y lo importante que es deconstruir todos esos mensajes que transmiten los contenidos culturales para niños, y que sirven para perpetuar los roles tradicionales masculinos y femeninos ya desde los primeros años de vida. Sin embargo, de nada sirve si esta educación analítica no continúa según avanzan los cursos escolares. Y si no se complementa con una educación en igualdad, una coeducación.
Jorge Freudenthal, el psicólogo que trabaja para rehabilitar maltratadores al que Jordi Évole entrevistó, insistió mucho en una idea: no debemos calificar a los perpetradores de violencia de género como enfermos; es una manera de actuar que responde a una ideología y una forma de pensar: el machismo, es decir, según la RAE, “prepotencia de los varones respecto a las mujeres”. Y es una ideología que está muy presente en nuestra sociedad. Freudenthal citaba un término que no suele ser muy común entre los programas de Prime Time: el patriarcado: “organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia” (RAE). ¿Cuál es, entonces, la solución? Trabajar desde la raíz, transformar un proceso de socialización centrado en mensajes que alimentan esta creencia en otros que promuevan algo que es un derecho constitucional: la igualdad ante la ley; y un derecho humano: la igualdad en dignidad.
Y aquí es donde entra en juego la importancia de una coeducación real, una educación en igualdad de oportunidades que empape tanto el currículum oficial como el currículum oculto*. Y que pasan por revisar los libros de texto y comenzar a destacar nombres femeninos: mujeres científicas, investigadoras, descubridoras, luchadoras y revolucionarias, que históricamente han estado invisibilizados. Y también por tomar conciencia de nuestros comportamientos como docentes en el aula -ya que la imitación es una de las principales estrategias de aprendizaje- para evitar conductas que conlleven desigualdad de género.
Es necesario poner en valor todas las tareas que tradicionalmente han estado relegadas al género femenino y, por ello, se han considerado de menor importancia (cuidado del hogar, de la familia, profesiones sociales, etc.). Pero también se antojan fundamentales acciones más directas, especialmente según se van avanzando los cursos escolares. Talleres como el que imparte Marina Marroquí, de la Asociación Ilicitana contra la violencia de género, en el que se afronta de una manera directa y sin pudor. En los que se desmontan mitos como el del Amor Romántico, tan presente entre los adolescentes, y que lleva a justificar casi cualquier comportamiento (los datos de 2014 relativos a la violencia machista apuntan a un incremento de la misma entre la franja de edad de 14 a 19 años, acusado por las posibilidades de control que generan un mal uso de las TIC).
Una vez más debemos recordar que los niños que ocupan las aulas hoy serán los ciudadanos que compondrán la sociedad del futuro. Y solo educando en el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la no discriminación por causa alguna conseguiremos esa transformación que, hoy más que nunca, se antoja necesaria.
*Aprendizajes que son incorporados por los estudiantes aunque dichos aspectos no figuren en el currículo oficial