2020, el año que empezó en 2019

Resumen de un año presidido por el coronavirus en todos los niveles

El año 2020 empezó a finales de 2019. Como está sucediendo con todo lo relacionado con la pandemia del coronavirus, cada vez que se echa la vista atrás a lo que estamos viviendo nos sorprendemos de nuestra falta de capacidad de reacción, de las dificultades para predecir lo venidero y de la sobreactuación ante casi todo lo que estaba sucediendo.

A finales de 2019 se escuchaba de un virus que afectaba a la ciudad de Wuhan. La OMS considera que el primer paciente diagnosticado lo fue el 8 de diciembre. Desde España, desde Europa y desde el resto del mundo se miraba con asombro lo que sucedía en China: confinamientos domiciliarios, gente haciendo deporte en sus habitaciones, cancelación de eventos, rápida construcción de hospitales…

En Barcelona debería celebrarse el Mobile World Congress del 24 al 27 de febrero. Algunas grandes marcas anunciaron días antes su ausencia del mismo ante el temor de ese coronavirus que provocaba una enfermedad, bautizada Covid-19. Se fueron sumando otras marcas, hasta que la organización decidió cancelarlo apenas 12 días antes, el 12 de febrero.

Para entonces, el otro país más afectado por el coronavirus era Italia, donde el primer caso fue detectado el 31 de enero de 2020. En realidad, fueron dos casos, dos turistas chinos en Roma. La expansión del virus cogía velocidad en Italia, igual que después en todo el mundo, y las noticias que llegaban de allí trataban de tranquilizar a la población comparando la Covid-19 con la gripe común. Hoy, casi un año después, todavía persiste la corriente del negacionismo y del relativismo.

 

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En España, los primeros casos de coronavirus se dieron en las islas. El primero fue en La Gomera el mismo día que en Italia, el 31 de enero. Era el de un turista alemán. Diez días después, el 10 de febrero, se detectó otro caso en Palma de Mallorca. También estuvo cerrado varios días, con los turistas dentro, un hotel en Tenerife. Hubo que esperar al 24 de febrero para conocer más positivos en Madrid, Comunidad Valenciana, Cataluña…

Y dos días después, el 26 de febrero, otra muesca en esta retahíla de malas noticias que no han dejado de sucederse: se declara en Sevilla el primer caso de transmisión local, el de un varón que ni había viajado al extranjero ni había tenido ningún contacto con personas que lo hubieran hecho. En aquellos días, por extranjero se entendía China e Italia.

Ese varón enfermó el 12 de febrero, del mismo modo que luego se supo que el primer fallecimiento confirmado de coronavirus fue el 13 de febrero en Valencia.

En ese mes de febrero y en la gran expansión de marzo, la estadística empezó a convertirse también en un gran problema que soliviantaba a muchos españoles, quienes consideraban que se les ocultaban datos de positivos cuando la realidad era que no había capacidad para la realización de test, ni material ni humana.

Todo ello coincidía con un progresivo aumento de la ocupación de los hospitales. Todavía con pocas pruebas realizadas a los enfermos, y prácticamente ninguna a los que presentaban síntomas leves, el virus se expandía cada vez más sin que se tomara ninguna medida para frenarlo.

El fin de semana del 7 y 8 de marzo todavía había vida normal en España, con las competiciones deportivas y las celebraciones del Día de la Mujer del 8 de Marzo desarrollándose sin pensar lo que se avecinaba. En Soria, el 11 de marzo, todavía hubo una manifestación agrícola que llenó la capital de tractores.

Y entonces, se aceleró todo. Algunas comunidades (Madrid) cancelaron las clases, lo que obligaba a muchos abuelos a cuidar de sus nietos, mientras los padres seguían trabajando.

Las primeras imágenes claramente pandémicas llegaron en esos días de entre semana: martes 10, miércoles 11, jueves 12… Esos días ya había colas en los supermercados y el runrún de que algo mucho más drástico iba a llegar en breve. En Soria, el viernes 13, muchos bares y muchas tiendas ya anunciaban que, en un ejercicio de responsabilidad, cerraban sus puertas. En realidad, se estaban adelantando unas horas… El 14 a mediodía ya solo quedaban atisbos de normalidad en Soria y en España, en una jornada que se recordará de nuevo por las larguísimas colas una vez más en los supermercados.

