Ante
la Guardia Civil, el cazador de tesoros declaró no recordar donde
halló la pieza requisada, una lámina de bronce de pocos centímetros
con escritura celtibérica. Su deficiente estado de conservación
impedía realizar una lectura completa. Tan solo se podía leer con
cierta nitidez la palabra Lutia.
Conocida la noticia del hallazgo, pronto las localidades que
rivalizaban por considerarse la heredera de esta población
prerromana solicitaron la propiedad de la plancha. Así, tanto Luzón
como Luzaga, en Guadalajara, como Lubia, en Soria, se entregaron a
una enconada disputa. Pero cuando se recordó que esta antigua ciudad
no solo se negó a prestar ayuda a la Numancia sitiada por los
romanos sino que su consejo de ancianos delató al valeroso caudillo
numantino, Retógenes, no tardaron los municipios en liza en rehusar
el valioso hallazgo que terminó tras subasta en una colección
particular. Las malas lenguas asegurar que en manos de un acaudalado
hombre de negocios romano. Pero es sabido que Roma no paga a
traidores.