Las pinturas de Susana Villar, en el restaurante Ramsés de Madrid

El próximo 15 de marzo se inaugurará en el restaurante Ramsés de Madrid, junto a la Puerta de Alcalá, una exposición de pintura de la soriana Susana Villar de la Villa. Con ese motivo habrá una pequeña fiesta entre las 20.30 y las 22.00, amenizada por la música de Sylvia Operé.

La pintura de Susana Villar según Martín Izquierdo Verde:

Susana Villar no es una persona que se prodigue en elogios a su obra. Sus pinturas no alfombran Internet ni se cubren de citas pretenciosas. Abierta a todos y transparente en su oficio, es una trabajadora incansable. Reparte su día entre la creación de sus pinturas y la docencia artística. Es moderna por derecho propio: el contacto con sus alumnos, el trabajo de pintor desde la humildad y la sana duda creativa le conducen a una revisión continua de sus conceptos, ideas preconcebidas y de su técnica. Su obra es siempre contemporánea porque nunca es ajena a las circunstancias creativas. Por ello cala en las diferentes sensibilidades que descubren su pintura, que es casi continuación de su personalidad. La obra que hoy podemos apreciar sigue la guía que ha marcado el trabajo de Villar durante gran parte de su carrera: la importancia del color en su interrelación y la gestualidad como generadora del ritmo. La aparente frescura y facilidad resolutiva no debe engañarnos: tras cada una de estas obras se esconde un boceto, una composición, un experimento visual y técnico. Es la sencillez que da la reflexión de una carrera artística que se confunde con una vida, siempre en progreso y cambio, pero manteniendo la esencia, su “estilo”. Sobre sus fondos aparecen estructuras, se entrecruzan gestos. Pero no existe un truco, un módulo que repetir. Sí una concepción profunda del color en la que el ojo a veces confunde la pintura pura con el collage, el dibujo a carbón, entre otras técnicas. Este trampantojo visual parece alumbrar a veces rostros o figuras. Entre la abstracción puede existir un leve matiz figurativo, sin olvidar nunca que la clave no está en qué vemos, sino en qué sentimos: la sinestesia del color y el ritmo que Villar domina con maestría.

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