Consejos para cuidar tu piel: nuestro órgano olvidado

CONSEJOS NATURALES La piel es el órgano más extenso que poseemos, supone aproximadamente el 16% del peso corporal de una persona pero a veces no le prestamos toda la atención que merece.

Se localiza recubriendo nuestro cuerpo aunque es algo más que un simple envoltorio, nos brinda protección frente a microorganismos como virus y bacterias, compuestos químicos y radiaciones solares y además, es un órgano de 'intercambio' con el medio que nos rodea ya que junto con el sudor (que interviene en el mantenimiento de la temperatura corporal) puede eliminar toxinas.

La piel está formada por tres capas:

- La epidermis es la capa más superficial y delgada. Está compuesta mayoritariamente por queranocitos (o células productoras de queratina) que es una proteína rica en azufre cuya función es aportar resistencia para protegernos de las agresiones externas y formar una barrera que impida la evaporación del agua. Los melanocitos son otras células localizadas en la epidermis cuya misión es sintetizar melanina responsable de la coloración marrón-negra de la piel. Su función es protegernos de la radiación ultravioleta. Además, en esta capa también encontramos células defensivas que nos protegen frente a infecciones causadas por micoorganismos. La epidermis está continuamente regenerándose, de tal modo que cada 27 días se ha renovado totalmente.

- La dermis es la capa más gruesa de la piel y se localiza justo debajo de la epidermis. Es rica en fibras de colágeno y elastina, que le aportan consistencia y elasticidad. En esta capa se localizan los folículos pilosos, las glándulas sebáceas y sudoríparas además de las terminaciones nerviosas y vasos linfáticos y sanguíneos.

- La hipodermis o tejido subcutáneo que es la capa más profunda de la piel, es la zona donde se encuentra la grasa. Es la encargada de la regulación térmica.

Además, la piel está rodeada por un manto ácido que potencia esta función protectora compuesto por sustancias procedentes del sudor como el ácido láctico, sustancias procedentes de las glándulas sebáceas como ácidos grasos y bacterias que forman parte de nuestra flora normal. En ocasiones no cuidamos bien la piel ya sea abusando de la ducha o mediante el empleo de jabones, cremas y productos de higiene personal con un PH inadecuado. Eso produce que este manto se alcalinice produciendo picor y dermatitis de origen inespecífico. Hay que añadir que algunos de estos productos a veces contienen sustancias químicas de síntesis como colorantes, parabenos, propilenglicol (PEG), dimeticona, siliconas… que también pueden resultar nocivos o irritantes.

¿CÓMO PROTEGERLA?

Debido a esta función barrera que realiza la piel, diariamente está sometida a múltiples agresiones tanto de origen exógeno como endógeno.

¡Cuidado con el sol! pese a ser necesario para la síntesis de vitamina D e indispensable para la buena salud ósea, es una fuente peligrosa de radiaciones no visibles como los rayos UVA y UVB que tienen la capacidad de penetrar en la piel y pueden causar eritemas, quemaduras, envejecimiento, manchas, alergia, e incluso cáncer. Recientemente se ha puesto de manifiesto que incluso tres horas después de estar expuesto al sol se pueden seguir produciendo lesiones en el material genético celular.

Las radiaciones más intensas son las producidas entre las diez de la mañana y las cuatro, por tanto, en la medida en que sea posible, hay que intentar evitarlas especialmente los niños y ancianos. Además, el consumo de determinados medicamentos como antibióticos, anticonceptivos… y cambios hormonales como los ocurridos en el embarazo son foto-sensibilizantes, por tanto, es mucho más probable que se produzcan manchas y quemaduras. Aunque la piel produce melanina para defendernos de este tipo de radiaciones sólo con la protección natural no es suficiente. Es necesario el empleo de gafas, sombreros o gorras y ropa adecuada. Además, es muy importante aplicar de forma generosa un filtro solar media hora antes de la exposición al sol y repetir la aplicación del producto cada dos horas y después del baño si se produjera, poniendo especial interés en lunares y pecas. Una vez abiertos los fotoprotectores empiezan a perder sus cualidades, especialmente si han estado expuestos a altas temperaturas (playa, piscina, montaña…), por lo que es recomendable renovarlos todos los años.

Por otro lado, tras la exposición a este tipo de radiaciones (sol, cabinas de bronceado, montaña) es muy recomendable reparar, calmar e hidratar la piel. A este respecto son conocidas las propiedades de algunas plantas que nos pueden ayudar como por ejemplo el aloe vera por su capacidad antiséptica, regeneradora celular, analgésica y antiinflamatoria; la manzanilla por su contenido en mucílagos, camazuleno y ácido gentístico con propiedades antisépticas, antiinflamatorias y reparadoras; o el aceite de abisinia por su alto contenido en ácidos grasos que le confieren capacidad antioxidante.

En cualquier caso, si pese a todas las precauciones tomadas al final se ha producido una quemadura, se debe refrescar la piel con agua fría sin frotar para evitar lesiones e incluso, si fuera necesario, utilizar un producto específico para quemaduras. La caléndula es una planta que además de poseer aceite esencial con propiedades antisépticas aporta mucílagos, flavonoides, esteroles y manganeso con capacidad repitelizante, vulneraria y analgésica. El llantén es rico en mucílagos con acción emoliente, antipuriginosa y cicatrizante. El aceite de girasol es rico en tocoferoles (vitamina E) que además de hidratar es un potente agente antioxidante. También nos puede ayudar la milenrama que aporta propiedades astringentes y cicatrizantes o el propóleo que favorece la cicatrización de heridas y es un gran antiséptico.

Además… CUIDA TU PIEL TAMBIÉN DESDE DENTRO

La piel también puede ser agredida a diario por otro tipo de sustancias nocivas presentes en la contaminación ambiental o incluso procedente de una mala alimentación, el consumo de alcohol y tabaco.

Una de las consecuencias es la producción de radicales libres. Se trata de unos compuestos altamente reactivos capaces de destruir partes importantes de las células como su material genético y producir cambios letales para las mismas. Estas moléculas son las responsables del envejecimiento y de patologías más serias como melanoma y cáncer. El organismo tiene sus propios antioxidantes, como algunas vitaminas y enzimas, para protegerse pero hay situaciones en las que se producen en exceso, rompiendo el equilibrio entre su formación y su destrucción, provocando estrés oxidativo en las células. Esto genera cambios en la estructura y función de la piel volviéndose más delgada y débil y menos elástica debido variaciones en la concentración de colágeno, elastina y agua que desembocan en la formación de arrugas.

Podemos protegernos de los radicales libres suplementando la dieta con nutrientes con capacidad antioxidante como los carotenos presentes en algunas frutas y hortalizas como la zanahoria, la vitamina C abundante en fresas, naranjas, kiwi, pimientos… vitamina E que se encuentra en aceites vegetales, germen de trigo, cereales. En las semillas y la piel de las uvas negras se han encontrado potentes antioxidantes naturales como el resveratrol, antocianos, flavonoides y taninos capaces de actuar sinérgicamente. La astaxantina es otra sustancia con una elevada capacidad para anular o reducir los radicales libres localizados en diferentes entornos celulares (es 500 veces más potente que la vitamina E) que además presenta la ventaja de no transformarse en vitamina A, por tanto no hay riesgo de hipervitaminosis.