Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 192. 1-12-2018. Colombia (10). Llegada a Bogotá

Un paseo por el centro y visita al impresionante Museo del Oro

Anoche cogí un autobús en Salento a las 19.50 que me dejó una hora después en Armenia. Coincidí de casualidad en él con Damián, el argentino de Santa Fe con el que he compartido estos últimos días en el hostal la Churrita.

A las 20.50 llegamos a la terminal de Armenia y pregunté por los autobuses nocturnos a Bogotá. Hay varias compañías. Yo cogí el de las 21.30 de Expreso Bolivariano, un vehículo espectacular sobre todo para los que viajan abajo, en la zona VIP. Pero la de arriba también está muy bien.

Apenas me he enterado del viaje. A las 5.00 de la mañana, como estaba previsto, llegábamos a la Terminal de Salitre. Ya había en ella cientos de personas procedentes de todos los puntos del país. Una gran cola aguardaba los taxis, pero ha ido bastante rápida.

Como no había nada de tráfico, a las 6.00 estaba en mi hotel, en el barrio de La Candelaria, con tan buena suerte de que he podido utilizar tan pronto la habitación. Allí he dormido un rato antes de recorrer un poco el centro de Bogotá.

El barrio de La Candelaria es en el que se encuentra casi todo el meollo de la capital de Colombia, por lo que me habían dicho y por lo que he visto. 

En los alrededores de la plaza del Chorro de Quevedo

Lo que más ganas tenía de ver, por la insistencia con la que me lo habían recomendado, era el Museo del Oro. Lo tengo a cinco minutos del hostal, así que he ido allí después de haberme dado una vuelta por la plaza del Chorro de Quevedo. La entrada al Museo es baratísima (4.000 pesos, poco más de un euros), pero quien quiera ahorrárselos puede ir los domingos, ya que la entrada es gratuita.

En muchas ciudades de Colombia hay un Museo del Oro, pero el de Bogotá es el principal. En él, como se intuye desde su mismo nombre, pueden contemplarse algunas piezas de orfebrería del principal metal precioso del mundo durante toda su historia, el que tan bien conocían las comunidades indígenas americanas.

En el Museo hay una gran representación de piezas colombianas, pero también de otros países y no solo de oro, sino también de los otros metales y aleaciones que se utilizaban antes de la llegada de los españoles.

Junto a esta mera exposición de los finísimos trabajos, que ya sería suficiente para hacer recomendable la visita al Museo, hay mucha más información para conocer la distribución y expansión de aquellos pueblos, sus impresionantes sistemas de riego (algún día escribiré sobre lo que hizo el pueblo zenú), la historia de los metales en todo el planeta, las maneras de trabajarlo...

Se puede pasar tranquilamente una hora y media o dos en el Museo del Oro. Desde él, me he ido a pasear por la carrera 7, la gran arteria peatonal en la que hay decenas de tiendas, restaurantes, puestos en el suelo, artistas callejeros... 

Plaza de Simón Bolívar

Esa parte peatonal termina en la plaza Simón Bolívar, con miles de palomas y un par de llamas para dar paseos a los niños, y presidida por la Catedral y por el Capitolio.

Por el ángulo contrario baja la calle 10, otra vía de gran animación. Por toda esta zona está la iglesia de Santa Clara, el Museo de la Policía, el Museo Botero... pero yo he optado por comer. Cuando he terminado, como suele suceder en cada sitio de Colombia en el que he estado, se ha puesto a jarrear, así que me he tomado un café y un postre antes de regresar a descansar al hotel. 

Luego cenaremos en alguno de los muchísimos restaurantes de todos los estilos que hay por aquí.