En Castilla y León, desde mediados de febrero, se informaba a los medios de cada prueba que se realizaba a casos sospechosos de coronavirus. Todas las primeras dieron negativo hasta que el 27 de febrero llegó el primer positivo en León, el de un joven que había estado en Milán la semana anterior. Se siguió informando uno a uno de todos esos casos positivos, hasta que la gran cantidad de datos hizo ver que aquello no tenía sentido. Al principio, incluso, se informaba dos veces al día, a las 13.00 y a las 19.00 horas. Desde entonces, y salvo excepciones, en Castilla y León el parte diario es alrededor de las 13.00.

El mapa de España con casos de coronavirus iba rellenando de color rojo todas las provincias menos una: Soria. En aquellos días hasta había felicitaciones. Las primeras sospechas llegaron en Covaleda y en la capital, casos que finalmente se desmintieron. Todo ello era alrededor del 11 y 12 de marzo.

El 13 de marzo se conoció el primer caso confirmado en la provincia, aunque para entonces el virus ya había hecho mucho daño como se reconoció no mucho después, especialmente en aquellas residencias de ancianos en las que entró.

Aquella semana fue vertiginosa. En Castilla y León, la población más afectada entonces era Miranda de Ebro. Casualmente, el Numancia jugaba ese fin de semana allí, contra el Mirandés. El miércoles 11 de marzo, el mismo día que el Atlético de Madrid ganaba al Liverpool en Liverpool (2-3), la Junta de Castilla y León informaba de la suspensión de ese Mirandés-Numancia. Un día después, la LFP suspendía toda la competición de Primera y de Segunda.

Ya desde ese viernes 13, todo el mundo sabía que el fin de semana iba a suceder algo especial. Y así fue. El presidente Pedro Sánchez compareció la noche del sábado 14 de marzo para decretar el estado de alarma, cuya manifestación más notoria fue el confinamiento de la población hasta nueva orden.

La memoria colectiva recuerda sobre todo dos de las excepciones para salir de ese confinamiento: pasear al perro y las peluquerías. Fue necesario matizar después que solo podía recurrirse a este último servicio por motivos higiénicos.

El confinamiento duro se prolongó casi dos meses, hasta el sábado 2 de mayo, si bien los niños ya pudieron salir de manera controlada desde el 26 de abril. Dentro de ese confinamiento duro, hubo incluso unos días en los que lo fue todavía más: del 30 de marzo al 9 de abril. Esos 11 días, el Gobierno decretó el cierre de la totalidad de las empresas salvo aquellas que fueran esenciales.

Entre esas actividades esenciales se encuentran las evidentes (sanitarias, supermercados, farmacias, servicios sociales), y bastantes otras que pueden no parecerlo tanto como papeleras, seguros, bancos, ciertos tipos de transporte, electrónica, limpieza, notarías, vigilancia, prensa, salvamento, instituciones penitenciarias, cadena alimentaria con todo lo que ello implica…

Aunque esa lista parezca amplia, la realidad percibida de entonces es que España era un país detenido. En ese tiempo, había dos caminos paralelos. Por un lado, el más dramático, el sanitario, el que explotó sobre todo la última semana de marzo y la primera de abril, hasta que se empezaron a notar los efectos del confinamiento.

Esos días de mayor impacto del virus provocaron un colapso de numerosos hospitales en toda España. No solo era ausencia de camas y ausencia de respiradores y de UCIs, era también una ausencia casi total de material de protección para los sanitarios, que sufrieron en miles los contagios del virus, reduciendo por tanto la capacidad de respuesta ante el mismo de la primera línea de batalla. Todo ello, aplicable de manera genérica a España, se manifestó de manera especialmente cruda con Soria, la provincia más castigada por el virus como demostraron los posteriores estudios de seroprevalencia.

