Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 208. 27-3-2019. Italia, San Marino y Malta (y 12)

Un día de lluvia por la costa de Malta

Aunque vuelo mañana jueves a Madrid, el avión despega pronto y to tengo que estar bien antes en el aeropuerto, del tal modo que despido aquí estas vacaciones por los tres países mediterráneos del título.

El final ha sido casi como al principio, tirando a invernal. Soñábamos que en Malta, a finales de marzo, podríamos tener temperatura muy agradable, quizás no para bañarse pero sí para ir alegremente en manga corta.

Al final no ha sido así, y durante todo el día nos ha llovido, algunos ratos con cierta abundancia. Por ello, y como ya lo preveíamos desde ayer, hemos abortado nuestra visita a la isla de Gozo y hemos decidido quedarnos todo el día en la isla principal, en la de Malta.

Después de dar una vuelta por Sliema, cerca de nuestro apartamento, hemos ido a uno de los lugares clásicos de cualquier turista en Malta: Mdina.

Hoy no lucía como deberá hacerlo en un día soleado, pero aun así es fácil quedarse impresionado con esta pequeña ciudad que parece una maqueta a gran escala, donde todos los edificios, muros, iglesias y hasta los establecimientos comerciales y baldosas parecen haber sido colocados para un decorado. No hay nada que desentone.

Aunque no era muy tarde, empezábamos a tener hambre así que al final hemos comido allí.

Mdina

Nuestra siguiente parada del día no ha sido muy lejana. Nos hemos acercado al punto más alto de Malta, que no son una montaña sino unos acantilados junto a la ciudad de Dingli. Hoy estaban también grises, como todo en Malta, pero estaban bonitos, sobre todo por la tranquilidad de no habernos encontrado con casi nadie en esta parte occidental de la isla, cuando el ajetreo en la oriental no descansa durante todo el día.

Nos hemos bajado tres veces del coche en Dingli antes de elegir nuestro siguiente y último destino: The Blue Grotto, la Cueva Azul, de nuevo a través de estrechísimas carreteras-camino salvo la parte final del trayecto. Eran ya casi las cinco de la tarde, así que estaba todo cerrado.

Y, aunque hubiera estado abierto, no sé si tal y como estaba el día habríamos hecho la excursión clásica de la Cueva Azul: ir en pequeñas barcas desde el modesto puerto hasta esta serie de cuevas situadas al pie de los acantilados. Había decenas de barquichuelas aparcadas en todos los alrededores del embarcadero, así que me imagino cómo será el flujo de turistas a partir de unas cuantas semanas.

Aun así, merece la pena darse una vuelta en días como hoy, en el que apenas nos hemos encontrado con un pescador, sus amigos y el que parecía ser un joven valiente bañista junto a su novia.

Y ya se acercaba la noche... porque aquí es la misma hora que en España a pesar de estar mucho más cerca de la salida del sol. Así que nada más: regreso a Sliema, paseo desde nuestro apartamento hasta la zona sur de la población (mucho más animada) y vuelta de nuevo a nuestro gran hogar de estos días, en el que me dispongo a pasar mi última noche antes de mi próxima e inminente salida al extranjero.

Por lo que he visto, cuatro o cinco días es una buena estancia en este pequeño país, y la mejor época, por lo que hablamos con los españoles que conocimos ayer, es a partir de ahora y hasta que comience la llegada de las marabuntas estivales... aunque eso también habrá gente a la que le guste.