El Museo Numantino acoge una sesión de trabajo sobre el menhir de Alcubilla de las Peñas

El Museo Numantino incorporó a finales del pasado mes de octubre a su exposición permanente un menhir procedente del yacimiento de La Mina, en Alcubilla de las Peñas, recuperado durante la campaña de excavaciones dirigida por Manuel Rojo en 2008 y financiada por la Junta de Castilla y León. El trabajo de consolidación y limpieza ha permitido la instalación de esta pieza, con la que el museo enriquece de manera notable su contenido y permite contemplar una singular y excepcional muestra de la cultura neolítica.

El equipo de Manuel Rojo recuperó los restos de un monumento neolítico datado en el 3.500 antes de Cristo. La pieza en cuestión es un monolito (menhir) de unas dimensiones aproximadas de 2,4 metros de altura y una sección máxima de 73 por 55 centímetros, fraccionado en cuatro fragmentos. Es de carácter antropomorfo, con tallado en uno de sus extremos en forma redondeada y con grabados de temas geométricos, en ocasiones en bajorrelieve, en el resto del cuerpo.

El menhir de Alcubilla es el más claramente relacionado a un megalito en la meseta norte. Este movimiento y levantamiento de grandes piedras asociadas a los monumentos funerarios, como es el caso de Alcubilla, o a la marcación de espacios de interés económico, sitúa a Soria en el marco de los contextos megalíticos del atlántico europeo. Se trata de una gran piedra de casi tres toneladas de peso.

El equipo que conforman Primitiva Bueno, Rodrigo de Balbín, ambos catedráticos de Prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares, y Manuel Rojo, profesor titular de Prehistoria de la Universidad de Valladolid, han llevado a cabo este martes en las instalaciones del Museo Numantino, un estudio completo del menhir con técnicas especializadas de fotografía con luces artificiales diversas.

Según Manuel Rojo, “la ventaja que ofrece esta pieza es que estaba completa y que su relación con el dolmen de Alcubilla de las Peñas (apareció sobre su túmulo) ofrece un contexto ideológico en el que situarla: la conmemoración o la marcación de un lugar de depósito de los ancestros. Como este yacimiento permitió recuperar de modo excepcional dos fases bien definidas de uso, una más antigua y otra más reciente donde toda la estructura original se desmontó y cambió de forma, el menhir de Alcubilla parece haber sido la pieza más longeva en el sitio”.

Los responsables del análisis de la pieza consideran que “son muchas las cuestiones que hemos de resolver cuando nos enfrentamos al estudio de una gran piedra erigida por grupos humanos, probablemente hace más de 7.000 años”.

Entienden estos expertos que el aspecto más evidente es qué estrategia utilizar para la observación rigurosa de toda su superficie, “dado que trabajamos con objetos que, como el menhir de Alcubilla, ronda los 3.000 kilogramos. Esa es una de las razones por las que, de acuerdo con el director del Museo Numantino, Elías Terés, expusimos la situación al Servicio de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, que fue muy sensible a la situación y apoyó el levantamiento de la pieza por uno de sus lados útiles. Una vez estudiado, la pieza podría reimplantarse para poder observar la zona menos visible en la actualidad”.

Estudio del menhir mediante fotografía especializada

La documentación de estas grandes piedras exige de un estudio de fotografía especializada que permita restablecer cada uno de los gestos que condujeron a expresar en la piedra mensajes que resultaban comprensibles para sus coetáneos.

Los investigadores consideran que “la evidencia de que nos encontramos ante una representación tridimensional ofrece una medida real de la capacidad técnica de sus autores. Por otro lado, la piedra fue elegida expresamente, pues no se corresponde con la materia prima más abundante en la construcción del megalito en cuyo túmulo se localizó”.

A un trabajo previo de localización del lugar del que extraer una pieza de este tamaño, su arrastre hasta el lugar donde se implantó y su talla, siguió la definición de formas expresamente pensadas para ubicarlas de manera indeleble en este tipo de soportes. Por tanto, concluyen los responsables del estudio, “cohesión social y un entramado ideológico capaz de sustentar este tipo de producciones son otros de los argumentos que nos sirven para reconstruir la sociedad que tuvo en estas grandes piedras una seña de identidad a lo largo de toda la fachada atlántica europea”.

La identificación de las formas que se han grabado ofrece una referencia que permite a los investigadores conectar la pieza con otros ejemplos europeos. Es el caso de las cazoletas, pequeñas oquedades que generan claroscuros y otorgan ‘movimiento’ a la piedra en situaciones de escasa luz o de contrastes de luz; o el de los círculos concéntricos, un tema muy común en los megalitos irlandeses y conocido en la península por relacionarse con los petroglifos gallegos. Otros grabados parecen reflejar la vestimenta de un personaje adornada con motivos geométricos, esencialmente ‘zig-zags’, e incluso con cinturón, bandas, etc.

Todos estos grabados son difíciles de percibir si no se utilizan luces artificiales, pues la erosión natural, junto con la pátina producida por el paso de los años hace difícil, en muchos de los casos, una observación nítida de todos los trabajos realizados.

Respecto al trabajo de investigación que van a desarrollar esta tarde, Manuel Rojo manifiesta que “nuestro sistema, a partir de fotografías desde ángulos distintos y luces diferentes, pretende obtener una imagen lo más completa posible de todos los grabados que se realizaron y ofrecer al público interesado una síntesis e interpretación de los mismos”.