Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 169. 21-27-5-2018. Crónica de un viaje de Soria a Roma en bicicleta en cuatro días sin paradas

A finales del mes de octubre del pasado 2017, Andrés me telefoneó para comentarme un plan de cara a la siguiente primavera: unir las ciudades de Soria y Roma en bicicleta de una manera muy especial, sin paradas y en apenas cuatro días. En aquella primera conversación no concretamos nada más allá de mi respuesta afirmativa, a expensas de lo que pudiera suceder en los meses siguientes.

En esos meses sería necesario, como parte más importante del viaje, completar un equipo de media docena de ciclistas para afrontar esos 2.000 kilómetros sin descanso, con las paradas imprescindibles para hacer los relevos.

La idea era relativamente sencilla: etapas de aproximadamente 130 kilómetros y dos vehículos de apoyo. La autocaravana se adelantaría hasta el final de cada tramo para que los demás ciclistas descansaran y la furgoneta iría cerca de cada relevo en funcionamiento, atenta a cualquier posible contratiempo.

Así, no se dormirían muchas horas seguidas, pero cada persona sí descansaría dos o tres veces diarias. Al final…

Antes de todo ello, hubo muchísimas cosas que cerrar, para lo que fueron necesarias varias reuniones y el trabajo privado en casa para hacer un gran dossier y para ir diseñando todo el recorrido.

A falta de quizás tres meses, se cerraron tanto el grupo como las fechas. Viajaríamos del 21 al 25 de mayo los ciclistas Javi, María, Marta, Mítxel, Paco, Rafa y Santi, con Andrés y yo mismo de apoyo. Nueve personas en total.

En todo ese tiempo previo hubo que tratar de cerrar los patrocinios que hicieran posible un viaje así. A principios de octubre, en una conversación en la Queru, Andrés, Mítxel y Alfonso (del restaurante Trashumante) pensaron que una manera en condiciones de conmemorar Numancia 2017 era la que finalmente hemos llevado a cabo.

A partir de ahí, y una vez hecho el dossier, el Ayuntamiento de Soria decidió que merecía la pena apoyar la idea. Eso mismo pensaron el propio restaurante Trashumante, que nos ha preparado toda la comida; Transportes de Pedro, que nos facilitó la furgoneta; Frutas Martínez, con buen acopio de fruta y frutos secos; Montepinos, lo mismo pero de agua y bebidas refrescantes; Desafío Urbión para los trámites administrativos, Autocaravanas Soria, Mundobici, Viajes Tundidor, Gold Nutrition y El Tío del Mazo.

Los preparativos fueron complejos. En todas esas semanas previas a nuestra partida, y a través del Ayuntamiento, conseguimos algo que en un principio nos parecía impensable: que el Ayuntamiento de Roma nos recibiera. A los pocos días de enviarles la solicitud, nos dijeron que el viernes 25 de mayo nos esperaría en la plaza del Campidoglio el concejal de Deportes romano, Angelo Diario. Allí se encontraría con su homólogo en Soria, Ángel Hernández, quien haría el último tramo del gran reto junto a nosotros.

Siguiendo con la entrada a Roma, y dado el cáotico tráfico que suele presidirla, conseguimos contactar con la Asociación Internacional de Policía (IPA) y más concretamente con uno de sus integrantes en Italia, Efisio, al que casi se puede considerar también parte del grupo. Le explicamos que sería estupendo que la Policía Local de Roma nos guiara en nuestra entrada. Después de muchos intercambios telefónicos hablando unos en español y otros en italiano, volvió a demostrarse que el deseo de entenderse supera las barreras del idioma. La entrada en Roma fue apoteósica… pero el relato un poco más concreto vendrá en su momento.

Después de muchas conversaciones y pensamientos, decidimos que la salida del viaje sería el lunes 21 de mayo de 2018 a las 15.30, desde el pebetero de Numancia junto a la Diputación Provincial de Soria, como símbolo de unión entre la ciudad celtíbera y el gran imperio romano que tantos años empleó en doblegarla hace más de dos milenios.

