Una semana por Marrakech y el Atlas

(Por Sergio Tierno)

5-10-2013. Últimos aromas de Marruecos. En casa

Se terminó nuestra estancia en Marruecos. Estamos ya en Madrid, y algunos camino Soria. Tuvimos suerte con el cambio de hora. Nuestro avión estaba previsto a las 15.55 y finalmente ha salido a las 16.55, así que hemos ganado sesenta minutos en Marrakech. Ese cambio de hora solía ser a finales de septiembre, pero este año lo han cambiado a finales de octubre, como lleva sucediendo algunos años en España.

Hemos disfrutado, por tanto, de nuestra última mañana de viaje. Y sin perder el tiempo. Para empezar el día, unos han andado, otros han corrido y otros han guardado del hostal. A las 9.00 o un poco después estábamos todos desayunando. Pasadas las 10.00 ya estaban preparadas las mochilas para dejar libres las habitaciones.

Disponíamos de unas cuatro horas. Este tiempo ha empezado en los zocos. Casi todos teníamos alguna compra pendiente, y ya la hemos satisfecho. Nos hemos encontrado con un marroquí mayor. Nos ha dicho que trabajaba el cuero y se ha ofrecido a llevarnos al barrio de los curtidores. Había leído en nuestra guía que era un sitio difícil de encontrar y digno de ver.

En ambas cosas llevaba razón. Es posible olvidar los arquitrabes de un templo o los capiteles de una mezquita, pero no se puede olvidar el olor del lugar donde se trabaja el cuero de Marrakech. Y en Fez es aún más exagerado. No todos los miembros del grupo han sido capaces de entrar a este recinto descubierto, a pesar de que antes te dan una rama de hierbabuena para ir compensando. Es difícil pensar en un trabajo menos grato que este. Merece la pena darse un paseo para verlo.

A las 12.30 nos hemos encontrado con todos los deberes hechos y con dos horas por delante. Hemos estimado conveniente completar la visita cultural con un paseo hasta las Tumbas Saadíes. Marrakech tiene otros monumentos muy interesantes que tendrán que esperar a próximos viajes para ser contemplados.

Habíamos quedado a las 14.30 en el hostal, pero un cuarto de hora ya estábamos todos preparados, incluido el conductor. Nos ha llevado al aeropuerto la misma agencia con la que hemos viajado todos estos días por tierras africanas.

En el aeropuerto de Menara se ha completado la preparación de las mochilas para evitar problemas en la facturación y hemos comido. Al final, como tantas veces, corriendo para llegar a tiempo al embarque. No ha habido problemas.

Un centenar de minutos después hemos aterrizado en Madrid Barajas. Adiós a una semana preciosa. El autobús a Soria salía a la 1.00 de la madrugada. Había tiempo suficiente para tomar algo en Malasaña, y eso hemos hecho varios del grupo y algunas nuevas incorporaciones. Ya estamos en nuestro ambiente, recordando las vivencias de estos siete días. Aún tienen que sedimentar del todo, lo que irá sucediendo con el paso del tiempo y con los sucesivos encuentros de los que hemos viajado juntos. Hasta el próximo viaje.

4-10-2013. Vuelta a Marrakech, entrando en la pista de despegue

Y ya casi se ha pasado este viaje por Marruecos. Otra vez el tiempo ha vuelto a engañarnos. Parece que ha pasado un mes desde que coronamos el Toubkal y parece que fue ayer cuando despegamos de Madrid. Ya estamos en Marrakech de nuevo. Esta tarde nos ha dado tiempo de sobra a dar un paseo por los zocos y a pasar un rato largo, muy relajados, en un bar algo alejado de la plaza al que nos ha llevado un cazaturistas. Nos ha gustado el precio y el ambiente y hemos trasnochado más de la cuenta, hasta casi las 23.30.

Así han sido nuestros horarios durante nuestra estancia aquí, de madrugar bastante y de trasnochar más bien poco. Esta mañana estábamos en Ouarzazate, desayunando pasadas las 7.30 y saliendo antes de las 8.30. Hay unos 200 kilómetros a Marrakech, pero nos hemos desviado de acuerdo con Mohamed para ver el valle del Ourika y sus cascadas, aunque no hemos pasado de la primera.

