Últimas presencias sorianas en un Mundial: 24-8-1999 (Cacho, cuarto) y 28-8-1999 (Antón, oro)

ATLETISMO Cuando Marta Pérez tome la salida hoy en la primera serie del 1.500 del Campeonato del Mundo de Londres (20.35 hora española, Teledeporte), romperá una racha de 18 años sin presencias sorianas en los Mundiales de Atletismo. Casualmente, los dos grandes exponentes del deporte en la provincia, Fermín Cacho y Abel Antón, se despidieron de esta competición en Sevilla'99. Para Cacho, de hecho, fue su retirada de la gran competición. No acudió a los Juegos de Sydney 2000 y los intentos que hizo para estar en Edmonton'01 o Munich'02 no le acercaron a estar allí. Cuando corrió el Campeonato de España de Jerez en 2003 ni siquiera pensaba en el Mundial de París, sino en despedirse del atletismo con las zapatillas puestas y desde el tartán.

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Lo de Abel Antón, siete años mayor que Cacho (1962-1999) fue diferente. Todavía corrió en los Juegos Olímpicos de Sydney, donde se descolgó desde el principio por una lesión de rodilla que arrastraba y no pudo estar entre los 50 primeros. Aun así, acabó, el 53. Ese mismo primer día de octubre del año 2000, Antón dejó claro que no correría en Edmonton, sino dos maratones que tenía contratadas para 2001: un octavo puesto en abril en Londres, después de haber empezado casi de cero a su regreso de Sydney; y un decimoctavo en la Millenium Marathon de Madrid que se corrió el 28 de octubre de ese año, ya con 39 años y con la mente pensando en el futuro lejos del asfalto.

Volviendo al principio, Soria brilló con especial potencia en aquel Mundial de 1999. Para Fermín Cacho era su décima final consecutiva de un gran campeonato en 1.500, desde el Europeo de Split en 1990. Cuesta todavía valorar la grandeza de esa gesta, jalonada además por seis medallas (oro y plata olímpica, dos platas Mundiales, oro y bronce europeos). Marta Pérez quizás podría fijarse en lo que sucedió en la primera serie de la primera ronda del 1.500 masculino: para las semifinales se clasificaron los seis primeros... y cuatro por tiempos. Es decir, los diez primeros de esa serie. En la segunda, la que corrió Reyes Estévez, no se metió nadie por tiempos. En la tercera, la de Andrés Díaz, los dos restantes.

El sistema es el mismo que en Londres, 18 años después: tres series, y se meten los seis primeros y los seis mejores tiempos para las semifinales. En aquellos tiempos, de todos modos, ni Cacho ni Reyes ni Díaz tenían especiales problemas para ir pasando de ronda. En la primera semifinal, el soriano y el catalán entraron detrás de Hicham El Guerrouj. En la segunda, el gallego entró dentrás de Noah Ngeny, y Morceli todavía tuvo el coraje de clasificarse por tiempos.

Y algo parecido sucedió en la famosa final del 24 de agosto de 1999. Marruecos hizo táctica de equipo sacrificando como liebre a Adil Kaouch, que entró descolgado a 12 segundos del penúltimo, pero contento porque su compatriota El Guerrouj ganó con 3:27.65, no lejos del récord del mundo. Ngeny (plata), Estévez (bronce) y Díaz (quinto) hicieron allí su mejor marca. Lo de Ngeny conviene subrayarlo: era el récord de Kenia y adelantaba a Cacho en el ranking de todos los tiempos (3:28.73 frente a los 3:28.95 que tenía el de Ágreda de la Weltklasse de Zurich dos años antes, y que le siguen dejando como el duodécimo atleta de siempre). No volvió a hacer una gran carrera internacional Fermín Cacho.

Cuatro días después de aquello, el 28 de agosto de 1999, un espigado y veterano fondista nacido casi 37 años antes en la pequeña localidad soriana de Ojuel puso boca abajo el Estadio de la Cartuja y a todas las personas que siguieron aquella carrera por televisión. Abel Antón, entrenado como Fermín Cacho por el incomparable Enrique Pascual Oliva, revalidaba el título mundial que había conseguido dos años antes en Atenas.

Aunque seguro que le costó grandes sufrimientos, el dominio que tenía entonces Abel Antón de los 42.195 metros transmitía total tranquilidad a todos los que veían la carrera. Su capacidad para aguantar largas trotadas, unida sobre todo a su demoledor final gracias a su pasado en distancias más cortas, le convertía en un atleta casi imbatible en aquellos años.

Antón fue siempre en el grupo cabecero, sin importarle las escapadas que siempre se dan en los grandes campeonatos. En el kilómetro 5, ese pelotón de cabeza estaba compuesto por prácticamente los 80 participantes, con solo cinco descolgados. En el kilómetro 10 ya solo quedaban 44, entre ellos los seis españoles (cuándo se volverá a ver eso...). Se fue reduciendo poco a poco el grupo, en un ritual que se repite siempre en todos estos maratones: una treintena en el 15, 27 atletas en el 20, ya solo 12 en el 25 y solo 10 en el 30. Para entonces, el grupo potente ya había cogido al marroquí El Mostafa Damaoui y se había escapado el japonés Nobuyuki Sato, que volaba hacia el oro con 20 segundos de ventaja.

En el 35, Sato había ampliado su ventaja a casi medio minuto a un grupo de cinco en el que Abel Antón, con sangre fría, todavía había decidido que no era el momento. El italiano Modica y Antón dejaron atrás al keniano Biwott, después de haberlo hecho con el sudafricano Thys y el portugués Novo. En el kilómetro 37, en una imagen difícilmente olvidable para todos los que la han visto, mientras Modica se acercaba a coger agua, Antón (que acababa de hacerlo) aceleró como si empezara a correr en ese momento. Ya nadie dudaba de lo que iba a pasar: adelantó como un avión a Sato a pesar de los vanos intentos de este por quedarse con él y entró en La Cartuja con los brazos abiertos, el dorsal 354 en el pecho, sin afectarle los 36 grados de temperatura a alguien como él crecido en la fresca Soria. Modica también adelantó a Sato.

Los ocho primeros corredores fueron blancos (dos españoles, dos italianos, tres japoneses y un portugués). Por un lado, Abel Antón aprovechó que todavía los atletas africanos no habían dado el salto definitivo al control dictatorial de la distancia. Por otro, habría estado bien ver al soriano en una época de mayor nivel global como el que llegó después. Seguro que ese 2h07:57 que tiene de Londres se habría quedado en unos cuantos segundos menos.