Las dos horas previas a la salida fueron de una tormenta constante en la ciudad, que nos obligó a refugiarnos a ratos mientras preparábamos todo e íbamos recogiendo a la gente. No teníamos claro que nos fuera a permitir celebrar una salida tranquila. El tiempo se nos iba echando encima. Por suerte, la lluvia se detuvo media hora antes y la salida, con la presencia de familiares, amigos y representantes municipales, así como con la escolta de la Policía hasta el Puente de Piedra, pudo realizarse como habíamos planeado.

Ya desde el principio, los planes iniciales del avance de la autocaravana y la furgoneta se vieron alterados por un pequeño problema con el generador que llevábamos para encender el microondas con el que nos hemos ido calentando toda la comida. Solucionamos ese problema, como todos los que hemos tenido en todos estos días, y empezó por fin la gran aventura.

El primer tramo fue de Marta y María, entre Soria y la localidad zaragozana de Valareña, junto a Ejea de los Caballeros. El hecho de que fueran carreteras de España conocidas y sin mucho tráfico, permitió que adelantaran bastante el horario previsto. Nos las prometíamos muy felices. Tramo 1: Soria-Valareña, de 15.45 a 19.50 del lunes 21.

Allí le dieron el relevo a la pareja formada por Javi y Mítxel (tramo 2: Valareña-Berbegal (Huesca), de 19.50 del lunes a 0.50 del martes 22). Como hemos hecho en casi todo el reto, se habían puesto en el wasap la función de ‘Ubicación en tiempo real’. Gracias a ella, desde el vehículo de apoyo vimos que no habían cogido el cruce de Gurrea de Gállego donde debían. Rápido les llamamos y regresaron. Esos pocos minutos perdidos resultaron ser hasta una suerte, porque la ruta llevaba el mismo recorrido que una gran tormenta de granizo que caminaba poco antes de nosotros.

Circular de noche en bicicleta, con buenos focos, buena temperatura y por carreteras poco transitadas, ha resultado ser una de las varias cosas que más me han gustado de este viaje. No siempre pudimos decir lo mismo en días posteriores.

En Berbegal arrancó la tercera pareja, la formada por Rafa y Paco, quienes completaron la primera etapa plenamente nocturna de este viaje de cuatro días (tramo 3: Berbegal-Ponts (Lérida), de 1.00 a 5.20 del martes 22). Aunque el desnivel prepirenaico ya empezaba a ser importante, con unos 1.000 metros positivos y otros tantos negativos, el reto todavía estaba mejorando los tiempos que habíamos planeado, en concreto en una hora y 40 minutos.

Este fue el último tramo en el que fuimos mejor que las previsiones. Tampoco nos preocupamos en exceso por tres motivos. En primer lugar, porque ya sabíamos que iba a ser así. En segundo, porque viajábamos con un margen de 15 horas respecto al momento en el que habíamos quedado con el Ayuntamiento de Roma. Y en tercero, porque sabíamos que algún tramo podía acortarse algo y que habría otros que serían iniciados antes de que la anterior pareja terminara el suyo.

La siguiente etapa, la última cien por cien española, fue seria, con más de 2.200 metros positivos en un continuo subir y bajar por las carreteras de Lérida y Gerona (tramo 4: Ponts-Las Llosas (Gerona), de 5.20 a 11.35 del martes 22). Esa dureza se vio compensada por unos paisajes espectaculares en toda esta zona presidida por las poblaciones de Solsona (Lérida) y Berga (Barcelona). Marta y María hicieron esta etapa. En Berga, como nos ha sucedido varias veces cuando hemos atravesado localidades grandes (y esto todavía no era nada con lo que nos esperaba), también fue inevitable salirse del track que había preparado Paco en las semanas previas.

Mientras ellas dos pedaleaban, el resto teníamos tiempo para consultar en internet las previsiones meteorológicas, que esta vez no fallaron. Tramo 5: Las Llosas-Amelie les Bains Palalda, de 11.15 a 14.45 del martes 22. Mítxel y Javi fueron los encargados de salvar la barrera de los Pirineos por el bonito Coll d’Ares entre Molló y Prats de Molló. No lo pudieron disfrutar como se merecía porque hicieron la etapa entera bajo una lluvia impresionante.

