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De conjuras y legumbres

Se

acomodó la toga, carraspeó y comenzó su discurso ante un público

absorto no tanto por la elocuencia de sus palabras como por aquella

prominente verruga que asomaba de su nariz, haciendo honor a su

nombre, Cicerón,

que viene a significar “garbanzo”.

Tras pronunciar, de manera oportuna, aquello de “apartar

los garbanzos negros”, le

llegó el turno de réplica a Léntulo,

apelativo que proviene de “lenteja”.

Y todos los presentes dirigieron de manera inmediata la mirada a la

curiosa peca que lucía junto a la comisura del labio. Con el

conocido “si quieres las comes y

si no las dejas”,

cedió la palabra a Fabio.

Y por más que buscaran los asistentes alguna peculiaridad en su

rostro que pudieran identificar con un “haba”,

al llamarse de este modo, no encontraron nada destacable. Pero en

cuanto inició su parlamento, confundiendo el nombre de Catilina

(protagonista de la conjura a debate) por el de Catalina,

no perdiendo la ocasión de mencionar lo

de “que si quieres arroz”,

los miembros del Senado romano tuvieron claro el porqué de su apodo;

habían dado con el “tontolaba”

(o tonto del haba).