Una parada en el camino. Hoy, por la N-111 rumbo a Logroño, una visita con un toque de aventura

Bajo las rocas, en un lugar sobrecogedor, se encuentra un templo románico de aspecto único e interesantes pinturas en su interior

Soria es una provincia habituada a viajar, bien por motivos educativos, sanitarios, administrativos, deportivos, comerciales o familiares y, cómo no, turísticos. Ante la carencia de una gran oferta de transporte público que conecte a la ciudad con otras capitales de provincia, los conductores sorianos deben discurrir por algunas de las principales vías de comunicación como son la N-111 para ir a La Rioja, la N-234 para desplazarse a Burgos o Teruel, la N-122 para desplazarse a Valladolid o Zaragoza, la N-113 a Pamplona, sin olvidar la A-11 que pone rumbo a Guadalajara o la N-11o hacia Segovia. De hecho, en buena parte de estas vías, por no decir en todas, los conductores sorianos tienen paradas recurrentes en diferentes establecimientos hosteleros que permiten descansar y hacer los viajes más amenos. En este monográfico, en las próximos semanas se trasladan propuestas turísticas sin apenas desviarse de la ruta, todas ellas fuera de la provincia, para contribuir a estirar las piernas en los próximos viajes, sean vacacionales o no.

Empezaremos con la N-111 rumbo a Logroño, vía de acceso hacia diferentes destinos del norte de España o incluso Francia. En esta ocasión podremos disfrutar de una experiencia muy especial, visitando una ermita románica del siglo XII, absolutamente singular por su aspecto, ya que no cuenta con tejas y por encontrarse en un paraje de rocas impactante. Parte de su interés está en su interior, donde se encuentran interesantes pinturas románicas. Y por si fuera poco, esta experiencia tiene un cierto sabor de aventura. 

A tan solo 80 kilómetros de Soria, sin desviarnos de la carretera, llegaremos a varios edificios pertenecientes a la localidad de Viguera (PK 305). Si vamos hacia Logroño, a la izquierda, justo tras la última casa, hay un pequeño espacio para aparcar. Después, con toda la precaución necesaria, hay que cruzar y llamar en la Venta la Paula (preguntar por la señora Carmen). Allí se facilita un juego de llaves para acceder al interior de la ermita, dos folletos con información del edificio y de la localidad de Viguera, junto a una linterna para poder ver en el interior del templo. Es imprescindible, tras la visita, devolver todo en perfecto estado en el mismo sitio y dejar la voluntad.

Frente a la venta sale un camino de piedra de gran pendiente, que conlleva ciertos riesgos, sobre todo a la bajada, por lo que tiene limitaciones de accesibilidad. En poco más de 15 minutos llegaremos a los pies de una roca gigante, en cuyo abrigo se encuentra la Ermita de San Esteban, que comenzó a edificarse en el siglo V y que contó con la añadidura del ábside en el S. XII, momento en el que se realizaron las pinturas. Por fuera, llama la atención el singular paisaje de Viguera, siempre rodeado de espectaculares paredes de roca, así como el edificio en sí, que carece de tejas por estar resguardado de la lluvia gracias a la roca. Podría parecer una construcción de un país o continente lejano. Dentro, las pinturas que se aprecian son parciales debido a un derrumbe de roca, pero merecen la visita. Cabe destacar que Viguera tiene varios puntos más de interés, ya que su historia es de lo más interesante, habiendo sido reino en el medievo, durante 84 años y cuatro reyes así como por su hermosa geografía.

Después de esta visita tan especial, en el caso de no conocer su existencia, es probable que el visitante se pregunte cómo es posible que durante tanto tiempo le haya pasado desapercibida esta joya tan próxima a esta frecuentada ruta, si bien es cierto que desde la carretera no hay posibilidad de ver visualmente el templo al encontrarse varios metros por encima.

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