Por ello, decidimos acortar ese tramo y finalizarlo en la localidad de Amelie-Les Bains-Palalda, donde encontramos una zona de autocaravanas para poder comer y descansar lo que pudiéramos durante la espera.

Allí, todavía sin dejar de llover, empezaron su segundo turno Rafa y Paco quienes, para minimizar esos efectos del agua y del paso por grandes ciudades, así como recuperar algún kilómetro, hicieron en solitario algún subtramo. Tramo 6: Amelie les Bains Palalda-Agde, de las 15.05 a las 20.00 del martes 22. Fue en este trayecto cuando el abundante tráfico cerca de Perpiñán, junto a la capa de agua que cubría la carretera, hizo especialmente peligrosa la convivencia entre la bicicleta y los vehículos a motor.

A continuación, por primera vez durante el viaje, se incorporó al mismo Santi, para acompañar a Marta y María. Tramo 7: Agde-Arles, de las 20.00 a las 1.05 del miércoles 23. Como solía suceder en estas etapas que arrancaban de noche, lo peor fue al principio, hasta que empezó a bajar el nivel de tráfico, muy abundante por ejemplo en Sete. La etapa, muy llana, obligó a dar pedales a un fuerte ritmo durante casi todo el tiempo. Toda esta zona ya es un paraíso para pasar el verano, aunque a esas horas no era posible apreciarlo y todavía es un poco pronto hasta que viva su máximo esplendor.

En Arles, tras el correspondiente y breve descanso y tras el acopio de alimentos, regresaron a la bicicleta Mítxel y Javi en una etapa en la que circularon siempre hacia el Este, hacia la salida del sol. Tramo 8: Arles-Varages, de las 1.10 a las 6.35 del miércoles 23. Como se puede ver en los horarios, lo de pedalear hacia el sol fue literal, porque su llegada a esta pequeña localidad se produjo justo cuando empezaba a amanecer.

En Varages, como siempre, unos rápido a la autocaravana, otros rápido a la furgoneta y otros rápido a pedalear. De los que no pedaleaban, unos a conducir, otros a dar conversación y otros a intentar dormir lo que se pudiera. Así han sido estos cuatro días sin horarios, en los que la coordinación ha sido siempre fundamental aunque hacerla perfecta ha sido imposible en algunas ocasiones.

Los que tenían que pedalear ahora eran de nuevo Rafa y Paco. Y, como en el anterior relevo, les tocó seguir rumbo hacia Oriente. Sin desmerecer todo el interior de Francia, en este momento empieza uno de los grandes atractivos de este viaje (una de las ideas del mismo es crear una especie de ruta cicloturista entre Soria y Roma dada la gran historia que las une): la Costa Azul. Tramo 9: Varages-Cannes, de las 6.50 a las 11.00 del miércoles 23.

Cannes era la primera gran ciudad utilizada como cambio de relevo. Ello hizo que nos costara especialmente encontrar un lugar donde depositar los dos vehículos de apoyo, después de dar varias vueltas por los lugares en los que apenas tres días antes había terminado el Festival de Cine más glamouroso del mundo. El cambio se hizo unos kilómetros después, en Golfe-Juan, una preciosa playa situada justo antes de Antibes donde pudimos darnos el único baño marítimo del viaje, aprovechando que era casi mediodía y que la temperatura ya era buenísima.

El décimo sector del viaje fue uno de los más especiales. En él se pasaban tres países y se atravesaban varias ciudades (Antibes, Niza, Mónaco, Menton, San Remo). Tramo 10: Cannes-Imperia, de las 11.45 a las 18.00 del miércoles 23. Lo completaron María, Marta y Santi. Pasar tantas ciudades hacía más lioso el seguimiento de los ciclistas, con lo que varias veces hubo que salir a la autopista para regresar de nuevo a la costa. El jaleo era especialmente notable en Mónaco, donde ya no podía aparcarse en ningún sitio ni circular con normalidad ya que solo dos días después empezaba el Gran Premio de la Fórmula Uno.

