Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 268. 8/10-9-2021. Zurich: lago, montaña, la Weltklasse…

Poco más de un mes después de volar a Zurich para visitar Liechtenstein y la Selva Negra, hemos vuelto a utilizar su aeropuerto de Kloten para, esta vez sí, conocer con un poco más de tranquilidad la más grande de las ciudades suizas, la más internacional y la habitualmente considerada mejor ciudad del mundo para vivir según determinados parámetros incapaces de recoger otras muchas cosas.

¿Por qué hemos venido a Zurich? Una vez más, con la excusa del atletismo, para conocer la principal reunión atlética del mundo, la Weltklasse, celebrada en la tranquila ciudad helvética desde el lejano 1928.

Este año, la Weltklasse ha coincidido con la final de la Diamond League y, por primera vez, para dicha final se ha clasificado la soriana Marta Pérez. A última hora, con menos de una semana de preparación, intentamos cumplir el triple proceso para viajar a Zurich: vuelo (fácil y barato), alojamiento (bastante fácil y relativamente barato), acreditación (más complicado porque ya se había acabado el plazo y gratis).

Al final, pudimos satisfacer esos tres pasos del proceso y del 8 al 10 de septiembre lo hemos pasado en esta ciudad.

Miércoles 8 de septiembre

Volamos en Air Europa a las 7.55 con Nacho, y coincidimos con Álvaro y Candi en el mismo vuelo. En menos de dos horas llegamos a Kloten y, según bajamos, nos espera un coche de la organización para llevarnos al hotel donde se consiguen las acreditaciones, muy cerca del nuestro y muy cerca del estadio Letzigrund. En este barrio hemos hecho la vida en estos tres días, con algunas escapadas al centro y a la montaña.

Se da todo tan bien y rápido que no podemos hacer el check-in en nuestro hotel hasta las tres. Nos vamos por tanto al centro en tranvía, fundamentalmente para hacer tiempo, para conocer el famoso lago de Zurich y para tomar una cerveza a orillas del río Limago, disfrutando de un mediodía espléndido. Un remero entrena junto a nosotros para preparar una competición que tiene el sábado en ese mismo lugar.

Volvemos a nuestro barrio caminando, comemos un par de grandes pizzas, estamos un rato con Marta en su hotel y nos vamos a nuestro alojamiento a tomar la siesta.

Después de dormir un rato, volvemos en tranvía al centro. El motivo, ver en directo la primera de las dos jornadas de la Weltklasse. Esta vez se celebran siete pruebas fuera del estadio, junto al lago, en la Sechselautenplatz. Son los dos 5.000, las dos longitudes, los dos pesos y la altura femenina. Ya en este rato nos damos cuenta de la pasión con la que viven los suizos el atletismo de primer nivel.

Compramos algo en un supermercado para completar la cena que habíamos conseguido en el atletismo, donde se repartían bocadillos, fruta, queso… para todos los aficionados.

Jueves 9 de septiembre

Es el día grande de la Weltklasse, pero como es solo por la tarde decidimos aprovechar la mañana con otra de nuestras pasiones: la montaña. Sí, la montaña, y sin necesidad de salir de Zurich.

La ciudad se encuentra a 400 metros sobre el nivel del mar y, justo al lado, se levantan varias colinas, una de las cuales tiene casi 900 metros (869). Es la más visitada, Uetliberg, pues si bien su ascensión por determinados lugares es realmente una caminata de montaña y no de las sencillas, también es posible llegar a su cima en tren.

Nacho sube corriendo y yo andando. En el camino encontramos muchos caminos cortados, pues cuadrillas forestales están trabajando en la tala de leña. Los desniveles de la parte izquierda de la montaña son bien fuertes. Los de la derecha, por donde bajé yo, son más suaves y más transitados.

Arriba, además de una gran antena, hay un mirador-extensión de la cumbre y una terraza ideal para tomar un tranquilo café. No es necesario subirse a ese mirador para gozar de unas preciosas vistas de Zurich, de su lago y del territorio mucho más rural que puede verse al otro lado del Uetliberg. En la terraza del restaurante hay un cartel que indica que se encuentra 451 metros por encima del lago.

Bajamos para encontrarnos y comer con Juan Carlos, el padre de Marta, y para descansar de nuevo en nuestros alojamientos. Ni muy tarde ni muy pronto, nos dirigimos al Letzigrund, uno de los grandes templos del atletismo universal, donde ya hay cientos de personas esperando para entrar.

Vemos las primeras pruebas, las habituales de niños para que puedan decir que compitieron en el mismo lugar, el mismo día, donde lo hicieron Warholm, Duplantis, Rojas, Bol… y así hasta quizás algo menos de dos centenares de atletas mundiales de primera fila, pues en la final de la Diamond League no caben medias tintas.

Una vez más, Marta Pérez compite cara a cara con las mejores del mundo y es cuarta por detrás de Faith Kipyegon, Sifan Hassan y Josette (se lee como se escribe) Norris. Carrerón y tiempazo: 4:01.94.

Esperamos a que termine la competición sin ver ningún récord del mundo y celebramos la buenísima carrera cenando los cinco, con la incorporación de su hermana Elia. Es tarde para ser Suiza, pero Zurich es lo suficientemente cosmopolita para encontrar por lo menos un restaurante en nuestro barrio que da de cenar hasta las 12 de la noche.

Viernes 10 de septiembre

Nos damos tiempo libre hasta las 11.15, que cada uno aprovecha según sus apetencias y la hora a la que se levanta. A esa hora nos citamos en el hotel de Marta para hacer algunos traslados de equipajes y para empezar a organizar los regresos, ya que yo vuelvo a España por la tarde.

Hay tiempo de sobra para dar el último paseo tranquilo por el centro de Zurich, aprovechando la gran suerte que hemos tenido estos tres días con el tiempo. El jersey solo tuvimos que ponérnoslo en el avión de ida.

No hacemos nada especial… o sí. Después de caminar un buen rato por este centro histórico de la ciudad y por las orillas del lago, nos animamos a hacer lo que vemos que hacen muchísimas personas por todo Zurich, suponemos que también gracias al día que hace.

Compramos comida y bebida en un supermercado y nos vamos a la misma orilla del lago a comer. Los cisnes van recorriendo todos los grupos de personas (entre ellas varias muy jóvenes pescando), para ver cuál de esos grupos es más generosa con ellos. Nos quedamos maravillados viendo cómo una uva desciende despacio por todo el cuello del cisne formando un abultamiento móvil.

Y para mí, se acerca la despedida. Tomamos un café en un precioso local también junto al lago, nos vamos en tranvía a nuestro barrio y, recuperada la mochila del hotel, marcho al aeropuerto de nuevo en uno de los coches de la organización, compartiendo vehículo con Faith Kipyegon, Isaac Makwala y una atleta húngara que luego buscaré con tiempo a ver quién es.

A ver si hay suerte y el vuelo de vuelta nos ofrece las mismas vistas de los Alpes y Pirineos que tanto nos impresionaron a la ida. Si no, disfrutaremos de las nubes.