Una parada en el camino. Hoy, por la N-122 rumbo a Valladolid, visitando un yacimiento fantasma

Aunque no haya mucho excavado todavía, es un yacimiento con varias curiosidades

Soria es una provincia habituada a viajar, bien por motivos educativos, sanitarios, administrativos, deportivos, comerciales o familiares y, cómo no, turísticos. Ante la carencia de una gran oferta de transporte público que conecte a la ciudad con otras capitales de provincia, los conductores sorianos deben discurrir por algunas de las principales vías de comunicación como son la N-111 para ir a La Rioja, la N-234 para desplazarse a Burgos o Teruel, la N-122 para desplazarse a Valladolid o Zaragoza, la N-113 a Pamplona, sin olvidar la A-11 que pone rumbo a Guadalajara o la N-11o hacia Segovia. De hecho, en buena parte de estas vías, por no decir en todas, los conductores sorianos tienen paradas recurrentes en diferentes establecimientos hosteleros que permiten descansar y hacer los viajes más amenos. En este monográfico, este es el tercer episodio que intenta trasladar propuestas turísticas sin apenas desviarse de la ruta, todas ellas fuera de la provincia, para contribuir a estirar las piernas en los próximos viajes, sean vacacionales o no. Leer parada 1, Leer parada 2, Leer parada 3, Leer parada 4, Leer parada 5 y Leer parada 6.

Volvemos a la N-122, pero en lugar de ir al este, ahora, toca buscar el oeste rumbo a Valladolid, y en su provincia paramos, en la cuna de la Ribera del Duero. Cierto es que rodeados de viñedos, a este monográfico le iría como anillo al dedo parar en alguna bodega, pero tratándose de un parada en el camino, y teniendo que conducir, ante la imposibilidad de compatibilizar una buena cata con la conducción, nos vemos obligados a prescindir de un plan turístico muy recurrente en esta zona. Así, nos hemos decido por visitar otro yacimiento arqueológico, el segundo después de Bilbilis, aunque entre castillos, monasterios y emplazamientos medievales, en este camino, río abajo, hay mucho donde elegir. Paramos en Pintia, antigua ciudad vacceo-romana, pueblo que trató de ayudar a Numancia durante el asedio romano.

Entonces, ¿por qué elegir el yacimiento arqueológico de Pintia, en Padilla de Duero, a tan solo cuatro kilómetros de Peñafiel? Primero, porque cumple con las premisas de este monográfico, las de conocer un lugar de interés sin apenas tener que desviarse de la carretera, permitiendo estirar las piernas y descansar de la conducción durante unos minutos. Segundo, porque obviamente es un lugar con una historia interesante, que, además, está siendo objeto de un trabajo importante de investigación de la Universidad de Valladolid para ponerlo en valor. Y sobre todo, en tercer lugar, porque al menos la última vez que pasamos por la N-122 no venía señalizado el yacimiento a la altura del desvío de Padilla de Duero... 

Para llegar, desde Soria, circularemos 157 kilómetros detrás de camiones, sorteando baches y entrando y saliendo de tramos de autovía hasta el desvío de la localidad de Padilla de Duero, a algo menos de dos horas de viaje, poco después de pasar la larga travesía de Peñafiel. Si llega a una gasolinera de El Pinarillo, es que se ha pasado. Tras el desvío, circularemos por la vía principal de entrada a Padilla hasta llegar al cruce de una plaza, donde giraremos a la izquierda. Saldremos del pueblo y al llegar a un cruce de caminos, podemos dejar el coche para completar la visita a pie. Es posible concertar visitas guiadas.

La visita guiada es recomendable para comprender el lugar, ya que la financiación de las excavaciones es escasa y a pesar de la magnitud del mismo, no hay demasiadas estructuras visibles. Está constituida por el poblado de las Quintanas, la necrópolis de Las Ruedas, el Ustrinum o crematorio de los Cenizales en Padilla de Duero, y ya, en el término de Pesquera de Duero, el barrio artesanal de Carralaceña con su zona residencial, su correspondiente necrópolis y centros de producción alfarera. Unas 125 hectáreas. Es curioso que hay restos a los dos lados del Duero, esto es debido a que había una zona alfarera de hornos muy importante, y alejó al otro lado del río para evitar que un accidente provocase un incendio. Los vacceos eran pueblos prerromanos de origen celta que se asentaron en esta zona del Duero.

Uno de los lugares más reconocibles de este paraje, al que no tendremos que dedicar mucho tiempo si no hacemos la visita guiada, es la necrópolis de las ruedas, que ilustra la noticia. En ella se han recuperado más de tres centenares de tumbas de incineración, de las que destacan las vinculadas a la aristocracia pintiana, tanto de guerreros como de sus mujeres e hijas, algunas de ellas con más de cien piezas por tumba y en general con ajuares y ofrendas ricas y variadas que nos permiten un acercamiento a la organización social de los pobladores.

El viajero comprobará rápidamente, si no opta por la visita guiada, de que se trata de una parada rápida, al menos todavía, pero es suficiente para estirar las piernas y, sobre todo, leer y conocer sobre el mismo. Lo mejor para profundizar más es un poco de lectura, bien en la web oficial, donde se pueden conocer las iniciativas y trabajos arqueológicos, así como en la visita al Aula Arqueológica del yacimiento que se encuentra en la preciosa plaza del Coso de Peñafiel y que también es, si no se conoce, una parada en el camino obligada. 

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