Si alguna vez hacéis ese recorrido en coche, en bicicleta o en cualquier modo de transporte, tened cuidado con el ‘roaming’ de vuestros teléfonos móviles y la itinerancia de datos, ya que Mónaco no se rige por las leyes de la Unión Europea. Aquí vivimos el primer reventón de rueda de los pocos que ha habido en este viaje, en la bici de María. Por suerte, un ciclista que pasaba por allí tenía el material necesario para arreglarlo sin necesidad de que se acercara nuestro furgoneta, que ya estaba avisada.

A partir de aquí ya íbamos con bastante pérdida de tiempo, más de la que nos gustaría, así que empezamos a pensar decisiones. De momento, Mítxel y Javi echaron a rodar algún kilómetro antes de donde se encontraba el relevo anterior, ya que parecía que se iba a tardar lo mismo en coches que en bici a salvar esa distancia. Tramo 11: Imperia-Cogoleto, de las 18.45 a las 22.30 del miércoles 23.

Esta etapa es también impresionante, ya que transcurre paralela a la costa de Liguria la totalidad de sus kilómetros. Nuestro ritmo no permitía disfrutar al cien por cien de todo lo que se iba viendo, pero sí intuir que merecería la pena regresar con más calma a muchos de estos lugares que hemos conocido.

A Cogoleto, muy cerca de Génova y ya bien de noche, llegamos finalmente con un retraso de cinco horas respecto al plan previsto. Además, el cansancio se iba notando y ese retraso tenía tendencia a ir ampliándose. Seguíamos con tiempo de sobra para llegar a Roma, pero nuestra intención era hacer lo mismo que en las grandes vueltas ciclistas por etapas: limitarnos a disfrutar en el último tramo, descansando lo que pudiéramos la noche del día siguiente, del jueves 24.

Por todo ello, y gracias también a que ya era bien entrada la noche, alteramos el recorrido original, que evitaba la entrada en Génova ya que con el horario previsto la pasaríamos justo en las últimas horas de la tarde, con muchísimo tráfico. Así, decidimos quitar varios kilómetros a la etapa para hacerla más ‘recta’, uniendo dos tramos en uno, lo que obligó a Paco y Rafa a circular toda la noche de nuevo por la costa ligur en un largo avance que les dejó en Sarzana. Tramo 12: Cogoleto-Sarzana, de las 23.10 a las 6.40 del jueves 24.

Dejaron muy cerca a la derecha uno de esos lugares que aparecen en todas las listas como uno de los más bonitos del mundo, Cinqueterre, pero el plan de este viaje no era el turístico aunque a veces en las reuniones previas, ilusos, nos los planteábamos. En Sarzana habíamos reducido la demora a dos horas y 20 minutos.

El plan era, para ese último día, ir completando todos los tramos que faltaban sin que el relevo saliente esperase al entrante, ayudados por los dos vehículos y sin estar uno de ellos, preferentemente la furgoneta, nunca muy lejos de los ciclistas. Eran cuatro tramos para tres parejas, así que el primero y el último deberían ser hechos por el mismo grupo.

En Sarzana abandonamos Liguria, la única región italiana que hasta entonces habíamos atravesado, para adentrarnos en la Toscana. Esta región es universalmente famosa por ciudades como Florencia, Pisa, Lucca, Siena, Livorno, Arezzo, San Gimignano… pero, como dice la Wikipedia: “Casi sin excepción, cada ciudad y pueblo de Toscana tiene una considerable belleza natural y arquitectónica”.

Puede (porque tampoco conozco toda Italia) que la Toscana sea la quintaesencia del autoproclamado ‘Bel Paese’, el ‘Bello País’ que es Italia, sin rival entre los otros dos centenares del mundo.

Tramo 13: Sarzana-Castelfiorentino, de las 6.45 a las 12.05 del jueves 24. Los encargados de salir de Liguria y entrar a la Toscana fueron Santi y María. Atravesaron Lucca, de la que apenas pudieron ver (igual que nosotros) la ciudadela desde fuera. Las facilidades que tuvimos con los tracks desde que salimos de Soria hasta aquí mismo desaparecieron en algunos puntos por las peculiaridades de la orografía y de las carreteras toscanas, no siempre asfaltadas, sí siempre repletas de baches.