He leído en algún sitio que Ourika es el destino número uno de las excursiones de un día desde Marrakech. Y bien que se notaba en Setti Fatma, el pueblo donde acaba la carretera. Es la quintaesencia del turismo dominguero, con decenas de puestecillos de comida y de venta de recuerdos alrededor del río, una masificación sin mucho sentido para un paraje así.

El paseo hasta la cascada dura unos quince minutos. Quizás con tiempo, como en el Todra, resultara interesante hacer una larga excursión para ir acercándose a las cumbres del Alto Atlas. Estábamos justo al otro lado de Armed e Imlil, separados por las montañas. Fuera de eso, para un día, no tiene mucho más. Aquí hemos experimentado la insistencia (eufemismo) de los vendedores o guías, de la que tanto hablan todos los consejos sobre los sitios más turísticos de Marruecos. Al menos, hemos comido bien en uno de estos puestos a los que nos ha llevado Mohamed, junto al río.

Teníamos ganas de llegar a Marrakech, lo que hemos conseguido a las 18.00, después de ir a saludar a la oficina de nuestra agencia de viajes por Marruecos. El hotel vuelve a ser el Kif Kif, en pleno centro. Hace calor, así que costará dormir en esta última noche marroquí. Mañana, últimas compras, algún monumento y poco más. Algunos han quedado para correr. Otros apurarán las sábanas. Hasta mañana.

3-10-2013. Los otros colores del sol

Se va acercando el final. Este tipo de vacaciones es duro, pero nos gusta. Sin ánimo de resultar repetitivo, hoy ha sido otro día largo. Estamos descansando en el hotel de Ouarzazate. Después de otra jornada de muchas horas en el minibús, la mitad del grupo se ha ido a dar un paseo por la ciudad. Los demás nos hemos quedado en casa después de cenar y de tomar un café en dos establecimientos cercanos a nuestro hotel, de nuevo el Marmar. Estamos un poco fuera del turisteo por primera vez desde que aterrizamos. También nos gusta.

Los guías del desierto de Merzouga nos han despertado poco después de las 6.00. Como no había mucho que preparar ni que lavar, pocos minutos después ha empezado la marcha. El madrugón, uno más, ha tenido un sentido imprescindible cuando se duerme en el desierto: ver amanecer. De los presentes, nadie recordaba una salida del sol tan precipitada. Desde que ha asomado hasta que se ha visto completo apenas ha pasado tiempo, o eso nos ha parecido. Todo el paisaje lo formaban distintas tonalidades de rojo y rojizo. Inolvidable.

Los dromedarios nos han trasladado al albergue donde comimos ayer (parece que han pasado cuatro días). Desayuno, duchas para despojarnos de las arenas y a la furgoneta.

Esta vez sí, los cuatro integrantes del grupo que querían montar en quad (no había motos) lo han conseguido. La mañana estaba fabulosa para saltar y correr por las dunas, y lo han disfrutado como se merecía.

Entre unas cosas y otras, cuando hemos salido de Merzouga eran casi las 11.00 de la mañana. Nos esperaban kilómetros. La parada previa a la comida ha sido para sacar dinero en Erfoud.

Eran casi las 14.00 cuando hemos llegado a comer al palmeral del Todra, unos kilómetros antes de las gargantas del mismo nombre, en el nacimiento de este río. Era un poco tarde y no hemos querido conocer el palmeral por dentro, como insistía un guía que se hacía pasar por camarero durante la comida.

Las visitas del camino se han limitado a esas gargantas del Todra, realmente a un paseo de un cuarto de hora por estas preciosas paredes verticales repletas de anclajes para la escalada. En otra ocasión, con más tiempo, habríamos completado una buena caminata para no quedarnos simplemente en este recorrido hasta que ha terminado la larga hilera de puestecillos de venta. La parte deportiva del viaje parece que no siguió más allá del Toubkal.

