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El pasado sábado 29 de abril fue un día de altas emociones para Olga Cascante. Después de toda una vida en la Taberna Cascante, Olga se jubilaba con una pequeña fiesta celebrada en el propio local para sus clientes amigos de tanto tiempo. El negocio abrió hace alrededor de 60 años, y ella lleva trabajando de un modo u otro allí desde hace 51.
El nombre del local es el apellido de la familia, apellido procedente de la localidad soriana de El Espino, aunque con raíces más profundas probablemente en el propio pueblo de Cascante. De hecho, Olga asegura que con frecuencia recibía visitas de clientes ocasionales de esa comarca de la ribera de Navarra buscando lo que pensaban un bar de su zona.
A comienzos de los años 60, siempre en el mismo lugar (al comienzo del paseo San Francisco), abrió lo que era un bar y carnicería. Este último negocio duró hasta 1978. Algunos años después, en 1987, empezó con el modelo que ha mantenido este tiempo: pinchos, tapas, menú del día...
Todo ello, con platos tradicionales y comida muy casera, sin dejar de lado los toques innovadores. Comer en el Cascante siempre fue sinónimo de calidad fuesen las que fuesen las elaboraciones. Dentro de esas innovaciones, recuerda que en su establecimiento empezaron a ofrecer bocadillos, algo que parece muy habitual pero que en aquella época no se daba en los locales hosteleros de la ciudad.
Con diferentes distribuciones del espacio existente, Taberna Cascante fue abierta por los padres de la última propietaria. Después tomaron las riendas las hijas, Espe, Lourdes y Olga. Se quedaron estas dos últimas y, finalmente, Olga Cascante.
En estos últimos días "me han hecho regalos, me han escrito cartas, me han hecho llorar...". El Cascante, con un peso importante en la ciudad de Soria en estas seis décadas, ha sido muy especial para todo su barrio, donde ha conseguido dejar poso gracias a su profesionalidad, cariño y entrega.
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