Más de una vez les tocó darse la vuelta por esa razón y tirar de instinto, sabiendo cuáles eran los siguientes puntos a los que debían dirigirse.

Para los tres tramos finales, mantuvimos tal cual el recorrido que llevábamos pensado, pero cambiando los dos puntos intermedios de relevo, con el objetivo de avanzar bastante durante las horas de luz e intentar no llegar muy tarde a nuestro Monte do Gozo particular, a Bracciano, donde íbamos a descansar un largo rato antes de la etapa del viernes. De nuevo… ilusos.

Así, Javi y Mítxel alargaron su etapa para pedalear durante casi todas las horas de luz que quedaban. Tramo 14: Castelfiorentino-Santa Fiora, de las 11.50 a las 20.05 del jueves 24. En Santa Fiora, como nos ha sucedido varias veces en este viaje, aparcamos junto al cementerio para comer y para dormir un par de horas… que al final se quedaron en cero. Por circunstancias de internet y de que la autocaravana tuvo que salir antes de lo previsto, Santa Fiora fue el único pueblo que visité con relativa tranquilidad. Pensé que había sido afortunado de que la casualidad me hubiera depositado allí durante algo más de una hora, porque el pueblo es impresionante, pero ya me ha descubierto Wikipedia que esta es la moneda de uso común en la Toscana.

Unificados los dos vehículos en Santa Fiora, yo me quedé con la furgoneta, mientras que Andrés con la caravana salió junto a Marta, María y Santi hasta Commenda, donde afrontarían el ‘último’ tramo. Un poco antes, ya intuyendo la noche, Paco y Rafa salieron de Santa Fiora hacia Commenda. Tramo 15: Santa Fiora-Commenda, de las 19.50 a las 23.55 del jueves 24.

Queríamos que estos dos tramos finales no fueran muy largos para acelerar nuestra llegada a Bracciano. Sin embargo, los problemas mecánicos que prácticamente nos respetaron durante todo el periplo de ya más de tres días, aparecieron de repente. Primero, y ya en plena noche, Paco sufrió un reventón gracias a uno de los millones de baches que tienen estas carreteras toscanas. Para no quedarse fríos y para ganar algo de terreno, fueron avanzando a pie.

Encontrarlos no fue posible a la primera porque, además, en toda esa zona la cobertura y los GPS fallan más de lo que nos habría gustado. Los íbamos mirando en nuestros móviles y, cuando parecía que los teníamos, nos los encontrábamos de repente en una carretera paralela o dos kilómetros por delante. Al final, como siempre… conseguimos ver esas luces rojas en la distancia que tanta alegría nos daban cada vez que las descubríamos.

Después de cambiar la rueda, todavía se rompió un pedal, pero ya quedaba demasiado poco hasta Commenda como para no llegar… e incluso pasarse algún kilómetro. Si tenéis planeado ir a la Toscana a hacer cicloturismo, planteaos muy seriamente hacerlo con bicicletas gravel.

Mientras todo esto sucedía, un poco más al sur ya habían comenzado su pedaleo Santi, María y Marta. Tramo 16: Commenda-Bracciano, de las 22.30 a las 1.15 del viernes 25. Al poco de iniciarlo, Marta tuvo otro par de pinchazos, con lo que optó por quedarse con Andrés para estas horas finales del viaje.

A medianoche, ya estábamos todos en ruta hacia Bracciano: Santi y María en bicicleta; Andrés, Marta, Rafa y Paco en autocaravana; Javi, Mítxel y yo en furgoneta. Nosotros tres, que éramos los que estábamos más cerca, fuimos hasta el alojamiento que habíamos reservado. Como ya era cerca de la una de la mañana… cerrado. Ni respuesta al teléfono, ni timbre, ni luces, ni vecinos… todo dormía.