Y todavía quedaban más horas de viaje. Nueva parada en Megouna para cambiar nuestros euros por dirhams, los que no habíamos sacado dinero. Mohamed estaba cansado y nosotros también. Hemos llegado de noche a Ouarzazate, después de ver otro precioso atardecer.

Ya han vuelto los que han salido de paseo hasta el centro. Dicen que había bastante ambiente para ser relativamente tarde, y que por la tarde tenía que estar a tope por los restos que se veían. Ya estamos más cerca de Marrakech, fin de trayecto de esta road movie.

2-10-2013. Durmiendo entre dunas

Otro día largo, largo, largo. Experiencia nueva: escribo poco antes de las 22.00, mientras termina esta festividad de San Saturio tan larga alrededor de una especie de fuego de campamento en el desierto de dunas más grande de Marruecos. Actúan cuatro bereberes tocando otros tantos instrumentos de percusión y cantando. Música tradicional para grupos de turistas. En este caso, cuatro japoneses, varios jóvenes de Canadá, Italia, Australia y otros países de Europa, y nosotros doce.

Han pasado ya algunos minutos y los japoneses y varios de los españoles, en especial uno, bailan con nuestros anfitriones mientras todos los demás disfrutamos.

Un final bonito para una jornada que ha empezado hace ya mucho. A las 6.00 de la mañana hemos quedado con Mohamed en la puerta de nuestro hotel en Ouarzazate. Pronto, pues esperaban muchos kilómetros y muchas horas.

A lo largo de los casi 400 kilómetros ha habido varias paradas para ir estirando las piernas: a ver la salida del sol, a desayunar en el Valle de las Rosas, a beber algo fresco, a comprar algunos turbantes, a ver un museo de fósiles… (ya estamos cantando sanjuaneras).

Esta vez, todos estos kilómetros han sido el peaje necesario para alcanzar uno de los paisajes más espectaculares de Marruecos: este avance del gran desierto del Sahara que conforman las dunas de Erg Chebbi, muy cerca de la localidad de Merzouga, ya casi en la frontera con Argelia. (Los japoneses han tomado el relevo musical de los españoles y los jóvenes de varios países, la mayoría de ellos viajando en solitario que se han conocido en este viaje, todavía no se han arrancado).

La última gran población que hemos pasado es Erfoud. A partir de allí, el paisaje va cambiando radical y espectacularmente. Desaparece la vegetación, aumentan las piedras, y aparecen numerosos camellos* pastoreados por nómadas. El agua está a grandes profundidades y es necesario construir pozos y depósitos para hacer posible la vida. Aun así, cuesta imaginar el día a día en esta antesala del gran desierto.

Habían pasado las 14.00 hacía escasos minutos. Algunos miembros del grupo querían montar en quad y moto por las dunas. Sin embargo, una tormenta que a nosotros nos ha parecido increíble y que nos han garantizado que aquí es normal, ha hecho imposible el alquiler de los vehículos. Remolinos de viento cubren de arena los bordes de la carretera en algunos tramos.

Antes de las 15.00 estábamos por tanto en Merzouga, en un gran albergue en el que no había nadie más. Allí hemos tenido que esperar tres horas, lo que al menos hemos aprovechado para comer dos veces (las dos veces lo mismo, tortilla bereber) y para comprar algunos recuerdos junto a los camellos que habrían de ser nuestros acompañantes hasta las dunas.

El camino ha empezado a las 18.00. No ha durado mucho más de una hora. Hemos alquilado tres camellos, uno para trasladar el agua y el escaso equipaje necesario y dos para ir turnándonos nosotros.

Según nos acercábamos al campamento, no hemos podido evitarlo y hemos corrido (andado) dunas arriba. Por minutos no hemos llegado al atardecer, pero el espectáculo es sobrecogedor. Desde la máxima altitud del erg (mar de dunas) se ve toda su dimensión y cientos de kilómetros cuadrados más. No se cansa uno de ver la arena, sus formas y sus sombras, ni de fotografiarlas. Este aperitivo sirve para comprender la fascinación que despierta el gran desierto de kilómetros y kilómetros de dunas. En la cima de una de ellas había un 4x4 con tres marroquíes de conversación. Parecía imposible subir hasta allí.

