Los contrastes de la Orquesta Sinfónica de Bilbao

Por Soledad Atienza

OTOÑO MUSICAL SORIANO El programa que presentaba la Orquesta Sinfónica de Bilbao, con Karl Sollak al frente, había creado gran expectación y el público soriano llenó el aforo del Auditorio “Odón Alonso” del Palacio de la Audiencia en la tarde del viernes.

En la primera parte se pudo escuchar Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla, con Josu de Solaun al piano como solista. La orquesta no estuvo a la altura del pianista, permaneció desajustada la mayor parte del tiempo y dominada por la ambigüedad de la afinación, especialmente en la cuerda, así como por los comienzos y finales de frase un tanto incontrolados e incontrolables, de la misma manera que los tempi no dejaron de fluctuar a lo largo de la composición. Por el contrario, el pianista, de memoria, consiguió un sonido bello y pulcro, caracterizado por la expresividad y en sintonía con la música española que estaba interpretando, de tintes impresionistas, o influido Falla por el estilo de Debussy, para ser más correctos, sobre todo en la orquestación y en el timbre, pero con un tiempo que no estuvo del todo claro con la orquesta en algunas ocasiones.

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En la segunda parte llegó el turno de la Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler, que se acercó más al nivel de exigencia de este Festival. La orquesta, aún con algunas oscilaciones en los tempi y con desafinaciones en compases puntuales, estuvo más empastada en general. Los solistas cumplieron su papel, entre los que destacó el trompa soriano Luis Fernando Núñez. Del mismo modo, los momentos de mayor calidad se dieron en el Adagietto, cuarto movimiento de gran sutileza, en el que la cuerda demostró su nivel técnico y expresivo, al igual que los tutti en fortísimo, donde el peso de la masa sonora fue rotundo, gracias principalmente a los instrumentistas de viento metal.

Por lo tanto, la sensación general tras la Sinfonía fue más que aceptable, puesto que no hay que olvidar la dificultad de esta partitura en lo que a duración, tensión, dureza o concentración se refiere y requiere.

Frente a la actuación del viernes, la del sábado por la tarde de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, también dirigida por el Maestro Karl Sollak, no tuvo nada que ver, tanto fue así que hasta parecía tratarse de una agrupación diferente. El repertorio estaba integrado en su totalidad por partituras de Wolfgang Amadeus Mozart, que por un cambio de última hora llevó al Exsultate jubilate K. 158a (165) al comienzo del concierto, con la soprano bilbaína Olatz Saitua como solista, en lugar de Tatiana Davidova, para continuar con la Sinfonía nº 36, en Do mayor, K. 425, “Linz”, y en la segunda parte la Misa de la Coronación, en Do mayor K. 317, para órgano, coro y solistas.

Simplemente con los acordes iniciales de la primera de estas composiciones se observó la diferencia con la actuación del día anterior, incluso en la propia actitud de los músicos sobre el escenario. La interpretación fue magnífica, tanto por el estilo como por el timbre, brillante, propio del clasicismo, y el color de la masa orquestal. La cuerda dominó a la perfección los ataques, los golpes de arco, con la ligereza característica de las obras de Mozart, mientras el viento también logró conseguir este sonido, con ataques precisos y con delicadeza en las emisiones, sin olvidar los contrastes entre dinámicas, piano y fuerte, tan típicas de este período musical. Dentro de esta interpretación tan aproximada a las llamadas historicistas, los timbales fueron tocados en algunos pasajes con baquetas de madera, mucho más duras que las habituales de fieltro empleadas en la música del romanticismo y posterior.

En cuanto al Coro de la Fundación Princesa de Asturias, dirigido por José Esteban García Miranda, y que intervino en la segunda parte en la Misa de la Coronación, no se le puede objetar nada, fue impecable tanto en la proyección como en la dicción, de la misma forma que a los solistas, la citada soprano Olatz Saitua, la mezzosoprano Maite Arruabarrena, el tenor Luis Dámaso y el barítono Fernando Latorre, cuyas actuaciones fueron técnicamente perfectas, todos ellos acompañados al órgano por Gerardo Rifón y bajo la dirección del Maestro vienés Karl Sollak que dejó claros sus orígenes, vinculados a la música de Mozart, y que maravilló al público asistente con su versión de estas obras.

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