Inaugurada y bendecida la nueva parroquia de la urbanización de Camaretas

Esta tarde ha tenido lugar la eucaristía dentro de la cual ha sido dedicada y bendecida la nueva parroquia de la urbanización de Camaretas por el obispo de la Diócesis de Osma-Soria, Gerardo Melgar Viciosa. Al acto asistieron representantes del ayuntamiento de Golmayo-Camaretas así como los arquitectos diocesanos y representantes de la empresa constructora.

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El acto comenzó con la recepción del obispo, de los sacerdotes y fieles en la entrada del templo. Tras este momento, una vez revestido el obispo y los más de cuarenta sacerdotes concelebrantes, se inició la procesión desde el lateral de la iglesia hasta la entrada principal; al llegar a la puerta entró, en primer lugar, el obispo junto con un sacerdote que portaba las reliquias que iban a ser introducidas en el altar minutos más tarde y que pertenecen al beato Juan de Palafox y Mendoza. Momentos antes, Melgar Viciosa había entregado simbólicamente las llaves del templo al párroco, Javier Ramírez de Nicolás.

Ya dentro de la iglesia tuvo lugar el rito de la bendición y aspersión del agua; el edificio y los fieles fueron rociados con el agua bendecida. Tras el canto del Gloria y la oración colecta, empezaba la Liturgia de la Palabra; en ese momento el obispo hizo entrega a dos lectores del leccionario con la Palabra de Dios. Terminadas las lecturas, el obispo dirigió la homilía.

Finalizada la homilía, toda la asamblea rezó el Credo y se inició el rito propiamente dicho de la bendición y dedicación del templo: se cantó la Letanía de los santos y se colocaron en el altar las reliquias; después, el obispo rezó la oración de dedicación tras la que Melgar derramó sobre el altar el santo crisma que luego extendió y lo mismo hizo en las cuatro paredes del templo. Inmediatamente después, el prelado procedió a poner incienso sobre el altar y a incensar el templo. Tras la incensación, algunos fieles procedieron a cubrir el altar con manteles y otros lo adornaron con flores; finalmente, el obispo entregó al párroco una vela para iluminar los candelabros del altar y, en ese momento, se iluminó totalmente el resto del templo.

Desde ese momento, y hasta la postcomunión, la Santa Misa se desarrolló normalmente. Antes de finalizar la celebración, el obispo, que procesionó desde el presbiterio, colocó por primera vez el Santísimo Sacramento de la Eucaristía en el sagrario del templo. Con este gesto y le bendición finalizó la solemne ceremonia de bendición y dedicación.

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