Poco antes había entrado en juego el décimo actor de esta película (realmente el undécimo, pero luego hablaré del décimo): el concejal Ángel Hernández, quien ya había llegado a Bracciano algunas horas antes para hacer al día siguiente la última etapa con nosotros. Íbamos manteniendo el contacto telefónico, en el que le hacíamos saber que no podíamos saber a qué hora llegaríamos. Nos comentó que, fuera la hora que fuera, le llamásemos al llegar a Bracciano.

Dicho y hecho. Me chiva mi móvil que le llamé a las 1.28 de la madrugada para ver si en su hotel había habitaciones donde descansar los nueve. Efectivamente, las había. Les dijimos a María y Santi, que estaban en el centro de Bracciano, que se acercaran con sus bicis hasta allí, a orillas del lago del mismo nombre y a unos tres o cuatro kilómetros de donde se encontraban.

También fueron informados los de la caravana y, alrededor de las tres, ya estaban nuestros castigados cuerpos dispuestos a pasar sus primeras horas en una cama después de cuatro días de sueños breves y discontinuos.

Estas horas de sueño a orillas del lago Bracciano fueron breves pero reparadoras. Mereció la pena despertarse y disfrutar de un abundante desayuno a la sombra de la gran terraza del hotel, con las vistas del lago y de una piscina que no utilizamos, y con una temperatura más agradable imposible.

Durante el desayuno, Andrés nos dio una breve charla en la que nos recordó que todo lo que habíamos vivido en los cuatro días anteriores iba a tener sobrada recompensa con estos últimos 45 kilómetros y, sobre todo, con la llegada a Roma y la entrada al puro centro de la gran capital del antiguo mundo, a la que tanto le deben tantas civilizaciones posteriores. Nos aseguró que era algo que no íbamos a olvidar en la vida y ahora, ya con perspectiva, está claro que así será.

Pero aún no había terminado el viaje. Otro de los apartados que mayores quebraderos de cabeza nos daba era el de la misma entrada en Roma, por su abundantísimo y desordenado tráfico. Para intentar solucionarlo, nos pusimos en contacto con la International Police Association.

Como una especie de hada madrina, ese llamado nuestro llegó a una persona de la que no sabíamos nada, y con la que estuvimos hablando unos días por teléfono a pesar de no tener ningún idioma dominado en común. Le pasamos nuestra ruta y, en la tarde del jueves, en Castelfiorentino, allí nos esperaba Efisio Picciau, policía del Ministerio de Economía y Finanzas de Italia.

Tras un breve intercambio de palabras, cafés y fotografías, nos citamos de nuevo con él a las 12.00 de la mañana en nuestro hotel de Bracciano. Minutos antes de la hora acordada, ya estaba él. Justo a mediodía, como habíamos planificado, empezó la última etapa, esta vez con todo el grupo unido: los siete ciclistas del reto, Ángel y Efisio a lomos de su bicicleta plegable, con la que se quedaba atrás en las cuestas arriba.

Tramo 17 y último: Bracciano-Roma, de las 12.00 a las 15.00 del viernes 25.

Hicimos algo más de 25 kilómetros por la estrecha y sinuosa carretera que une Bracciano y Roma. No había ninguna prisa, porque habíamos quedado a las 14.30 en una gasolinera situada a casi 20 kilómetros de nuestra meta, del Campidoglio, la sede del Ayuntamiento de Roma. En esos primeros 25 kilómetros, a Efisio le dio tiempo a construir un ‘distanciómetro’ (una gran caña pelada que ponía paralela sobre el manillar, sobresaliendo a la izquierda, para que los coches no la tocaran) y a tener un leve percance que le hizo aparecer montado en un coche de la Cruz Roja, del que se bajó en la gasolinera 15 minutos después de nuestra llegada.

¿Quién nos esperaba en esa gasolinera de Agip situada en el número 1304 de la Via Cassia? Gracias a esas gestiones de Efisio, allí se presentó una patrulla de la Policía Local de Roma. Nunca lo tuvimos claro hasta que no la vimos, pero fue uno de los grandes momentos del viaje.

