Carlos Núñez imparte su cátedra magistral en el Palacio de la Audiencia

Con dolor en las palmas de las manos de tanto aplaudir se marcharon el cerca de medio millar de sorianos que anoche presenciaron y vibraron con el concierto del músico gallego Carlos Núñez. Pero citar solamente un concierto musical es, en el caso del vigués, faltar a la verdad, ya que la actuación fue una experiencia sensorial, un vertiginoso salto temporal, un viaje por sugerentes rincones del planeta... en definitiva, dos horas de cátedra magistral de música impartida por este virtuoso docente.

Claro que anoche Núñez partía con ventaja, ya que tenía a más de la mitad del alumnado en el bolsillo, todavía recordando entusiasmado el paso del gaitero por Soria hace dos años, algo que el propio artista recordó de inicio, preguntando al auditorio si habían estado en aquella noche memorable. Los que levantaron la mano en su debut, no tardaron en rendirse a la magia del maestro. De hecho, el gallego y su banda salieron a por todas al escenario, con ritmos trepidantes en su primera pieza, interpretados por Suso Núñez en la percusión (hermano de Carlos), Pancho Álvarez en la guitarra, el canadiense de los Chieftains, Jon Pilatzke, y Carlos Núñez a la gaita. Para qué conformarse con un genio, pudiendo disfrutar de cuatro.

Pero en el escenario había una silla más, la de Itsaso Elizagoien, navarra que se presentó en el escenario en Euskera y con su acordeón diatónico, un ingrediente novedoso con respecto a la actuación de hace dos años y que iba a enriquecer de forma notable el espectáculo con su peculiar sonido norteño. Núñez mostraba un ejemplo más de su genialidad, dando un impulso a una joven músico con talento, relanzando un instrumento tradicional e incorporándolo de forma sublime a su obra.

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Aunque el gallego no tenía fácil sorprender a un público que todavía tenía fresca en la memoria la actuación de hace dos cursos, tras dar el primer paso con la incorporación de Elizagoien y su trikitixa, lograba el efecto pretendido con la incorporación de Abraham Cupeiro y su Karnyx (trompeta celta de la Edad de Hierro) de un sonido ancestral que sobrecogió al auditorio.

Comenzaba la parte más didáctica de la actuación, con instrumentos recuperados por Cupeiro, todo un referente en esta materia en nuestro país. Núñez recordó las trompas celtíberas de Numancia que había podido descubrir en su visita matutina al yacimiento y también mostró varios instrumentos realizados a partir del arte románico del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Comenzaba el viaje por el Camino y el viaje al pasado, con la interpretación de cántigas medievales.

Después llegaría el duelo de percusión entre Suso Núñez y su maleta, frente a Jon Pilatzke y su calzado, una reedición al de hace dos años que bien podrían repetir esta noche con el mismo resultado, y eso que en esta ocasión el canadiense contaba con el hándicap de haber realizado en pocas horas un viaje de Japón a Canadá, y de Canadá a Madrid, para recalar a tiempo en Soria.

Pero todavía había más, mucho más. Y es que Carlos Núñez aprovecha la preparación de sus espectáculos para seguir impregnándose del terreno que pisa, para incorporarlo a su arte y a la vez, dejar la impronta de Galicia y de la música celta en un intercambio que hace saltar por los aires las distancias. Así, una banda de gaiteros de Galicia se adueñó del espectáculo, también con el soriano Carlos Lázaro, para después incorporar la dulzaina, elevando a lo sublime el sonido de todos estos instrumentos. Una convivencia exquisita, similar a la del anterior concierto en Soria y que de nuevo conformó una fórmula que ya había calado en el público. De esta forma, no era de extrañar que en esta ocasión, cuando el gallego puso en pie al auditorio para comenzar a bailar, el público soriano apenas ofreciera resistencia. Lo difícil llegaría después, elegir el momento de cerrar el telón...

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