Mientras esa lucha se desarrollaba en los hospitales, millones de personas vivían sin salir de sus casas, en una situación nueva, surgida de repente y sin ningún tipo de preparación previa. Algunos teletrabajaban, otros lo pasaron solos, otros tenían que convivir con sus hijos, otros eran niños a los que les faltaban las carreras y el contacto con sus amigos, había personas que enfermeban y tenían miedo de acudir a los hospitales, los deportistas profesionales tenían que arreglárselas para conseguir cintas o bicicletas estáticas en las que entrenar mientras iban conociendo la suspensión de todas las competiciones, sobre todas ellas la de los Juegos Olímpicos…

En esas semanas de confinamiento, los españoles y los sorianos explotaron al máximo las videollamadas para mantener el contacto con sus familiares y amigos. Además, y ante la imposibilidad de las administraciones para atender todas las necesidades, se lanzaron cientos de líneas de solidaridad para la elaboración de mascarillas y equipos de protección individual y para conseguir dinero. Con esos euros fue posible adquirir numeroso material, y la Junta de Castilla y León informaba con frecuencia de la relación directa entre esas campañas solidarias y el material sanitario comprado, para que cada persona supiera exactamente el destino de su aportación.

Junto a esas campañas de solidaridad, otra de las maneras más habituales de ocupar el tiempo en el confinamiento era la creación de vídeos entre los grupos de amigos, los habitantes de los pueblos dispersados por el mundo, los clubes deportivos, asociaciones de cualquier tipo… En aquellos días, las redes se inundaron de miles de vídeos mandando mensajes de ánimo para vencer al virus y luchar contra el hastío.

Ver vídeos y campañas de solidaridad de Soria

Y por supuesto, una de las imágenes que más se recordará de esos momentos son los aplausos de las 20.00 horas. Empezaron siendo a las 22.00, pero ya desde el segundo o tercer día la infinita cadena de wasaps pidió que se adelantara a las 20.00 para que también los niños pudieran mostrar su agradecimiento, sobre todo a los sanitarios. Ese rato en las ventanas derivó en muchos casos en una manera de socializar con los vecinos. En Soria, además, se instauró el desfile de ambulancias, bomberos, coches de Policía… para animar también a los vecinos confinados.

Mientras todo eso sucedía en los hogares, se libraba la batalla que nunca falta, la política. La cohesión inicial entre los partidos ante la magnitud de la pandemia no tardó en romperse a la hora de ir decretando, cada dos semanas, nuevos estados de alarma, hasta la primera desaparición del mismo el 21 de junio.

Bastante antes, el 2 de mayo, llegaron las primeras medidas de alivio para todo el mundo, unas medidas que eran diferentes según el tamaño de los municipios. Los menores de 5.000 habitantes (luego los menores de 10.000, aunque también había excepciones según densidad o cercanía con otros núcleos) no tenían restricciones de horarios. Los municipios mayores de ese número de habitantes, donde viven la mayoría de los españoles, sí tenían horarios según franjas de edad y la actividad que fuera a realizarse. También había al principio limitaciones de distancia: un kilómetro desde casa para los paseos.

Es imposible e innecesario recordar ahora todo el lío que se formó con las fases 0, 1, 2 y 3 de la desescalada, y las luchas que tenían en ciertos territorios por avanzar de fase una semana antes de lo que le correspondería hacerlo.

Poco a poco, desde ese 2 de mayo, se pudo salir primero de casa (los niños y sus padres desde una semana antes, como se ha dicho). Después, había libertad dentro del municipio. Hubo otro paso intermedio, para poder pisar los municipios limítrofes en caso de que el propio fuera demasiado pequeño. Y finalmente incluso se podía salir por el resto de la provincia en la que cada uno habitara, hasta ese 21 de junio en el que ya fue posible el tránsito interprovincial.

Antes, el 11 de mayo, abrió el primer bar de la provincia, el albergue de Yanguas, ya que la Zona Básica de Salud de San Pedro Manrique fue la primera de Soria en entrar en Fase 1. Luego lo hizo la de Berlanga de Duero. Castilla y León decidió ir avanzando esas fases por zonas básicas de salud y no por provincias, lo que provocó todavía más dudas a los ciudadanos sobre lo que podía y no podía hacerse según donde se viviera.