Allí mismo nos indicaron cómo habría de ser el avance del grupo, algo que era novedoso para casi todos nosotros. Primero, iría abriendo paso el coche de la Policía Local, con las luces encendidas y, cuando se hizo necesario, con la melodía de las sirenas. Segundo, marcharían todo lo compactos que pudieran los nueve ciclistas. Y tercero, todo lo pegados que pudieran a los ciclistas, irían el piloto y el copiloto de la furgoneta, ya que la caravana la dejamos en Bracciano.

Esos 20 kilómetros fueron inolvidables. La policía que ejercía de copiloto, con una especie de piruleta, iba apartando a todos los vehículos que nos antecedían, mientras la que pilotaba iba buscando los huecos como podía. Los de las bicicletas, mientras grababan en sus móviles ese momento, tenían menos problemas para seguir al coche, y los de la furgoneta hacíamos lo que podíamos para no quedarnos cortados. Algunos grupos de turistas nos vitoreaban a nuestro paso.

El tramo final fue a través de la Vía del Corso para llegar a la plaza de Venecia, presidida por la inmensa mole del monumento a Víctor Manuel II. Dejamos este monumento a la derecha para subir por la Vía de San Pietro in Carcere (último repecho de estos más de 2.000 kilómetros) hasta el Campidoglio, hasta lo alto de la colina Capitolina. Eran las 15.00: lo habíamos conseguido justo cuatro días después de haber comenzado a pedalear. Esa entrada en el Campidoglio fue el colofón ideal después del subidón de adrenalina con el que habíamos circulado los últimos 20 kilómetros.

Habíamos quedado a las 15.45 con el personal de protocolo del Ayuntamiento de Roma, justo al pie de la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Teníamos tiempo de sobra para felicitarnos, para hacer fotografías, para inspirar a gusto, para guardar las bicicletas en la furgoneta (que también tenía permiso para aparcar allí arriba), para agradecer el trabajo de las dos policías y para juntarnos con algunos sorianos que allí nos esperaban. A los diez minutos, de nuevo, apareció Efisio… esta vez se le había salido la cadena.

A las 15.45, todo el gran grupo fue guiado al interior del Ayuntamiento romano. Poco después entró el concejal de Deportes de allí, Angelo Diario. La comitiva anfitriona la conformaban cuatro o cinco personas, entre ellas una fotógrafa que nos pasó poco después todas las imágenes que tomó.

Comenzamos el acto leyendo un escrito en el que hicimos un breve resumen de cómo había ido el viaje y de cuáles eran sus motivaciones: ahondar a través de un gran reto deportivo en las relaciones entre Soria (Numancia) y Roma, así como poner la primera base de un posible hermanamiento gracias a esta efeméride de Numancia 2017. También expresamos el deseo de que alguna vez pudiera disputarse un encuentro de fútbol entre el Numancia y la Roma.

De hecho, uno de los regalos que llevó la expedición soriana fue una camiseta cedida por el club rojillo, que también dio un polo a cada miembro del viaje. Además, les entregamos un libro con la historia de Soria y una placa con el caballito de Soria y la leyenda alusiva al reto que acabábamos de completar. El Ayuntamiento de Roma, por su parte, entregó al de Soria una medalla de bronce conmemorativa de la Constitución italiana.

El concejal Diario reconoció ser un amante de la bicicleta (en la portada de su blog aparece montado en una) y se comprometió a visitar la ciudad de Soria. También firmó, de manera simbólica, la solicitud de apoyo para que Soria sea declarada Ciudad Europea del Deporte en el año 2019. Comentó que la firma oficial la estamparía cuando pudiera la propia alcaldesa de Roma, Virginia Raggi.

Cuando pensábamos que ya el acto había terminado, nos condujeron a otra estancia, de la cual salía una terraza. Desde esa terraza disfrutamos de unas vistas impresionantes del Foro Romano, unas vistas vedadas para los millones de turistas que cada año visitan Roma, pero posibles para nosotros gracias al esfuerzo físico y burocrático de las últimas semanas, y gracias a la amabilidad del Ayuntamiento romano.

Se puede decir que el gran reto terminó cuando cada uno de nosotros puso su primer pie fuera del Campidoglio.

