Sus manos no están encallecidas por remos, sogas y redes. Ni el rostro curtido por el sol, el viento y la sal. Lejos queda el mar que dio sustento a sus antepasados. Pero en el silencio de la noche puede sentir el seductor canto de las sirenas.
Ilustración: Lola Gómez Redondo
Es cierto aquello de «Uno no es de donde nace sino de donde pace» pero la tierra tira mucho. Bueno, en este caso el mar.
Tira, Juan, ya lo creo. Y más si lo hace a través del hipnótico canto de las sirenas. Imposible resistirse a su llamada.
Me encantan los micros que hablan del mar. Y las sirenas dan mucho juego. 😉
Besos
Recuerdo el genial microrrelato de Edmundo Valadés titulado La búsqueda: «Esas sirenas enloquecidas que aúllan recorriendo la ciudad en busca de Ulises»