Con el primero empleó veneno disuelto en el café. Bastó un pequeño empujón en las escaleras para deshacerse del segundo. Al tercero le manipuló los frenos del vehículo. Y se sirvió de un grueso almohadón con el cuarto. Odiaba repetirse. Y mientras maquinaba el modo de poner fin a la vida de su quinto marido, éste falleció de causa natural luciendo una llamativa mueca triunfal en el rostro.
Ilustración: Lola Gómez Redondo