En estos cuatro días de carretera y carretera, más que aprender nada nuevo, ratificamos numerosos mensajes que de vez en cuando conviene recordar: que las capacidades humanas no son infinitas pero sí tienen unos límites amplísimos que de vez en cuando conviene explorar; que los logros conseguidos en equipo tienen un sabor muy diferente a los que se consiguen de manera individual; que cuatro días son algo más que 96 horas; que los esfuerzos conjuntos multiplican más que suman; que España, Francia e Italia son tres países maravillosos; que probablemente nunca veremos en directo el Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno; y que nadie se arrepiente de ningún viaje. Para olvidar este no tendremos tiempo.

Epílogo

Finalizado el reto, nos quedamos hasta el domingo en Roma. Hago un breve resumen de lo sucedido en esos dos días, por aquello de que me gusta guardar todos mis recuerdos viajeros en el cajón de este blog.

La tarde del viernes la dedicamos a comer y a dar un paseo por el centro los diez del grupo (Efisio se marchó desde el Campidoglio rumbo a Lucca), Nerea y Nuria. Panteón, Fontana de Trevi, Plaza de España, Plaza Navona con Bernini y Borromini… Tres de los nuestros se acercaron antes a dejar la furgoneta al hotel. Como era de prever, no nos acostamos muy tarde, pero nos lo pasamos muy, muy bien en esas horas vespertinas.

En la mañana del sábado, Mítxel y yo acercamos a Ángel al aeropuerto con la furgoneta y, de ahí, fuimos a Bracciano a recoger la autocaravana, ya tranquilos. Lo hicimos sin prisa y no llegamos a Roma hasta las 14.00. Mientras esperábamos a encontrarnos con los demás, nos dio tiempo a acercarnos a ver el Moisés de Miguel Ángel en la basílica de San Pietro in Vincoli, algo que no pude en mi anterior visita a la Ciudad Eterna… en la penúltima década del pasado siglo.

Por la mañana, algunos fueron hasta el Vaticano y otros se quedaron en el Coliseo y en el Foro. Rafa se marchó también hacia el aeropuerto a mediodía porque tenía que estar el sábado en España. Poco después, los que abandonaron Roma fueron Paco y Andrés con los dos vehículos, que viajaron en barco desde Civitavecchia a Barcelona.

La tarde-noche del sábado visitamos las Termas de Caracalla y nos dimos un paseo hasta el Trastévere, donde de nuevo quedamos con Nuria. Otro paseo nos condujo hasta la Fontana de Trevi, para verla de noche y para lanzar de espaldas una moneda aquellos que el día anterior no pudimos acercarnos a verla. De allí, y tras una parada para ver un espectáculo de luces en el Foro, al hotel, a dormir unas cuantas horas.

El domingo, de nuevo acompañados por un calor sofocante igual que el sábado, lo redujimos a dos actividades. Por la mañana, todos los que quedábamos (Javi, María, Marta, Mítxel, Nerea, Santi y yo) fuimos hasta el Vaticano para visitar la gran Basílica y subir hasta su cúpula. Era el quinto país que visitábamos en menos de una semana.

Comimos de camino al centro y, cumpliendo un sueño de cualquier aficionado al ciclismo, tuvimos la inmensa fortuna de que nuestro último día en Roma coincidiera con la última etapa del Giro de Italia: 10 vueltas a un circuito céntrico de 11 kilómetros. Empezaba justo a las 16.00. Vimos un par de pasadas, y nos marchamos al hotel y al aeropuerto.

El final del viaje también fue ajetreado tanto para los del barco como para nosotros. Los del barco vivieron varias horas de retraso y no llegaron a Soria hasta casi las tres de la mañana del domingo al lunes (después de haber salido el sábado a mediodía de Roma). Los siete del avión, que volábamos a las 21.20, nos quedamos también dos horas parados en Fiumicino, montados en el aparato, porque las tormentas sobre Barajas habían creado problemas en el tráfico aéreo y no teníamos permiso para despegar.

Llegamos a Soria a las cuatro de la mañana, más de una hora después que los del barco, para despedir una semana que pareció un mes por todo lo que en ella vivimos.