Junto a la hostelería, poco a poco fueron abriendo el resto de negocios, primero con cita previa, luego con aforos limitados y ya después con cierta libertad siempre que se respetaran la distancia de seguridad y el uso de la mascarilla. Tampoco falta en ningún sitio el gel de manos.

La mascarilla. Ahora hasta parece raro ver una película antigua o una imagen de hace dos años y ver que nadie la llevaba y que todo el mundo se tocaba y se abrazaba. Ahora también parece lógica esa psicosis que provocó que las farmacias se quedaran sin mascarillas y que se formaran escuadrones de máquinas de coser en el confinamiento para tejer este elemento ahora fundamental.

Las comunidades autónomas fueron estableciendo su obligatoriedad poco a poco. Primero, en espacios cerrados. Después, siempre. En Castilla y León, el uso de la mascarilla es obligatorio desde el 17 de julio. Como en todos los componentes de la pandemia, las excepciones a su uso también han ido variando con el tiempo, sobre todo en lo que a la práctica deportiva se refiere.

Aquel mes de julio, lo mismo que en agosto y en buena parte de septiembre, había en España una cierta sensación de normalidad, de nueva normalidad que se dio en llamar. A pesar de la gran movilidad, los contagios en la provincia de Soria se mantenían en niveles bajos o controlados, y el Hospital se quedó casi vacío de ingresados.

Todo el mundo temía la segunda ola, y todo el mundo temía que la trajeran los de fuera. Todos querían moverse pero que los demás no lo hicieran, y especialmente feo fue todo lo que se movió entonces respecto a los madrileños.

La manera de afrontar la pandemia ha tenido todos los escalones posibles, desde aquellos que han tratado de hacer una vida lo más normal posible sin salirse de las restricciones hasta aquellos que le han cogido pánico al virus, a contagiarse y, sobre todo, a contagiar. De hecho, la salud mental está siendo otra de las grandes afectadas por la actual pandemia. Termina 2020, pero todavía no han terminado esas percepciones diferentes de la peligrosidad del virus, y sigue habiendo personas que apenas han comenzado a resocializar.

Como comparándolo con lo que sucedió con la gran gripe de 1918, nadie ignoraba que después del verano estaría por llegar la segunda ola, beneficiada por esa movilidad de los meses de verano y por la llegada del frío, que obligaría a aumentar las horas pasadas en recintos cerrados.

Y esa segunda ola llegó. En cada comunidad, en cada ciudad, se ha manifestado tarde o temprano. En casi todas ha tenido altibajos. En alguna ha sido más cruel que la primera, sobre todo lógicamente en aquellas que no sufrieron tanto en marzo y en abril. Este no es el caso de Soria, que en primavera llegó a tener al mismo tiempo 155 ingresados en planta y más de una treintena en UCI (23 en Soria, el resto trasladados por ausencia de plazas). En la segunda ola, los topes máximos en el Hospital de Soria han sido de 46 ingresados en planta y 7 en UCI.

Esa gran afectación de la primera ola en Soria la colocó en algunos momentos en el centro de la actualidad informativa nacional, y provocó también la llegada a la provincia de profesionales de otras provincias de la comunidad y de otras comunidades. Por su especial carisma, se recuerda de manera especial la colaboración de numerosos voluntarios del Samur, que luego fueron invitados a recorrer turísticamente la provincia durante esa ‘nueva normalidad’.

El final de año ha llegado con esa segunda ola yendo y viniendo, con cierta tranquilidad en Soria por la reducción de los contagios y los brotes, pero sabiendo que cualquier descuido, acompañado de un golpe de mala suerte, puede ser de nuevo fatal.

El 27 de diciembre fue otra fecha que nunca se olvidará en España. Ese día se pusieron las primeras vacunas contra el coronavirus, unas vacunas conseguidas en tiempo récord gracias a los impresionantes avances de la ciencia en estos meses, avances que han estado lejos de los focos habituales pero que son los que realmente hacen progresar a la humanidad.

La vacunación masiva de los españoles, algo progresivo en los primeros meses de 2021, se considera el principio del fin de la pandemia, el despertar de esta pesadilla y la recuperación verdadera de la normalidad, algo que ahora es imposible saber cuándo sucederá.

