Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

18-5-2020. Viajar o hacer turismo: 24 horas en el corazón de Venezuela

Ana, Óscar, Pedro, Virgilio y Elías

Nueva colaboración de Óscar Reyes, esta vez muy especial, pues el pasado mes de marzo visitó Venezuela de una manera que muy pocas personas pueden visitar. Este es su relato:

"Hace un tiempo reflexionaba con un amigo acerca de las diferencias fundamentales entre viajar y hacer turismo y, tras un largo rato debatiendo y desechando ideas más o menos preconcebidas, llegamos a un consenso en torno a dos conceptos que nos parecieron los más relevantes:

  1- Los motivos que empujan a cambiar de emplazamiento y 

  2- el interés por integrarse en el entorno al que uno se traslada. 

Aunque ambas actividades comparten la curiosidad por conocer algo nuevo, convenimos que el turismo está más asociado al ocio y conlleva una mayor planificación puesto que el aliciente principal del turista es visitar los atractivos del lugar escogido. Normalmente, cuantos más, mejor. Sin embargo, la inclinación por involucrarse a la nueva realidad buscando, por ejemplo, fórmulas para interactuar con el paisanaje o con el medio le resultan, cuando menos, secundario.

El viajero también quiere ver esos lugares atractivos aunque puede haber más motivos que le llevan a moverse y, en cualquier caso, subyace una necesidad por salir de la zona de confort para provocar una experiencia de crecimiento personal. Por ello, fomenta la interacción e intenta aprender de las diferentes costumbres con el propósito de sentirse partícipe de la vida que tiene alrededor. 

Unión del Caroní con el Orinoco

Quiero dejar claro que la intención de comparar turismo con viajar no nace con la pretensión de establecer diferentes categorías poniendo a una por encima de otra puesto que, personalmente, practico y disfruto de las dos experiencias siempre que puedo. Dicho esto es obvio, por tanto, que uno puede ser viajero o turista en función de la circunstancia y asimismo debo reconocer que a nivel emocional viajar me tiene definitivamente más enganchado. 

Bueno, que toda esta monserga sirva a modo de introducción para pasar a contar una vivencia genuina que he tenido la oportunidad de vivir justo antes del maldito virus o para ser más exactos, durante la propagación del mismo. Un auténtico viaje que con el tiempo espero recordar únicamente como el conmovedor primer capítulo de una gran historia que está todavía por escribir.

Venezuela fue el destino por razones de trabajo y el tiempo de estadía en el país sudamericano tan sólo 3 días (8-11 marzo), aunque consideraré sólo 24 horas de ese tiempo como una vivencia absolutamente excepcional. El tiempo pues, no considero que sea un elemento decisivo en la distinción entre los términos anteriormente citados.

24 HORAS EN EL CORAZÓN DE VENEZUELA

Son las 4:00 de la mañana del día 9 de marzo y despierto antes de que suene la alarma del reloj. Los nervios y el jet-lag sólo me han dejado dormir unas 3 horas y el sopor y las prisas hacen que me corte un dedo con la maquinilla desechable al buscar la pasta dentífrica en el interior del neceser. Tras unos segundos interminables me convenzo de que no tendré que correr a la recepción en busca de un botiquín y consigo parar la hemorragia con agua y papel higiénico. 

Ya abajo, con una mochila a la espalda, uno de los empleados procede a hacerme una cura y me coloco una tirita mientras el jefe de seguridad del hotel espera pacientemente para dirigirnos de nuevo al aeropuerto de Maiquetía Simón Bolívar. El día de la marmota. Hace tan solo 8 horas que he aterrizado ahí mismo, exhausto tras una dura jornada que empezaba en Madrid. 

La finca de Pedro

El dispositivo que he tenido que poner en marcha en mi salida incluye, además, una llamada a la jefa de escala de la compañía para proporcionarle toda la información acerca de dónde, cómo y cuándo voy a regresar y el compromiso expreso de que contactaré de urgencia con ella si sucede cualquier imprevisto. El comandante, por supuesto, ha sido igualmente avisado de mi vuelo y dispone de un número de teléfono donde localizarme las 24 horas. 

