Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 130. 6-4-2017. Uganda (14)

De Kasese a Bukakata por el País del Té. El día más auténtico

Hoy iba a ser un día de transición, de viaje medio largo, y se ha convertido en una pequeña odisea, en un viaje muy largo, el día más auténtico sobre todo por el lugar desde el que estoy escribiendo estas líneas.

El viaje iba a tener seis partes, pero finalmente solo ha tenido cuatro porque no me ha dado tiempo a las dos últimas.

Pasillo de mi 'hotel' de hoy Pasillo de mi 'hotel' de hoy

Parte 1. Después de la trotada matutina, a las 8.30 estaba en el matatu que de Kasese me habría de trasladar a Mbarara, unos 150 kilómetros. Nada más montarnos, ha arrancado, pero se ha puesto a dar vueltas por la ciudad buscando gente y no la hemos abandonado hasta las 9.30.

El primer tramo de carretera lo conocía de ayer, muy bueno, coincidiendo con el Queen Elizabeth National Park. Se avanzaba a buen ritmo. Apenas hemos parado cinco minutos a levantarles el coche a unos con nuestro gato, ya que habían pinchado.

Sin embargo, pasado el canal de Kazinga, dirigiéndonos al sur del Parque Nacional, la carretera estaba completamente deshecha durante 20 kilómetros calculo, no sé, hasta pasada Bunyaruguru, la entrada sur del Parque, una ciudad bastante más pequeña que Kasese.

Al menos, gracias a la velocidad reducidísima a la que íbamos ascendiendo, se disfrutaban de unas vistas impresionantes de toda la llanura del Parque, del Valle del Rift. En una de las paradas, como una casualidad inmensa, me he encontrado una vez más con Ignacio, quien viaja hoy mucho más al sur, hacia Bwindi. Yo me dirijo al Este.

Mejorada ya más o menos la carretera, hemos pasado por quizás los paisajes más bonitos desde que estoy en Uganda. Se llama directamente Tea State, el País del Té, con unas plantaciones espectaculares de esta bebida, la más consumida del mundo según escuché alguna vez.

En este trayecto me he encontrado al segundo ciclista de turismo del viaje, después del de antes de ayer. Hoy, al menos, tenía el día fresco y esos paisajes preciosos para disfrutar de vez en cuando.

Parte 2. Alrededor de las 13.30, o algo pasadas, hemos llegado a Mbarara, una ciudad ya grande, mucho caos (Kampala es oto nivel). A las 14.00 exactas ha arrancado mi segundo matatu del día, rumbo a Masaka, a 130 kilómetros.

Esta vez, la carretera estaba perfecta, pues al fin y al cabo es la que une tres de las principales ciudades del país: Kampala. Masaka y Mbarara. El vehículo podía avanzar a buena velocidad, pero aun así no hemos llegado a Masaka hasta las 17.00.

¿Por qué? Por lo de siempre, porque se pasan muchas poblaciones, porque el matatu para cada vez que ve a alguien de pie junto a la carretera y porque el conductor suele enrollarse a hablar con cualquiera. Ha habido varios cambios de conductor, por cierto, con matatus que van haciendo este mismo trayecto en sentidos contrarios.

Creo que ha sido en esta parte del viaje cuando hemos visto una vaca muerta, recién atropellada. Espero que a los del vehículo no les haya pasado nada.

Parte 3. Esta parte no ha tenido ningún misterio. El matatu deja en Masaka, y desde ahí hay que coger un boda boda hasta Nyendo, a dos o tres kilómetros, apenas 2.000 chelines. Para entonces, el último ferry estaba perdido desde hace tiempo.

El boda boda me ha dejado en una fila de tres vehículos que habrían de cubrir el trayecto hasta Bukakata. El primero, el que lógicamente me correspondía, es de largo el más destartalado de todos los que he visto en Uganda, no solo de los que me he montado. El conductor del boda boda hasta se reía.

Parte 4. A las 17.40 ha arrancado el coche. Delante íbamos cuatro y atrás, seis. La pista es muy lamentable al principio y algo mejor el resto del viaje. Son más de 30 kilómetros los que nos quedan.

Cuando ha hecho la primera parada, ha sucedido lo esperable: no arrancaba. Se han tenido que bajar dos o tres de los de atrás a empujar y pronto ha vuelto a rugir el motor. Menos mal, porque estamos en mitad de la nada. En la segunda parada, lo mismo, pero había un poco de cuesta y el señor que se ha bajado ha empujado un poco hacia atrás: de nuevo en marcha.

Me gustaba ver tanta gente dentro del coche porque parecía señal de que nos dirigíamos a un lugar bastante poblado. En esos pensamientos estaba cuando, en un cruce, nos hemos detenido. El conductor me ha hecho bajar y le ha dado algo de dinero a un motociclista para que me acercara al lugar del ferry.

Allí hemos llegado casi a las 19.00, a escasos minutos del anochecer.

Ahora mismo me encuentro en uno de los lugares más estrambóticos donde nunca he dormido.

A unos 200 metros de donde habrá de salir mi ferry de mañana hay un pequeño pueblo conformado por estructuras de chapa. Desde que he puesto el pie en él, un grupo de media docena de niños no se han separado de mí.

Al parecer, hay un lugar para dormir. Ayudado por el conductor del boda boda, hablamos en un casutaño con una señora que no se expresa en inglés. Me ha hecho mucha ilusión cuando la he visto sacar unas cuantas llaves aferradas a maderas en las que se pueden leer números.

A dos minutos de allí se encuentra, quizás, la 'edificación' de chapa más grande de esta parte de Bukakata: un pasillo separa tres habitáculos a cada lado de unos ocho metros cuadrados cada uno. En una de esas seis habitaciones, con un barreño y media garrafa de agua, me hallo ahora.

Puede que ellos se admiren de nuestro nivel de desarrollo, pero yo no puedo dejar de admirarme de que en un poblado así alejado de todo haya no sé cuántos niños, gente joven, una barbería, una mesa de billar, alguna tienda, puestos de comida... También hay un lugar público que se utiliza como aseo.

He salido a pedir algo a uno de esos puestos de comida. Después, he preguntado por un lugar para tomar una cerveza y me han llevado a otro oscuro y estrecho receptáculo de donde han salido un hombre y una mujer que ya llevaban unas cuantas. Me han dado una y me la he traído a la habitación. Se oye una gran animación fuera. Un altavoz reproduce el sonido de una serial radiofónico (eso parece) para todo el pueblo.

Mañana espero no quedarme dormido para coger el ferry, que sale a las siete de la mañana. Me consuela pensar que, aunque no hubiera ido a correr en Kasese, tampoco habría llegado a las 17.00 horas que sale el último. Y me consuela pensar que esta estancia jamás voy a olvidarla.