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El método Montessori

El pasado sábado celebramos el Día Internacional de la Mujer. Y para poner mi granito de arena a esta efeméride, me gustaría hablar de una de las mujeres que más ha contribuido en el panorama pedagógico del siglo XX, y cuya metodología está presente en gran número de centros escolares españoles: María Montessori.

La educadora María Montessori, que desarrolló su actividad como docente a finales del s.XIX y principios del XX, revolucionó la metodología didáctica de la época, al darle al alumno un rol mucho más protagonista. Algo que hoy nos parece tan evidente, como educar a través del cariño y el respeto a los niños, supuso una auténtica transformación del contexto educativo, promovida por esta pedagoga.

Entre los principios que caracterizaron la forma de educar de Montessori se encontraban ideas tan actuales como la participación de los padres en el proceso educativo. Es esta educadora la que empieza a diferenciar entre niños y adultos, considerando a los primeros como seres competentes capaces de tomar decisiones (hasta ese momento, en no pocas ocasiones se les había descrito como adultos de menor tamaño y menor inteligencia). Es por ello que incorpora al entorno de los más pequeños muebles adecuados a su tamaño, que les ayuda a crear un microcosmos en el que se sienten seguros y confortables.

La página web www.metodomontessori.es aglutina los diferentes proyectos que, bajo esta metodología, van surgiendo a lo largo y ancho del país. Define el método como un procedimiento que se basa en las tendencias naturales del ser humano, y en las características cambiantes de los niños y las niñas a cada edad. Señala que para la pedagoga, el principal objetivo de la educación era que los alumnos alcanzaran el mayor grado posible de independencia física y mental y que, para ello, era importante crear un entorno en el que poder desarrollar al máximo su curiosidad innata. Un entorno que les permitiera libertad de movimiento, en el que se registra una mezcla de un mínimo de tres edades (que evita excesos de competitividad), que cuenta con materiales específicos que se adaptan al ritmo de cada niño y que no limita el uso temporal de los mismos.

El papel del maestro, específicamente formado en el método, se limita a presentar el material y a observar. Todo educador debe seguir al niño, tomando conciencia de sus necesidades específicas en cada situación y en cada momento evolutivo y construyendo un ambiente que le permita un pleno desarrollo. El crecimiento del niño, tanto físico como intelectual y emocional, surge de la adaptación al entorno, de su reconocimiento y su relación con él.

Otro punto a tener en cuenta sobre este método es el concepto del error. Para Montessori, el error es considerado como parte del aprendizaje. Ello conlleva que no sea penado ni castigado, como hasta entonces se solía hacer (e incluso hoy en día podemos encontrar demasiados ejemplos al respecto), sino que se integra y se valora como una etapa del proceso. Tanto es así, que se anima a los alumnos a que siempre lleven a cabo una autoevaluación.

El método Montessori se basa en el respeto al desarrollo evolutivo del niño, en el cariño, en la adecuación del entorno a sus necesidades y en potenciar la independencia del pequeño con respecto al adulto. Características todas ellas, que podríamos encontrar en los centros educativos que presumen de una mayor innovación pedagógica. Es por ello que, aunque su creadora lo puso en marcha hace más de un siglo, son principios tan elementales y naturales que estarán presentes, de una manera u otra, en todas las aulas.