Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 158. 8-3-2018. Irán (3)

La hospitalidad iraní, conocida en Isfahan

Tercer día de nuestras aventuras iraníes, que ha incluido un cambio de ciudad: de Kashan a Isfahan con Martin, nuestro chófer de ayer.

De aquí a algunos años es probable que olvidemos los nombres de casi todos los monumentos y ciudades que estamos visitando, pero es seguro que no olvidaremos la muestra gratuita de hospitalidad que hemos recibido durante toda la tarde y la noche de hoy en Isfahan.

Pero no rompamos la narración cronológica de los hechos. Esta mañana habíamos quedado a las nueve con la empresa con la que habíamos contratado la excursión del desierto de ayer y el viaje hasta Isfahan de hoy.

Si hemos venido en taxi ha sido también para conocer tres lugares, el tercero de ellos prescindible, pero el camino pasaba por ahí así que no ha habido problema.

La primera de las tres paradas ha sido todavía dentro de la ciudad de Kashan, en el Jardín de Fin, uno de los jardines históricos persas incluidos desde el año 2011 en la lista del Patrimonio de la Humanidad.  Hemos estado algo más de media hora dando un paseo por sus fuentes y sus baños, imaginándolo cómo sería en sus días gloriosos de los siglos XVI y XVII. La entrada cuesta 200.000 riales, menos de cuatro euros.

El histórico Jardín de Fin ha sido nuestra última parada en Kashan. De ahí nos hemos ido rumbo al sur, pero a medio camino hemos hecho un desvío a la derecha para adentrarnos en el terreno de las grandes montañas iraníes, aunque sin pisarlas.

Después de pasar un inmenso lugar dedicado a pruebas nucleares con numerosas señales de 'Prohibido hacer fotos', hemos vuelto a girar a la derecha para empezar a ganar altura de verdad, hasta los 2.200 metros a los que se encuentra el pueblo de Abyaneh. Aproximadamente un kilómetro antes de llegar, hay un peaje en la carretera y cada turista debe pagar 100.000 riales.

Mujeres en Abyaneh

Eso da una idea del lugar tan turístico al que nos dirigimos, uno de los pueblos más antiguos de Irán con unos 2.500 años. Aquí hemos pasado una hora y veinte minutos, lo que nos ha dicho el guía. Da tiempo de sobra a darse un paseo hasta el castillo, desde donde se tiene la mejor vista de los tan característicos tonos rojos de este pueblo. Hemos visto más turistas que lugareños.

Una mujer con la que hemos estado hablando nos ha contado que en Abyaneh pasa lo mismo que en España y en Soria: los jóvenes se van a la ciudad y en invierno no vive casi nadie, apenas seis niños mantienen la escuela. Esa mujer nos ha vendido unas patatas asadas buenísimas y un chocolate caliente, lo único caro que hemos comprado aquí en Irán, dentro de un orden.

La tercera parada ha sido en Natanz, apenas diez minutos para fotografiar la mezquita por fuera y comer unas pipas y pistachos.

La gran plaza de Isfahan

Con todo el calor del mediodía, hemos emprendido el tramo final del viaje hacia Isfahan. Pablo y Marina, que acaban de estar en diciembre en Irán, nos dieron el contacto de un amigo suyo, de Moshen, así que le escribimos antes de ayer.

Después de algunos intercambios a través de Whatsapp y de Telegram (muy útil en Irán), contactamos con la hermana de Moshen, con Arefe. Hemos comido nada más llegar a Isfahan y a las cinco nos hemos encontrado con Arefe y con tres compañeros suyos de la carrera de Arquitectura.

La quedada ha sido en la plaza de Naghsh-e Jahan. Es el típico lugar que, cuando se visita por primera vez, uno piensa: ¿Cómo no había oído hablar antes de él? Hoy hemos tenido, además, tres alicientes especiales: los cuatro jóvenes que han ejercido de cicerones, la agradabilísima temperatura y el hecho de que en Irán se celebra hoy el Día de la Madre, casualmente el mismo día que en España se celebra el Día de la Mujer.

Es difícil calcular el número de personas que había porque Naghsh-e Jahan es la plaza más grande de Irán y una de las más grandes del mundo. La rodean dos mezquitas entre otros numerosos edificios. En el medio hay una gran pileta, decenas de pequeños espacios ajardinados donde los iraníes pasaban la tarde y varias calesas de caballos para dar paseos alrededor de la plaza.

En el bazar

Hemos visitado la plaza, una de las mezquitas durante el rezo (uno de los hombres ha interrumpido su oración para levantarse y ofrecernos dátiles) y el bazar. Hemos comido un helado buenísimo de azafrán y, poco a poco, nos hemos ido despidiendo de los tres amigos de Arefe según se iban yendo.

Con Arefe, después de dos trayectos en taxi, nos hemos desplazado hasta Najafabad, a unos 30 kilómetros del centro de Isfahan. Nos han ofrecido pasar aquí la noche y aquí estamos. Hemos conocido a sus padres y los seis hemos degustado una espectacular tradicional cena iraní con yogur, carne, arroz y otros productos que en España no vemos.

Después de cenar, hemos preparado la habitación en la que vamos a dormir. La casa es grande y disponemos de un amplio recinto para los tres. Habíamos escuchado hablar de la proverbial hospitalidad iraní pero nos ha gustado más conocerla con un ejemplo. Ojalá nos veamos en España.