Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 284. 28-1-2022. Escalada en Siurana. Ascenso a la Roca Corbatera

Segundo día que paso en la zona del Montsant, en la provincia de Tarragona, el de hoy ya completo y bastante bien aprovechado, algo  a lo que han contribuido el increíble sol que ha lucido toda la jornada y el relativo madrugón. 

Como ayer me metí pronto en el saco de dormir, en mi albergue de Cornudella de Montsant, hoy estaba en pie no mucho después del amanecer. He desayunado fuerte en el bar de al lado y me he marchado hasta el coche. 

Con él, me he dirigido hasta la ermita de Sant Joan del Codolar. Allí vive Montserrat Domingo Batlle, una anacoreta del siglo XXI con la que me he encontrado a la bajada. Nacida en 1943, vive en este pequeño espacio desde 1977, alternando una vida de espiritualidad, contemplación y silencio con la del trabajo aprovechando lo que la montaña le ofrece. 

Justo allí me he encontrado con un matrimonio que se casó en esta ermita hace cinco años, así que es un lugar muy especial para ellos.

A las 9.50 he empezado a andar. Mi objetivo de hoy era el que decidí ayer gracias al folleto que me dieron en el albergue: el itinerario M5 del Parque Natural de la Sierra del Montsant. Me ha encantado. Son nueve kilómetros y casi 500 metros de desnivel positivo, para llegar hasta el punto más alto de toda la sierra, la Roca Corbatera con sus 1.163 metros sobre el nivel del mar y con sus privilegiadas vistas de toda la cordillera pirenaica.

La ruta es cien por cien circular. En línea recta, de la ermita a la Corbatera apenas hay distancia. Alguna ruta sí va más directa, pero yo he elegido esta del folleto que sube la cinglera (a ver cuándo la RAE se apropia de esta palabra catalana) por un lado y la baja por otro. A la bajada es difícil no resbalarse varias veces, así que es preferible tener cuidado.

En todo el rato, apenas he visto tres varones de unos 70 años junto a la cima y, ya muy cerca de nuevo de la ermita, una chica que subía corriendo y otra pareja.

De la ermita he vuelto a Cornudella. He comido pronto y muy abundante, muy bien. Algo de siesta ha caído pero sin excesos, porque es enero y estamos en el oriente español, así que anochece temprano y se nota.

La segunda parada del día era para conocer la zona de escalada de Siurana, alguna de sus zonas mejor dicho, porque hay decenas de sectores y cientos o miles de vías, no sé. Esa cantidad se corresponde con la calidad. Hay vías de grados altísimos, con uno de los siete 9b+ (o superior) del mundo, pero lo que atrae a cientos de escaladores de numerosos países son los sextos, los séptimos... incluso algún esporádico quinto en algunos sectores. 

Siurana es más de invierno que de verano por la orientación de muchos de esos sectores y por la dificultad de encontrar sombra en determinados lugares.

Una vez que se coge el desvío del pueblo, hay un gran aparcamiento a la derecha poco antes de llegar a los tres kilómetros. Ahí he dejado el coche, junto a otro medio centenar de vehículos, muchos de ellos furgonetas y caravanas como es tradición en este mundillo. Aunque me han indicado dónde hay vías, hay tantísimas que me ha costado encontrar a los primeros escaladores (gracias a Canadá y Castellón).

Cuando ha bajado él de asegurar la vía, ha lamentado no haber subido el móvil por las increíbles vistas que ha encontrado allí arriba. Por estas casualidades que ofrece la vida, media hora después, desde el pueblo de Siurana, he visto una hormiguita encima de la montaña. Esa hormiguita era él, esta vez sí con el móvil en su mano para tener un recuerdo del lugar.

La tercera y última visita del día, antes de recogerme en el albergue para escribir y para comprobar si internet me permite ver la reunión de atletismo de Karlsruhe, ha sido el propio pueblo de Siurana. Después de ocho kilómetros de curvas se llega a este precioso lugar de gran importancia histórica, último lugar reconquistado a los musulmanes en la actual Cataluña. De aquella época aún quedan los vestigios del castillo.

El aparcamiento para el pueblo y para el castillo tiene un coste de tres euros. Lo he dejado para el final del día porque había escuchado que merece la pena ver el atardecer desde Siurana, situado en la parte alta del acantilado y con el pantano del mismo nombre justo debajo, hacia el lugar donde se esconde el sol.

El pueblo es precioso, cuidadísimo y muy recuperado. He visto dos o tres establecimientos hosteleros (de uno tengo dudas si lo era o no), pero hoy estaban cerrados. A lo que es el pueblo en sí no pueden acceder en coche ni siquiera los vecinos, que disponen de varios aparcamientos a la entrada con la matrícula de cada vehículo para evitar intrusos.

En poco más de un cuarto de hora se recorre Siurana, tiempo que se puede alargar si se sube al castillo o si se espera tranquilamente para disfrutar del atardecer. Hoy merecía la pena tal y como estaba la tarde, y alrededor de una decena de personas han despedido al sol de este viernes desde ese lugar tan bonito.