El responsable de mi seguridad extrema las precauciones y me deja en la misma cola del check in de la compañía Láser. "En cuanto regrese usted mañana, llámeme y le envío un taxi para que vayan a recogerle", me advierte. 

Menos de 50 personas, todos aparentemente venezolanos, ocupan la amplia sala. Maracaibo y mi vuelo QL1990 a Puerto Ordaz de las 6:45 horas comprenden la operativa de primera hora.    

Mientras espero, me acuerdo de que en un rato el resto de la tripulación ha planeado reunirse en la fantástica piscina del Hilton para tomar unas cervezas y comer juntos. 

Marleni, la agente de viajes de Pedro, fue muy eficiente cuando me hizo la reserva hace unos días. Todo en orden, recibo mi tarjeta de embarque y a pesar del contenido de mi equipaje, para mi sorpresa, paso el filtro de seguridad sin mayor problema. El viejo MD83 despega puntual y desde la ventanilla derecha disfruto del río Orinoco durante parte del trayecto. 

3 MESES ANTES… EN UN AVIÓN

"¿Qué tal ha ido el vuelo? Se quedan ustedes aquí o hacen alguna conexión?" .Tras asegurar la cabina, tomamos posición a unos minutos de aterrizar en Caracas e inicio una conversación cotidiana con el pasajero que se sitúa frente a mi transportín, con quien apenas he cruzado cuatro palabras durante el vuelo. Se trataba sólo de liberar tensión ante la situación de verse súbitamente cara a cara con un inoportuno vecino y sin embargo, ese gesto cortés acabó siendo el inicio de todo. 

Es el azar, no la prudencia, quien rige la vida escribió Cicerón.  

Pedro junto con su mujer Ana viajan de regreso tras unas semanas en España y me cuentan que se dirigen a la Guayana. Cómo me gustaría ver la imagen de la cara que puse en ese instante! El sobresalto fue mayúsculo. Si hay una zona del planeta que me despierta fascinación esa es, sin duda, la Gran Sabana venezolana y hace muchos años que sueño con ir a visitar el Tepuy Roraima y poder contemplar de cerca el Salto del Ángel, la cascada más alta del mundo. La conversación posterior al inesperado anuncio es casi un monólogo sobreexcitado en el que les recito con detalle las maravillas naturales más importantes del sureste del país y su historia. La respuesta de Pedro a mi primer wassap en la mañana siguiente, justo antes de entrar en el gimnasio, no puede ser más alentador. "Me he quedado impresionado con su conocimiento geográfico de la zona donde vivo. Cuando vuelva llámeme y tendré el gusto de mostrarle esta hermosa tierra. Será usted bienvenido en mi casa". 

Siempre he reconocido que una de las mayores ventajas de la profesión de tripulante de cabina es que te brinda la posibilidad de conocer no sólo lugares nuevos sino también gente interesante y hasta oportunidades si las buscas aunque, de la misma manera, uno cuenta con suficientes años de vida y profesión a las espaldas como para saber que casi siempre las buenas intenciones de un desconocido terminan precisamente en eso, en meras intenciones que, por cualquier eventualidad, no se materializan. Lo que tenía claro es que no iba a ceder en el empeño ya que aquel señor, que me había entregado su tarjeta justo antes de desembarcar, además de causarme una buena impresión, me pareció honesto y serio. "Soy una persona conocida en la zona" me advirtió antes de despedirse. 

ENTRE EL ORINOCO Y EL CARONÍ

La hora de trayecto hasta Puerto Ordaz se me ha hecho corta. La emoción y la tensión por no saber qué me esperaba han impedido la necesaria cabezadita. Al llegar al pequeño aeropuerto Manuel Carlos Piar, me encuentro rodeado de soldados armados hasta los dientes, en mitad de una maniobra militar antimisiles promovida por el gobierno de Nicolás Maduro ante la supuesta amenaza de EEUU por intromisión en asuntos internos. Por otro lado, en la capital, la oposición ha convocado para esa misma jornada una marcha con la presencia de Guaidó y la respuesta de la Policía Nacional Bolivariana, con metralletas y lanzagranadas mediante, acabará horas después en una lluvia de gases lacrimógenos y altercados de diversa consideración. 

