Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 233. 22-11-2019. Luxemburgo (y 4). Capital y despedida

Lunes 18

El lunes terminaba nuestra estancia en Luxemburgo. El comienzo del día fue clavado al del domingo: despertadores a las ocho, unos a la ducha, otros a comprar el pan, y todos en la mesa poco antes de las nueve de la mañana.

Crónica completa del viaje

Volábamos a las cinco de la tarde, así que todavía nos daba tiempo a dar una vuelta diurna por la ciudad de Luxemburgo, algo que no pudimos hacer el domingo. Luxemburgo es pequeña. Un poco a las afueras se encuentran los grandes edificios de oficinas y de las importantes instituciones europeas instaladas en este país. Pero el centro es más que abarcable con unos pequeños paseos a pie.

Esta vez aparcamos directamente en la parte alta, cerca del ascensor que baja al Grund. Queríamos visitar la Abadía de Neumunster, a la que merece la pena acercarse sobre todo por la tranquilidad que se respira en este rincón bañado por el río Alzette. También entramos en la iglesia contigua, la de San Juan Bautista. No había nadie en ninguno de los dos lugares, y en los parques y jardines de alrededor apenas nos encontramos con media docena de corredores aficionados.

Para subir, ya que teníamos tiempos, decidimos no coger el ascensor sino dar la vuelta andando para intentar entrar a las Casamatas del Bock, una de las dos visitables de Luxemburgo junto a las de Petrusse... pero solo en verano. Las casamatas son larguísimos entramados de cuevas y pasadizos excavados en la roca para utilizar en tiempos de guerra y conflicto, algo de lo que la historia de Luxemburgo conoce de sobra. Estas casamatas del Bock tienen 23 kilómetros.

Ya pasaba la hora del mediodía. Tarde para seguir visitando, pronto para ir al aeropuerto, el momento idóneo para tomar las dos últimas cervezas del viaje en uno de los bares que habíamos conocido el domingo, cerca del Palacio Ducal.

De ahí, ya sí, fuimos al aeropuerto a devolver el coche de alquiler y comernos los bocadillos y la fruta que nos habíamos preparado. Muchos de nuestros compañeros de vuelo también lo habían sido el viernes. Esos tres días son más que válidos para hacerse una idea de la belleza otoñal de este pequeño país centrouropeo.