De momento, y para evitar los espectáculos quincenales de la búsqueda de apoyos para prorrogar el estado de alarma, este se decretó primero el 25 de octubre y se instauró de nuevo desde el 9 de noviembre hasta el 9 de mayo, un semestre. Este estado de alarma, de apariencia más benigna que el anterior por no incluir el confinamiento domiciliario, permite otras medidas restrictivas como los confinamientos perimetrales y el toque de queda, diferente en cada comunidad, que alejan a gran distancia la situación actual de la situación ideal.

En Soria, en Castilla y León, el toque de queda dura de 22.00 a 6.00. El confinamiento perimetral, que algunos días además se dividió por provincias, rige ahora para toda la comunidad autónoma al menos hasta el 10 de enero, así que los sorianos tienen 94.000 kilómetros cuadrados para moverse todavía en libertad.

A los problemas de salud hay que sumar los problemas económicos. Casi aparcada ya del todo la crisis de 2008, la pandemia del coronavirus pronto reveló que traía acarreado otro gran problema: una nueva crisis económica y social de dimensiones que todavía no pueden calcularse.

La Unión Europea, el Gobierno de España, la Junta de Castilla y León, la Diputación de Soria, el Ayuntamiento de Soria y todos los demás Ayuntamientos de pueblos importantes de la provincia han tenido que realizar grandes esfuerzos para inyectar ayudas económicas a los sectores más afectados.

Del mismo modo, ha sido necesario ir retomando poco a poco la actividad de la vida diaria a todos los niveles, para seguir moviendo la economía a gran escala desde el escalón inferior como es el de los millones de pequeños consumidores. Para retomar esa actividad sin dañar la salud, sin embargo, ha sido necesario adoptar una gran cantidad de restricciones, con lo que todavía se está muy lejos de volver a los niveles previos a la aparición de la pandemia.

El ocio, la hostelería, la cultura, el deporte, el turismo… son fundamentales para el desarrollo y el bienestar de las personas y, además y sobre todo en España, una fuente importantísima de ingresos económicos.

Poco a poco, con la mejora de los datos, tanto en España como en Soria se han ido recuperando esas actividades culturales y deportivas. Sin embargo, ello no ha sucedido a todos los niveles. En las actividades culturales que se realizan, muchísimas menos que antes, los aforos condicionan demasiado la asistencia de público. En las actividades deportivas, se han recuperado la mayoría de las competiciones de alto nivel, casi siempre sin público, pero faltan por regresar, al menos en Castilla y León, muchas de las competiciones aficionadas y las de categorías inferiores.

Además, los grandes eventos de carreras de todo tipo, que son igualmente un importante motor económico para las ciudades que las albergan y para las empresas que las organizan, todavía no han empezado a organizarse y aún no se sabe cuándo será su regreso. Mientras, en China ya se están organizando maratones con 20.000 personas.

El sector de los viajes está siendo otro de los grandes damnificados de esta crisis. Tras el espejismo de los meses de verano, en los que sí se realizaron bastantes movimientos pero la mayoría sin salir de España, el turismo está ahora casi totalmente parado. Es de esperar que en los próximos meses, cuando se vayan levantando los confinamientos perimetrales y cuando se reduzcan las trabas para ir al extranjero, las administraciones se centren en las ayudas para la recuperación de este sector.

Mientras tanto, y a pesar de la aparición de la vacuna, la crisis sanitaria continúa. En el mundo se han conocido más de 80 millones de casos y casi dos millones de fallecidos. En España hay casi dos millones de positivos y algo más de 50.000 muertes. En Castilla y León, se está cerca de los 150.000 casos y de los 8.000 fallecidos entre las residencias y los hospitales. En Soria, los positivos rondan los 6.000, con algo más de 400 fallecidos, más de la mitad de ellos en las residencias.

Ver evolución diaria del coronavirus

Esas cifras todavía habrán de crecer en las próximas fechas, si bien es de esperar que el ritmo de aumento se vaya reduciendo poco a poco hasta que los nuevos contagios en el mundo sean cero y ya se pueda decir, lo más pronto posible de 2021, que 2020 por fin ha terminado.

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