De todos modos, a mí lo único que me preocupa es saber si va a venir a recogerme Elías, quien comunicó conmigo la noche anterior por wassap. "Llevaré una camisa gris y pantalón negro", escribí.  

No han servido café en el avión pero la emoción me mantiene despierto. La realidad objetiva es que me he citado con un desconocido, que dice ser el sobrino del pasajero con quien, tres meses atrás, tuve una charla. Entremedias, solamente el intercambio de unos mensajes por Navidad. Todo eso a 700 kilómetros de la seguridad de mi hotel en Caracas me resulta, cada vez que lo pienso, muy poca garantía.. Al salir al exterior, sin embargo, después de recobrar la visión tras la bofetada de un sol espléndido, un joven sale a mi encuentro. "Soy Elías, qué tal ha ido el vuelo?". Una increíble sensación de calma me invade mientras me acompaña al vehículo donde por fin me recibe Pedro con un abrazo. 

Si uno googlea el nombre completo de Pedro, se dará cuenta que lo de ser "una persona conocida en la zona" es una afirmación más que justificada. Empresario ganadero de origen español (su padre Antonio Yluminado era de Salamanca) ha contribuido durante más de 40 años al fortalecimiento y consolidación de la economía de Guayana, región al sureste del Orinoco. Recibió, por ello, el premio Hijo predilecto de Upata, ciudad ubicada en el interior del estado de Bolívar y capital más importante del municipio de Piar. Esas son sólo algunas de las informaciones que cualquiera puede consultar en internet. 

Pedro es heredero de una tradición y negocios familiares que con gran esfuerzo y trabajo logró ampliar hasta convertir sus empresas agropecuarias en las más importantes del sureste de Venezuela. Según me explicó su hijo, Virgilio, su abuelo hizo las Américas con lo justo en la primera mitad del siglo XX y con mucho ingenio y un gran espíritu emprendedor logró fraguar una fortuna en poco tiempo. Me contó que incluso aprendió quechua y aimara para poder comerciar con los indígenas de la zona. ¿La historia de un salmantino que partiendo de cero consiguió hacerse con un imperio? Todo me resulta muy familiar.      

En la actualidad, la extensión de las tierras de la familia superan las 60 mil hectáreas (superior a la superficie de la isla de Ibiza) repartidas en varias fincas con casi 40 mil cabezas de ganado. A eso hay que sumar numerosos negocios e inmuebles repartidos por todo el estado.

A los pocos minutos de subirme al coche ranchera me doy cuenta de las intenciones de Pedro. El objetivo está claro. Va a dedicarme el día por completo poniendo todos los medios a mi disposición y hacerme un tour por los mejores lugares que visitar. Su sentido de la hospitalidad se concreta en una hoja de ruta intensa, llena de sorpresas, con el propósito de agasajar a su huésped. Como hay que reponer fuerzas, la primera parada está clara. Con Guillermo, el chófer, al volante, los 4 nos dirigimos a desayunar al mejor sitio de la zona. Las mejores arepas que me he comido nunca, jugos de guayaba, mango y café configuran el delicioso desayuno que recordaré con nostalgia desde el buffet del Hilton 24 horas después. 

Pedro, Elías, Óscar (autor del relato) y Guillermo

Lo siguiente es ir a comprarme un libro de la Gran Sabana y una gorra. "No es necesario Pedro, ¡he traído mi propia gorra!" le cuento. "Seguro que no es una gorra de Venezuela" me responde. Le veo tan convencido que no voy a llevarle la contraria. Finalmente el centro comercial Orinokia de Puerto Ordaz no ha abierto todavía y en un par de tiendas tampoco encontramos el libro que buscamos. "Ya nos ocuparemos de eso más tarde", propone.

Detalle del libro, regalo de Pedro

Próxima parada, alrededores de Ciudad Guayana y la central hidroeléctrica de Macagua. No cabe duda de que el estado de Bolívar es una tierra llena de gracia. Su topografía engloba el sistema de drenaje del Orinoco cuyo afluente principal es el imponente río Caroní que excava su cauce a través de las duras rocas del escudo guayanés, formando a valles rápidos y cascadas espectaculares.