Hemos bajado, esta vez sí, corriendo por toda la gran duna, hasta las jaimas. En la más grande nos han preparado unos recipientes de tajin (verduras cocidas, hoy acompañadas de pollo) para cinco personas cada uno.

Tras la cena, el fuego, la música de los bereberes y los bailes. Ya se han ido casi todos a la jaima. Quedan fuera los jóvenes viajeros solitarios, contando historias y preparándose los colchones y las mantas para dormir al raso. Viendo el cielo, se entiende la decisión.

*Cada vez que aparezca la palabra camello, sustituir por dromedario.

1-10-2013. Un día en la carretera: de Armed a Ouarzazate

De las montañas al desierto, pasando por la ciudad, podría ser otro titular de este primero de octubre. Hoy ha sido un día largo en la carretera. Hace unas dieciséis horas nos hemos despertado en Armed, cerca de Imlil, en las faldas del Toubkal. Hemos terminado contentísimos con la casa que nos ha acogido estos dos días.

A las 8.15 hemos empezado a caminar hacia Imlil. Allí habíamos quedado a las 8.30 con nuestro conductor. Alrededor de las 9.00 hemos salido en busca de un día largo para empezar un cambio radical de ambiente.

En vista de que teníamos que pasar por Marrakech, hemos decidido parar unos minutos a cambiar de vehículo, a uno tan espacioso como el que nos dejó hace un par de días o tres en Imlil. Vamos a pasar demasiadas horas en él como para ir apretados. También hemos cambiado de chófer.

Alrededor de las 11.15, después de echar bien de combustible, rumbo al Este, rumbo a los desiertos. Estos viajes largos en vehículo común para varias personas generalmente no tienen desperdicio. De momento, este no lo está teniendo.

A las 18.30, unas siete horas después de la partida, hemos llegado a Ourzazate, una de las puertas del desierto, famosa por la gran cantidad de películas que en ella y en sus alrededores se han rodado. No hemos visto ningún famoso.

En esas siete horas, después de volver a cruzar el Atlas por el puerto de Tichka (2.260 metros), hemos hecho tres o cuatro paradas para hacer fotografías de los paisajes y para comer, mientras hemos disfrutado de la laboriosísima y totalmente femenina preparación del aceite de Argan. Los frutos secos se despojan de su cáscara uno a uno, a mano.

La parada más intencionada ha sido unos kilómetros antes de nuestro destino: un desvío a la izquierda nos ha llevado hasta Ait Ben Hadu, preciosa localidad de adobe Patrimonio de la Humanidad desde 1987. Allí también se han rodado numerosas películas. Por decir tres celebérrimas, ‘Lawrence de Arabia’, ‘La última tentación de Cristo’ y ‘Gladiator’.

Pero ya estamos en Ourzazate. Nada más llegar, un poco de negociación, como casi siempre, para conseguir hotel. No podemos quejarnos. Nuevo y bien de precio, nada que ver con las cifras que pueden leerse en recepción.

Tras descargar las mochilas, con la misma furgoneta, nos hemos dirigido al centro de la ciudad. Hemos comprado unas cervezas para antes de la cena y el desayuno para mañana temprano. Alguien recordaba haber cenado en una bonita terraza frente a la espectacular kasba de Ourzazate. El conductor no ha dudado. Una temperatura espléndida, igual que las vistas, la cena y las compañías. Hay cansancio. En el hotel, el Marmar, casi quemamos la wifi después de dos días sin ella. Ya deben de andar todos durmiendo. Hoy no habrá muchas horas de sueño.

30-9-2013. En el techo del Norte de África

(Ayer al final fue imposible el tema de internet a pesar de que parecía que nos conectábamos. Cenamos, estuvimos un rato de parlamento y a las 21.00, en la cama)

Me encanta la guía de viajes que nos hemos traído de la Biblioteca de Soria. Dice que subir al Toubkal hoy en día no es una gran hazaña. ¿Quién dice dónde empieza una hazaña? ¿Quién está interesado en acometerlas? ¿Lo que para una persona es una hazaña ha de serlo necesariamente para todos sus congéneres?

