En la tarde-noche del sábado, la gente de Quintanilla de Tres Barrios conmemoró una de las citas tradicionales y emblemáticas de la población. Con diferentes pinceladas en el modo de actuación con respecto al pasado, cuando los protagonistas de muchos de los eventos del calendario popular corrían a cargo de los mozos del lugar, un nutrido grupo de personas dieron rienda a la pingada. Con el renacer de la primavera comienza un calendario de mayo en el que se concentran varias de las tradiciones más destacados.
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En Quintanilla de Tres Barrios el mayo nunca fue un pino, aunque haberlos les hay, sino un ejemplar de chopo elegido entre los de mejor porte de la ribera de las arroyos del Torderón o de la Dehesa. Antiguamente el transporte se hacía mediante un carro de mulos tirado por los propios mozos. El centro de su ubicación es la plaza Mayor. Previamente a la pingada se procede a desmochar las ramas dejando solo el penacho superior. En épocas pasadas se colocaba una botella de licor o una bolsa de naranjas en la copa. Competidores hubo que se atrevieron a trepar hasta ella para hacerse con el señuelo, aunque algunos se quedaron en el intento. Destreza y valor para enfrentarse a la untada de grasa con la que se embadurnaba al tronco para dificultar el acceso.
Esbelto ejemplar de un par de decenas de metros. Maña y destreza para superar la fuerza con la ayuda infalible del remolque. Tarea de mucha pericia por el peligro de hallarse muy cerca el tendido eléctrico. Los ánimos de la gente espolean para lograr el propósito.
Aquí permanecerá in situ durante la calenda del mes de mayo. En el pasado, el chopo, una vez desubicado, se subastaba y con el dinero recaudado se hacía una merienda entre la cuadrilla de mozos. En la actualidad, la merienda-cena tuvo lugar en la noche de ayer, parrillada para reponer fuerzas tras haber superado el reto, a la que se unieron cuantos comensales desearon asistir.