Durante el trayecto pasamos por distintos recintos convertidos hoy en clubes deportivos pero que en la época floreciente del país, allá por la década de los 60 del siglo pasado, fueron centros de convenciones y eventos donde, según Pedro, actuaron Julio Iglesias y Raphael entre otros grandes artistas. Lo cierto es que la buena sintonía entre anfitrión y acompañantes con el huésped se hace patente en el transcurso de la mañana. El dicho popular "mujer chilena, amistad peruana y justicia boliviana, la misma mierda son" en boca del patrón provocó una sonora risotada en el vehículo. 

El viaje continuó hasta el Parque Nacional la Llovizna, donde lo más cautivador es la cascada con el mismo nombre. Allí nos espera otra anécdota. Los dos guardias de la policía bolivariana que custodian la entrada nos prohíben el acceso por estar fuera del horario de visitas. Elías y yo intentamos convencerles pero al ver que nuestros intentos resultan estériles, Pedro se baja del coche y con una llamada al General, amigo personal, lo resuelve al instante. Los guardias nos suben la barrera y damos comienzo a la visita exclusiva. El salto de agua principal caída tiene unos 20 metros de altura y forma a su paso un torbellino que salpica una llovizna o bruma que se produce por la fuerza del agua. Una gozada reservada sólo para 4 visitantes. 

Dos imágenes del Parque Nacional La Llovizna

Todos podemos entender que se disfruta produciendo felicidades ajenas así que he interiorizado de manera natural que Pedro está gozando con su plan altruista y comprendo que lo mejor es relajarme y disfrutar con él y su familia. Estoy siendo invitado a todo pero reconozco que sentirme en deuda o incomodarme ante sus muestras de generosidad carece de sentido. 

Es hora de almorzar y nos trasladamos a la casa de Carolyn, la hija del anfitrión. ¿Por qué cambiar de planes yendo a un restaurante si viene un desconocido de visita? Nada de eso, como reza el refrán: donde comen 2, comen 3. Allí me siento uno más de la familia, tengo el gusto de conocer a su yerno y a la nieta, además de degustar una riquísima comida criolla con carne a la parrilla y arroz. Un privilegio que me llena el estómago y el corazón. Hay detalles que significan mucho. 

Por la tarde nos dirigimos a una estación de servicio, propiedad de Pedro, donde paso a entregarle unos obsequios que le he traído de Madrid. Unos platillos decorativos de distintas regiones de España que ampliarán su colección y una botella de vino tinto Ribera del Duero. Por su parte, él me regala una gran piedra de cuarzo y una escultura de caliza del monte Roraima.

Platillos decorativos de las regiones de España

Todo va sobre ruedas hasta que al rato, recibimos un mensaje que echó por tierra el que estaba destinado a ser el momento culminante de la jornada.  El piloto de la Cessna 206 de la empresa que hace la excursión al Auyán-Tepuy nos comunica que hay que cancelar el vuelo que teníamos reservado desde Canaima para sobrevolar la catarata Salto del Ángel.

La meteorología adversa impide que pueda hacer realidad mi ansiado sueño. El cansancio que empieza a hacer mella, la modorra después de la comida y sobre todo la mala noticia me derrumban física y anímicamente por unos minutos hasta que reflexiono un instante y me digo: "Tío, llevas un día espectacular. No sería justo decir que has tenido mala suerte". Pedro y Elías me consuelan asegurándome que visitaré la catarata muy pronto y que ellos se encargarán de todos los trámites. 

EN LA HACIENDA

Nos encaminamos, por fin, a la hacienda familiar a una hora en coche de Ciudad Guayana. A eso hay que sumar otra hora aproximadamente que se tarda en recorrer la distancia que va desde la entrada de la finca hasta el grupo de edificaciones que configuran la vivienda principal. Tal es la extensión de los dominios. Las superficies de pasto repletas de ganado, cientos de árboles y multitud de charcas configuran la inmensidad del paisaje. La tierra es muy fértil y rica en minerales donde destacan la bauxita, el oro, los diamantes y el manganeso, aunque se sospecha de importantes reservas de uranio, petróleo y gas natural, según Pedro.

