Blog | Por Sergio Tierno / Viajes, geografía, deportes y curiosidades

Cap. 107. 15-10-2016. Pirineo de Huesca (y 3)

Una larga caminata semi-invernal para coronar el Posets

Penúltimo día en tierras de Huesca. Como mañana no esperamos hacer nada interesante (levantarnos, desayunar, dar un paseo y volver a Soria), cierro con este capítulo nuestras andanzas pirenaicas.

Y no es un capítulo cualquiera ni una andanza cualquiera. Este mediodía hemos coronado el Posets, que era el objetivo principal de este viaje, el que nos unió a nueve personas venidas desde diversos lugares.

¿Qué ruta hemos hecho? La normal, la que parte del refugio Ángel Orús. En el capítulo de ayer expliqué quiénes nos reunimos en él. Como suele suceder en estos refugios, hoy nos ha tocado madrugar, aunque dentro de unos límites respetables: a las 7.00 estábamos desayunando.

En la cima En la cima

Una de las ventajas de este ascenso al Posets es que, a la bajada, se pasa también por el refugio. Gracias a ello hemos podido dejar en él los sacos de dormir, el calzado y todo lo demás que no íbamos a utilizar en lo que se esperaba una larga ruta de ascenso.

Y así ha sido. El Posets, por apenas 29 metros, no es el pico más conocido de los Pirineos. Esa es la diferencia de altura con la cumbre más elevada de la gran cordillera divisoria: los 3.404 metros del Aneto frente a los 3.375 de nuestra conquista de hoy.

Como no podía ser de otra manera, por la dignidad de esa altura, alcanzar la cima del Posets supone un bonito esfuerzo. Hemos salido del refugio a las 8.20 y hemos llegado a la cima a las 12.40 (en las marchas grupales cuenta siempre el tiempo del último).

¿Qué ha sucedido en esas cuatro horas y veinte minutos? Subir, subir, subir... Lo que ha sucedido es que, hasta hace tres días, no había apenas nieve en las montañas pirenaicas. Ayer y antes de ayer se solucionó esa carencia, lo que ha condicionado enormemente nuestra marcha de hoy.

Desde los 2.100 metros del refugio hasta aproximadamente los 2.500 no hemos pisado nieve. A partir de ahí, aparecían las primeras manchas. Y, de repente, casi medio metro de nieve en toda la Canal Fonda, dificultando nuestro avance por su blandura y la facilidad para hundirse en ella. La Canal Fonda es preciosa, estrecha, con grandes paredes flanqueándola a ambos lados, especialmente a su izquierda durante la subida.

Dejamos atrás el fotogénico y afilado Diente de Llardana Dejamos atrás el fotogénico y afilado Diente de Llardana

Superada la fuerte pendiente de la Canal Fonda hemos llegado a un pequeño descanso, el Collado de Llardana. Allí hemos comido algo, vigilados por el guapísimo Diente de Llardana. Desde el Collado es necesario girar a la derecha. El camino es relativamente evidente. Por suerte, y en contra de lo que habíamos planificado al principio, todos llevábamos crampones.

Nos han venido muy bien en la arista que hay que recorrer entre el Collado y la cima del Posets, que hoy presentaba un mixto de nieve-hielo-viento que invitaba a subir tranquilos y cuidadosos. A la izquierda, el gran circo coronado por el pico Espadas. A la derecha, varios y pequeños ibones.

Después de estos dos días previos de precipitaciones, hoy no hemos conseguido ver una sola nube en todo el día. A cambio, hemos disfrutado de unas vistas inmejorables (inmejorables en el sentido estricto de la palabra, salvo que me diga lo contrario algún experto pirineísta) de la mayoría de los Pirineos. Ni el Aneto es capaz de ofrecer esta panorámica. El Perdido, el Vignemale, el propio Aneto, el Perdiguero, las grandes elevaciones catalanas...

Ello nos ha animado para afrontar la última parte de la subida, antes de hacernos la foto de cumbre los nueve expedicionarios: Alex, Alfonso, Chupi, Haritz, Luis Ángel, Marta, Nacho 1 y 2, Sergio. Hacía buen día pero era mejor bajar pronto. Hasta el refugio hemos tardado 2:40, en una bajada un poco incómoda por ese terreno mixto, con piedra y nieve.

Después de pagar en el Ángel Orús, nueva y breve caminata hasta los coches, hasta Espigantosa, para que la ruta total terminase de superar las ocho horas. Y, de ahí, hasta donde estamos en estos momentos, hasta Benasque, donde ahora mismo reposan los guerreros.