Suiza, Bélgica y El Burgo de Osma, las tres mecas del buen chocolatero

Suiza, Bélgica y El Burgo de Osma, las tres mecas del buen chocolatero. Y es que desde hace cinco años, la empresa burgense Dulces Típicos El Beato lleva endulzando con su buen hacer chocolatero artesano de calidad a miles de hogares de todo el país, además, lo hace mayoritariamente con sabores y materias primas sorianas. Si bien desde 1997 ya lanzaron al mercado sus primeros productos antes de lanzarse a la aventura de la conquista del cacao. Al igual que en Suiza o Bélgica, país de donde por cierto procede la materia prima de cacao utilizada en la fábrica soriana, los maestros chocolateros burgenses no dejan de mimar sus productos buscando sorprender a los paladares más exigentes.

La fábrica, ubicada junto a uno de los puentes del Ucero en El Burgo de Osma, se divide en una pequeña oficina, la cámara de la materia prima, la sala de manipulación del chocolate, el obrador, el almacén, a otra altura un despacho y otro departamento para el diseño y etiquetado de los productos... Tras cruzar la puerta, el olor del obrador perfuma la visita y despierta el apetito.

Ya en la sala del chocolate, donde siempre se trabaja a una temperatura estable de 25 grados para que el chocolate precristalice, está la maquinaria específica, la joya de la corona, no solo por su utilidad sino también por su exclusividad, ya que en el mundo tan solo hay unas pocas empresas que diseñen y fabriquen este tipo de maquinaria específica. Precisamente este aspecto obliga a utilizar siempre las mismas máquinas, es decir, que cuando se acaba de manipular el cholocate negro y se pasa a trabajar con chocolate con leche o blanco, es necesario limpiar meticulosamente todo el proceso mecánico ya que, como indican desde Dulces Típicos El Beato, el chocolate blanco debe tener siempre un color inmaculado "como salga una manchita, nosotros mismos nos enfadamos", reconoce Carlos París, cara visible del equipo de trabajo de Dulces Típicos El Beato compuesto por once empleados y familiares que ponen su granito de arena.

Primero se utiliza un tanque para fundir la materia prima. Una vez fundido, se pasa a otro tanque que bate la mezcla con una atemperadora con curvas de temperatura específicas para cada tipo de chocolate. He aquí uno de los momentos más felices de la visita para un amante del chocolate, porque aparece una fuente de chocolate. Este proceso hace que el chocolate sea homogéneo e integre, en el caso de que así sea, los añadidos de la mezcla tales como frutos secos, torrezno, yogur... etc., por lo que siempre está calefactado. Una vez preparado el chocolate con la mezcla, esta se vierte por el dosificador sobre el molde, que vibra durante unos segundos gracias a otro elemento para lograr el reparto justo del chocolate por todo el molde hasta conformar una tableta perfecta. Después se continúa en la zona de enfriado y reposado, con un mínimo de dos horas para, a continuación, sellar la tableta herméticamente en un envase estanco de plástico, que garantizará la higiene del producto en cualquier momento de su traslado al punto de venta. Si habitualmente la empresa utilizaba 1.800 moldes de tableta, el éxito del chocorrezno ha propiciado la adquisición de otros 1.200. En total, en cada tanda de trabajo, la fábrica realiza 18oo tabletas siempre con temperaturas controladas.

 Carlos París, con un escudo de El Burgo de Osma de chocolate

Desde que empieza el proceso hasta que finaliza pasan cerca de dos horas, lo que permite que la producción continua en una jornada de trabajo se realicen unas 5.000 tabletas diarias desde que se empieza hasta que se termina. No obstante, la dificultad radica en lograr la capacidad para tener siempre suministro de los 40 sabores de chocolate personalizados desarrollados en exclusiva para determinados clientes junto a las 60 referencias habituales.

París, amante del chocolate, explica que hubo un recorrido de formación en la Academia Internacional del Chocolate, de la mano de maestros como Jaume Soldevila, hasta adquirir el conocimiento necesario. Ahora, rezuma conocimiento sobre temperaturas ideales de trabajo, densidades, tipos de cacao, ingredientes secos o grasos, mezclas posibles e imposibles e incluso relata con pasión la historia del chocolate ruby, cuyas tabletas 100% naturales conquistan por su peculiar color y sabor natural. Todos estos aspectos les permite ofrecer productos exclusivos y de calidad, e incluso bombones o trufas hasta superar la imaginación del lector ya que junto al conocimiento, el equipo de El Beato destaca por su creatividad tanto en el producto como en el diseño del 'packaging' o embalajes, ya que cuentan con un departamento propio de diseño.

No obstante, la repostería son los orígenes de la empresa, donde la innovación y creatividad también son señas de identidad. En 1997 lanzarían con motivo de exposición Las Edades del Hombre en El Burgo de Osma la Torta del Beato, un único producto conmemorativo junto a mantecados típicos que elaboraba el padre de Carlos, Ángel París, panadero de la zona. Cerca de 30.000 unidades vendidas fueron el resultado en apenas seis meses. 

El segundo producto, que se convertiría en el segundo hito, serían las 'Tetillas de monja', que comenzaron a venderse más que la Torta del Beato. El siguiente éxito llegaría de la mano de los Gamusinos, tras cazarse y criarse en sus instalaciones para venderse por todo el país. Productos que en muchos casos requieren mantequilla de Soria. El último producto estrella, el chocorrezno, que ha pulverizado todas las previsiones, sigue dando muchas alegrías, aunque todavía quedan muchas ideas con las que este rincón de Soria seguirá endulzando por todos los rincones del país e incluso un poco más allá, pues alguna tableta de chocorrezno ya ha cruzado el Atlántico.

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