En el camino, mientras observamos vacas, caballos, capibaras (chigüires en Venezuela) y un oso hormiguero malherido en un atropello, la conversación deriva al ámbito de intimidad familiar y Pedro me sorprende con una confidencia que me hiela la sangre. Años atrás fue secuestrado por un grupo de delincuentes colombianos que lo retuvieron durante varios días en un zulo hasta que lo liberaron sin cobrar rescate alguno. Más tarde, Virgilio me contaría una desgracia familiar aún mayor. Definitivamente, las disputas de diversa índole en la gestión de los latifundios de esta zona de Venezuela me recuerdan mucho a las historias violentas de los cuatreros del salvaje oeste americano. 

Capibaras en la finca

Al llegar a la casa, conozco a Virgilio. Él y su madre nos esperan para tomar cerveza fría en la terraza frente a la piscina, al lado de la cual hay una pequeña capilla. La casa es tan espectacular como el entorno y tanto el diseño como la decoración rústica de los interiores parecen diseñados por profesionales.     

Pasamos un rato muy agradable hablando de asuntos de política, viajes, familia y durante la charla el hijo de Pedro explica que estudió ADE y un máster en Madrid y que en ese tiempo vivía, curiosamente, muy cerca de mi barrio. 

Exterior de la Hacienda

A continuación, trasladamos la conversación a la gran cocina donde se sitúa una imponente mesa con sillas de madera noble talladas donde Elainer, oriunda de la vecina Guyana, nos tiene preparada una cena abundante y deliciosa a base de carne de venado y ensalada de vegetales. Comento con ella que el año pasado visité su país para ver las cataratas Kaieteur y me dedica una sonrisa emocionada. Ella hace años que no va por allí. En unas horas se levantará para prepararnos el café antes del regreso a Puerto Ordaz. Todo el personal que me ha atendido se ha dirigido a mi como señor Óscar y casi tengo la sensación de haberme trasladado a otra época. 

Acabada la cena Virgilio, Elías y yo nos dirigimos al edificio donde se encuentran las habitaciones además de otras dependencias. La sobriedad y el lujo se conjugan en el despacho donde destaca un gran cuadro del patriarca Antonio Yluminado además de  varias fotografías familiares. Entre ellas, las que que tienen más valor sentimental son las de Pedro recibiendo premios y reconocimientos por su labor como empresario.

Ojeando álbumes, Virgilio, visiblemente emocionado, me revela que en la capilla se encuentran los restos de su hermano menor, Lupi, que fue asesinado en un asalto a la casa hace años por un grupo de delincuentes entre los cuales había algún empleado compinchado.

Acto seguido entramos a su habitación y me pregunta si me gustan las armas. Mi indiferencia no le disuade de mostrarme su arsenal formado por varios rifles, una pistola y abundante munición. Me explica que para gobernar una hacienda con más de 100 empleados, semejante volumen de actividad y con tantos problemas y amenazas alrededor, a veces se hace necesario dirigir con mano dura. 

De vuelta a la terraza, me reúno de nuevo con Ana y Pedro que me ofrecen varios obsequios más como un pedacito de oro extraído de la finca, un libro con ilustraciones de la Gran Sabana y dulces de leche hechos en la cooperativa familiar.

Ana, Óscar, Pedro, Virgilio y Elías

Conscientes de la partida y de no saber cuándo vamos a volver a vernos, nos despedimos afectuosamente, les doy las gracias confesándoles que me va a llevar un tiempo largo asimilar lo vivido y que va a ser un recuerdo emocionado que jamás olvidaré.

El semblante de Pedro delata complicidad en los sentimientos. Para ambos ha sido un día muy especial.

Elainer prepara el café antes de la partida

Elainer me prepara una de las habitaciones de invitados y tras una ducha larga me meto en la cama agotado y rebosante de felicidad.

A las 4 de la mañana suena la alarma, me reúno con Virgilio en la cocina y tras dos buenas tazas de café de puchero nos dirigimos rumbo al aeropuerto de Puerto Ordaz poniendo fin a la aventura. 

A día de hoy seguimos en contacto fluido y esperando volver a vernos pronto".