Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 149. 9-12-2017. Eslovaquia y Austria (2)

Una visita de un día a Viena

Como se podía adivinar por el título genérico de este bloque de entradas, entre nuestros planes se encontraba una visita a Austria. Para la mayoría de los mortales, y nosotros no hemos sido una excepción, Austria significa Viena, y en esta impresionante capital centroeuropea hemos pasado la mayor parte de las horas del día de hoy. Ayer nos acostamos muy pronto con la idea de levantarnos hoy bien temprano, y lo hemos conseguido, hasta el punto de que nos ha sido imposible encontrar nada abierto cerca de nuestro hotel en Bratislava.

Sin problemas.

Hemos cogido el coche y hemos puesto rumbo a Viena por carretera, no por autopista. Ha sido algo decidido, para no volver por el mismo sitio de la ida y para hacer esta por la orilla del Danubio. Casi ni nos hemos dado cuenta de cuando hemos cambiado de país. Lo que nos ha recordado que estábamos en Austria era el precio del café que, por fin, nos hemos podido tomar en Hainburg an der Donau, bonita localidad amurallada que también empezaba a despertarse.

El Palacio de Schönbrunn

Antes de las diez o alrededor de las mismas ya estábamos en Viena. Para seguir nuestros planes, nuestra primera parada ha sido uno de los lugares imprescindibles de la ciudad, el Palacio de Schönbrunn, el que inevitablemente invita a pensar en Versalles cuando se da un paseo por sus jardines y se contempla desde ellos su imponente muro posterior. Antes de ello, hemos hecho cola para comprar las entradas y visitar 20 de las 1.441 habitaciones del recinto. Cuando hemos llegado a la taquilla, nos han comentado que había que esperar unas cuatro horas para entrar, así que ni hemos hecho el planteamiento. Es cierto que había cientos-miles de personas.

Desde allí, segundo trayecto en coche, también muy obvio: Palacio de Schönbrunn al Ayuntamiento. No creo que haya muchos más Ayuntamientos en el mundo como el de Viena. Allí hemos visitado nuestro segundo mercado navideño del día (el primero ha sido en el propio Schönbrunn) y hemos desayunado de pie unas exquisitas galletas.

Schönbrunn, desde sus jardines Schönbrunn, desde sus jardines

El siguiente objetivo del día era otro de los edificios que han hecho de Viena una ciudad visitada por más de siete millones de turistas en los primeros seis meses de este año: su Catedral de San Esteban. De camino a la misma, para ir ayudando a combatir el intenso frío y la incipiente nevada, hemos entrado en la moderna (aunque no lo aparente) Iglesia Votiva y en un restaurante para tomar algo y comer.

Desde allí ya estábamos bien cerca de la Catedral, a la que hemos entrado después de hacer otra cola no muy larga pero sí muy apretada. Es el edificio religioso más importante de Austria y uno de los más importantes de Europa. No hemos rendido visita ni a la torre ni al museo por la escasez de nuestro tiempo en Viena.

Nos quedaban unos 15 minutos de caminata hasta el coche, pero cualquier excusa era buena para entrar a algún lugar con calefacción. La excusa de esta vez se llamaba Tesla: dos coches eléctricos a la venta (no al alcance de todos los bolsillos) y una estructura mecánica de ellos ha atraído nuestra atención y la de numerosos turistas que pasan por allí. En breve, Tesla planea fabricar coches cada vez más asequibles, a la espera de que la revolución eléctrica llegue para quedarse.

Era de noche pero todavía pronto cuando hemos llegado al coche, así que nos ha parecido oportuno visitar el mítico Parque de Atracciones Prater, mítico fundamentalmente por su noria y por la conversación que en ella mantienen Orson Welles y Joseph Cotten en 'El tercer hombre'.

El Prater es un parque de acceso gratuito. Se paga por atracción, precios más bien baratos. Nosotros no nos hemos montado en esa noria (sus cabinas ya están cerradas), pero sí en otra de la atracción de las que nos gustan (no todos, alguien tenía que grabarlo): una torre de 90 metros a la que nos han subido despacio, despacio, y en cuyo tope nos han dado tres o cuatro vueltas, también muy despacio, antes de soltarnos para abajo a una velocidad mortal. No hemos tenido ni frío.

Hemos culminado el paseo por el Prater con una visita curiosa a una casa de apuestas deportivas que nos han dicho que es la más grande de Europa, y realmente era inmensa.

A las siete estábamos en el coche, y alrededor de las ocho en Bratislava de nuevo, ahora sí volviendo por la autopista. En Bratislava hemos quedado para cenar con José, Mercedes y su hijo Sergio, en el mismo lugar que cenamos ayer. Sorianos como nosotros, están en Bratislava también por la misma razón. Mañana la desvelaremos.