Lleva razón nuestra guía, puede ser, pero el disfrute que hemos experimentado hoy los doce expedicionarios va a ser uno de esos recuerdos que jalonan una existencia. Eso sí, seguramente en todo el año no ha habido diez días como este 30 de septiembre para subir los 4.167 metros del Toubkal, la cima más alta de Marruecos y de todo el Norte de África. Con viento, nieve, lluvia, frío, barro, avalanchas, nieblas o plagas, la ascensión probablemente sí habría sido una hazaña. Hoy ha sido una fiesta para la que hay que estar mínimamente en forma.

Aunque ya estaba todo el mundo despierto, el toque de diana oficial del grupo ha sido a las 6.00, para desayunar y empezar a andar a las 7.00. Se nos han juntado un par de amigos catalanes-levantinos y una pareja cien por cien catalana. Nada más salir del refugio, siguiendo el camino, hay que cruzar el río. Unos amigos nuestros no lo han hecho y han tenido que cruzarlo más arriba, pocos metros después.

El primer tramo de subida, hasta los 3.600 metros, es el más empinado de todo el camino. Al principio es una gran pedrera, y en ocasiones hay que ir recuperando los pasos perdidos. A la izquierda, un poco después de comenzar ese gran canchal, hay un camino, pero lo hemos visto demasiado tarde.

Llegados a esa cota, el camino se vuelve moderadamente más tendido pero, por supuesto, siempre cuesta arriba. Hay que ir tirando de piernas y palos, pero se sube. El Toubkal se ve pronto a la izquierda, pero es preferible evitar la tentación de encararlo de frente en las sendas que se ven. Es mejor seguir de frente hasta la collada y girar entonces a la izquierda. Nada de viento, unas vistas espléndidas y una temperatura muy buena para estar a casi 4.200 metros. Unas dos horas de salida a meta.

Los primeros han esperado a los últimos para la foto de rigor junto a la pirámide que marca el hito. Una bandera del Numancia ha acompañado a Juan Carlos, José Vicente, los dos Nachos, José Luis, Luis Ángel, Cristina, José María, Diego, Félix, Jesús y Sergio, que hemos viajado hasta el país vecino dentro de un viaje planeado por Banzaii Antártica.

La bajada hasta el refugio tiene muchas posibilidades de resbalones. Cada uno, según su técnica y su arrojo, puede ir bajando sin prisa. En el refugio hemos vuelto a comer a lo grande, hemos pagado y otra vez para abajo, de nuevo hasta Armed. Hemos ido bajando disgregados, lo que también ha ayudado para las duchas y para las coladas.

Son las 17.52. Ellos andan dando una vuelta por el pueblo. Me he quedado en la casa que nos recomendaron nuestros amigos adnamantinos y que nosotros recomendamos igualmente a todo el que venga hacia el Atlas. Qué bien se está. En un rato cenaremos y mañana partiremos en busca de nuevos horizontes.

29-9-2013. En uno de los dos refugios del Toubkal

Son las 17.20 en Marruecos, una hora menos que en España. Desde hace aproximadamente una hora, estamos en uno de los dos refugios del Toubkal, a 3.200 metros sobre el nivel del mar. Los refugios están juntos. Nosotros pernoctaremos en el que regenta o creó el Club Alpino Francés. A las 18.30 tenemos programada la cena. Se ven montañeros de muchos países. España es de los mejor representados.

Rebobinamos hasta ayer. Finalmente, y aprovechando la fuerza de ser doce personas, contratamos un autobús de 15 plazas con conductor. Habíamos quedado a las 8.30 con él en el hotel, y a las 8.30 ha aparecido. Tras una breve parada para cambiar de euros a dirhams, hemos puesto rumbo al sur. Llegados a Asni, un desvío a la izquierda nos ha dejado 17 kilómetros después en Imlil (1.740 metros), base de operaciones para las subidas al Toubkal. De Marrakech a Imlil, aproximadamente una hora.

