La Soria más entrañable

El libro 'Ayer y tan lejos', del adnamantino Jorge Sanz, es una aventura fotográfica de seis años de duración por la Soria más entrañable. La Soria que han conocido nuestros padres y abuelos y que hoy se desvanece.

Fue ayer, aunque parezca lejano ¿no es así?

Claro, así es. De ahí el título. Las imágenes las tomé ayer, como el que dice, pero muchas de ellas bien podrían ser de hace décadas, incluso de hace cientos o miles de años.

¿Es para tanto, o exagera un poco?

En el libro hay imágenes que, por decirlo de alguna manera, parecen bíblicas. Carear a lomos de un burro, cerrar el gallinero para que no se cuele la zorra, o protegerse del viento en un refugio de piedras son quehaceres que han sido el pan de cada día durante siglos.

Habla de siglos atrás pero… y si miramos hacia delante, ¿qué le diría al que ojee el libro dentro de, no sé, 200 años?

Que fui testigo de situaciones y oficios, de una forma de vida que, tras perdurar durante siglos, daba a principios del siglo XXI sus últimos coletazos. Que disfrute y aprenda al ver qué se hacía, cómo se vestía y qué animales se tenían. La fuerza de la fotografía documental es precisamente eso, su alto contenido narrativo. Es aquello de ver para creer.

Ahora que habla de sus fotografías, si tuviera que elegir una, ¿con cuál se quedaría?

Es difícil decantarse por una u otra, porque cada una tiene algo que la hace especial, ya sea por el tiempo que ha llevado tomarla, por el enclave o por la interesante conversación que hay detrás de ella. Ahora bien, si tengo que decantarme por una, es por la del burro con alforjas y cuatro corderillos mirando con curiosidad a cámara. Creo que es la más entrañable de todas.

¿Y si tuviera que destacar un momento?

Hay uno que guardo con especial cariño. Un día, caminando por una vereda, apareció de pronto una mujer acompañada de dos perros. Un pañuelo le cubría la cabeza, vestía medias de lana y llevaba una alforja al hombro y un saco de tela bajo el brazo. Sentí como si la actriz que yo quería, vestida como yo quería, entraba en el escenario. Encontrar imágenes en la vida real en las que plasmar la idea que llevaba establecida ha sido lo más satisfactorio de esta aventura fotográfica.

¿También tendrá anécdotas?

Claro. Muchas. Algunas graciosas y otras no tanto.

¿Por ejemplo?

El día que una oveja tenía problemas para parir y tuve que dejar la cámara y entrar a echar una mano en el “quirófano”.

(risas) ¿Y una mala?

A un señor le molestó mi presencia y me despachó a pedradas. Justo el día de mi cumpleaños, para que no se me olvide.

Original forma de felicitarle. ¿Así reaccionaban los protagonistas del libro ante su propuesta?

Ese fue un caso aislado. La gente, al contarles el motivo de mi visita, se mostraba encantada de colaborar y de contarme sus vivencias.

Y una vez publicado, ¿cómo reaccionan los lectores?

Me llegan mensajes muy emotivos. Del tipo “a mi abuelo le ha gustado tanto que lo ha visto un montón de veces” o “mis padres se han emocionado”. Incluso una mujer de avanzada edad me comentó “tienes que hacer otro con más imágenes, pero date prisa que quiero verlo antes de morirme”. Creo que no hay mayor premio para un fotógrafo que llegar al corazón de la gente con su trabajo. Y con este libro, según lo que me trasmiten los que ya lo han visto, parece que lo he conseguido.

¿Qué ha aprendido?

Que hay que escuchar a la gente mayor.

¿Y qué es lo que más le ha gustado?

El simple hecho de pasear por el campo soriano en soledad con la única compañía del ulular del viento o del canto de las alondras. Siempre digo que en los tiempos que corren, tan tecnológicos y tan llenos de prisas, el campo soriano es poesía. Disfrutar, poder sentir esos 'poemas' ha sido un verdadero placer. También descubrir algunos lugares que desconocía, como el enclave en el que se asienta el despoblado de Peñalcázar, el pueblo de Caracena o el cañón de Vildé.

Imagino que algún sinsabor le habrá quedado.

Claro. Varios. Sobre todo descartar alguna fotografía que ahora sí que incluiría. También me hubiera gustado empezar unos años antes para haber conseguido imágenes de quehaceres y oficios que ya han desaparecido.

Entiendo. Si tuviera que resumir este proyecto en una palabra, ¿cuál elegiría?

Amabilidad. Con la que me han tratado los protagonistas. Lo que agradezco enormemente. Aunque también destacaría la de empatía, porque ha sido muy necesario identificarse mental y afectivamente con las personas fotografiadas para entender que era lo más importante para ellas.

Para finalizar, como autor, ¿cuál es su deseo?

No hay mayor premio para mí que mis imágenes inviten al lector, si éste ve su vida identificada en ellas, a viajar por la memoria, a ser niño otra vez, a corretear por las calles de su pueblo, o a sentarse en el hogar junto a sus seres queridos. En definitiva, que le traigan buenos recuerdos. En caso contrario, deseo que mis fotografías le 'alimenten' el corazón del aprendizaje y de la curiosidad.

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