Otro rápido aprovisionamiento para la primera subida ha precedido a una caminata de media hora hasta Armed (1.900), una población más elevada que Imlil donde dormiremos mañana. Por ello, hemos dejado algunos pesos sobrantes de nuestras mochilas en la casa y, aun así, hemos contratado una mula para llevar algo de agua, comida y las mochilas de los que han preferido subir con las manos en los bolsillos. También hemos comido un buen pan casero con tortilla, mientras esperábamos a la mula y al chaval que la guiaba.

A las 12.40 hemos abandonado Armed. El camino hasta el refugio del Toubkal es muy claro. Está suficientemente pisado y no es tan fácil perderse. Además, sigue por completo el curso del río. Salirse del camino significaría meterse en el agua o ascender por riscos empinadísimos solo aptos para los cientos de cabras que hemos visto durante nuestra ruta. Ya se intuyen alturas muy elevadas a escasa distancia, pero nuestro camino ha sido muy tendido.

En el recorrido se pasan algunos pequeños poblados y puestos para adquirir alguna emergencia o capricho gastronómico.

A las 16.20 hemos llegado. Buen ritmo, entretenida caminata. Mañana esperan mayores alturas y mayores desniveles. Son las 17.37. En menos de una hora, a cenar. Ya han vuelto algunos miembros del grupo que se han dado una vuelta para ganar altura antes de perderla. Eso siempre ayuda a aclimatar. Todavía ignoro si podré colgar esto en internet ahora o tendré que esperar a otro día. Un marroquí me ha ofrecido su conexión por pincho, pero de ahí a que funcione hay un camino. Vamos a buscarle por el refugio.

28-9-2013. Marrakech, la ciudad que siempre está en fiestas

Empezamos con estas letras un miniblog viajero, en el que lector podrá descubrir lo que nos ha sucedido a 12 sorianos durante una semana por tierras de Marruecos: Marrakech, el Atlas… No está cerrado el itinerario.

Unos salimos ayer viernes y otros han salido esta mañana desde Soria. A las 15.20 hemos tomado un avión de la compañía que a nadie deja indiferente. Una hora y cuarenta minutos después, hemos aterrizado en Marrakech. Nos han sucedido un par de anécdotas sin importancia, casi inevitables en un grupo de este tamaño cuando se decide no facturar maletas.

Tres taxis nos han llevado desde el aeropuerto hasta la Medina, la ciudad antigua. Aquí no entran los coches. Encontrar el hotel, el Kif Kif, habría sido difícil sin la ayuda de uno de los cientos de marroquíes que buscan al turista. Tampoco es fácil evitarlos siempre, y a veces son necesarios. Le hemos alegrado la tarde.

Antes de salir del hotel, hemos hecho lo que más nos preocupaba hoy: encontrar el medio de transporte con el que nos vamos a mover los próximos cinco días por esta zona de Marruecos. Estos grupos medio grandes de personas como es el nuestro permiten demasiadas posibilidades. Después de negociar con un agente que ha venido al Kif Kif, ya tenemos locomoción hasta el viernes. Lo iremos contando a ver qué tal.

Aquí en Marrakech es una hora menos. Alrededor de las 19.30 hemos salido por fin del hotel para dirigirnos al lugar más sorprendente de la ciudad y uno de los lugares imprescindibles en el mundo: la plaza Jemaa El Fna. Se puede escribir de ciento una maneras diferentes.

Entrar en la plaza según va cayendo la tarde es como entrar en una ciudad en fiestas: miles de personas, decenas de puestos de comida, cuentacuentos, juegos, encantadores de serpientes, tatuadoras de henna, músicos…

Hemos comido-merendado-cenado después de darnos un paseo hasta la hermana de la Giralda, la Koutoubia. Otro paseo tras la cena y ya estamos en el hotel, a unos cinco minutos de la plaza. Tiene una terraza en la que se está en la gloria disfrutando de las estrellas y el sonido nocturno de Marrakech. Mañana, pronto, la abandonamos.

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